Por Alberto Requena*
No basta saber cuántos humanos somos. Depende de lo que hagamos. Somos en torno a 7000 millones hoy y la proyección nos lleva a 9.000 millones. Los demógrafos conjeturan que alcanzado ese límite, la población decrecerá. La hipótesis GAIA (diosa griega de la Tierra) sitúa la población óptima en torno a 1.000 millones y supone que, como sistema, la Tierra desencadenará los mecanismos para ajustarla, bueno la atmósfera y la superficie de la Tierra que constituyen la capa de la vida. Su propuesta es apocalíptica, y nos sitúa en la pura ilusión, sin olvidar la tecnología, pero con otros usos sostenibles. Proponen otra vida, no indigna, pero muy distinta. Lo curioso es la conjetura de que si no nos ajustamos nosotros, la propia Tierra como sistema nos ajustará. Se formuló en 1969
Estamos a vueltas con los ajustes. La autorregulación hunde sus raíces en la parte central del siglo pasado. También tuvo su incidencia en la economía. Las Ciencias, que nunca lo fueron, entre ellas las denominadas sociales (auténtico oximorón, porque el exigido método científico, para la denominación, nunca lo practicaron, como nominalmente indican), toman de la Física los aspectos que le dan autoridad, léase ecuaciones diferenciales, métodos estadísticos etc, pero nunca el método científico. Así, la economía vive de conjeturas, matematizadas para disimular que, en el fondo, sus contribuciones ni siquiera son teorías, ya que no superan la categoría de conjeturas. Y, probablemente, la más dañina, ha revelado ser la que conjeturó Milton Friedman, en la tristemente célebre Escuela de Chicago. En 2009, Naomi Klein lo explicaba meridianamente claro en la Universidad Loyola de Chicago. El viernes lo recordó la 2 y Yahoo lo tiene a disposición de los que tengan curiosidad.
Cuando te ponen las cosas reunidas, como hace la Historia, en orden e identificando las tramas, surge la perplejidad. La doctrina del Shock sitúa el origen el 1 de junio de 1951, cuando miembros de los servicios de inteligencia se reunieron en secreto con profesores universitarios en el Hotel Ritz Carlton de Montreal. El ejército norteamericano financió un experimento en la Universidad MacGill sobre aislamiento sensorial en la Universidad, que llegó a experimentar, bajo la dirección de Camerón, jefe de psiquiatría, con el borrado de mente, para reprogramarla. La CIA no tardó en poner en uso los hallazgos de Cameron (en Guantánamo se han empleado). Coetáneo fue Milton Friedman, que extendió el concepto shock a la economía, suponiendo que éste podía lograr que la sociedad aceptara un capitalismo más desregulado. En 2008 cuando cumplió 90 años, la Casa Blanca le dedicó un homenaje en el que destaca la intervención de Donald Rumsfeld, discípulo de Friedman, que dijo que Milton era la encarnación de una realidad, la de que “las ideas tienen consecuencias”. Klein sostiene que el caos económico que ahora impera en el mundo podrá depender de muchos factores, con CIA incluida, pero ahí están las ideas de Friedman. Argentina, Brasil y Uruguay fueron pasto de los Chicago-boys. Los resultados fueron desastrosos, en términos económicos; en los sociales, dramáticos, todavía insatisfechos. Pero Thatcher y Reagan y luego la USSR de Gorbachov y sobre todo la Rusia de Yeltsin, y más reciente en Afganistán e Irak, las recetas son siempre las mismas: shock para la sociedad y recortar el gasto, bajar los impuestos, privatizar las empresas estatales y desregulación y políticas monetarias para controlar la inflación. Las consecuencias sociales, para otro día: paro, inflación tremenda, generación de oligarquías que se apoderan de toda la actividad económica y pobreza para la mayor parte de la población.
Si a esto unimos una especie de ley inexorable que inmiscuye a la religión y que el capitalismo, el liberalismo, el racionalismo, el pensamiento económico, etc. comenzaron mucho antes que Adam Smith et. al., y bajo auspicios católicos, en las ciudades italianas del siglo XIV y que el individualismo emergió de la mano de la decadencia de la Iglesia, al tiempo que la ética calvinista incorporó la ética del trabajo, el ahorro y el enriquecimiento, lo que impulsó el capitalismo, como contrario del desprecio católico al lucro. Y así es como Adam Smith retomó el “laissez-faire” que otrora promocionara el catolicismo. Esto fue un desvío de un camino más seguro que la economía había transitado durante más de un siglo. Y todavía más, si se repara en que este aspecto de la teoría del valor del trabajo impulsó las teorías de Marx y el que los costos impulsan los precios, al margen de la oferta monetaria y el valor inherente y objetivo de los bienes. La teoría de la utilidad se ve suplantada por la teoría del valor del trabajo. Espíritu católico frente a protestante. Los calvinistas sostienen la divinidad del trabajo, los católicos un medio de ganarse la vida. ¿Estará esto en la raíz de los actuales problemas Norte-Sur en Europa? Las cosas tienen que ser más simples. Las explicaciones a lo que nos ocurre tienen que caber en unas pocas líneas. Es la belleza que requieren las Matemáticas y, en eso, como en todo, no se equivocan.
* Alberto Requena es catedrático de la Universidad de Murcia
Fuente: www.NuevaTribuna.es