Por Luis Javier Valero Flores
Algunos pensarán que es por la justeza de los motivos que llevaron al gobernador Javier Corral a convocar a la realización de la “caravana de la dignidad”, y otros pensaremos que la verdadera explicación a los traspiés del Gobierno federal, al tratar de responder a ella, obedecen, fundamentalmente, a motivaciones electorales; a que su candidato, José Antonio Meade, no levanta, que se mantiene, firme, en el tercer lugar de las preferencias electorales de la contienda presidencial.
Pero no solo, también está en el aire la develación del mecanismo utilizado por el Gobierno de la República y el PRI para financiar las campañas electorales, y no solamente las locales del 2016, como se asienta en la denuncia que tiene en la cárcel al ex secretario general adjunto del Comité Nacional del PRI, Alejandro Gutiérrez, sino las federales, incluida, por supuesto, y de ahí la preocupación y respuestas del Gobierno federal, la de Peña Nieto en 2012, en la que accedió a la Presidencia de la República.
Y, además, como se infiere de las declaraciones de Javier Corral y de Gustavo Madero, el coordinador del gabinete estatal, a la protección de Isaac Gamboa, el jefe de la Unidad de Política y Control Presupuestal de la Secretaría de Hacienda, el funcionario que firma los convenios con las entidades, uno de los cuales sirvió para que Gutiérrez accediera al dinero que hoy lo tiene en la cárcel.
Todo ello, junto, es lo que ha originado los traspiés, las equivocaciones, las contradicciones y el ridículo comportamiento del gobierno de Peña Nieto.
Son de tal magnitud que los llevaron a, forzados, presentar la solicitud de extradición de César Duarte ante el gobierno norteamericano, pero sólo por tres órdenes de aprehensión; a que la Fepade saliera a informar de la atracción de la denuncia en contra de Gutiérrez y, luego, ante la insistencia de Corral, a aceptar que investigarían, solamente, los delitos electorales; a que el secretario de Gobernación, Alfredo Navarrete Prida, vulnerara la supuesta autonomía de la Fepade para justificar la medida anunciada por el nuevo titular de la misma, Héctor Marcos Díaz-Santana Castaños, para, a continuación, aceptar que el gobierno de Chihuahua continúe con el esclarecimiento de los presuntos delitos del orden común.
Total, terror puro el del Gobierno federal.
Miedo a que una caravana, que debiera concitar un apoyo masivo en su realización y no sólo en el tibio acompañamiento ciudadano que le brindan en los actos de recepción y despedida de las ciudades chihuahuenses abordadas, pudiera, en una nada, concitar más entusiasmo en las ciudades a las que llegará, más allá de los límites de nuestra entidad, entusiasmo que pondrá, todavía más, en grave entredicho al candidato del PRI y al grupo político que lo impulsa.
Grupo que no se circunscribe al denominado por Corral como el de la “aristocracia hacendaria”, de la que forman parte José Antonio Meade Kuribreña, Luis Videgaray Caso y José Antonio González Anaya, los tres últimos ex titulares de la SHCP, sino que abarca al más extenso y poderoso de los grupos políticos existentes en el país, el del Estado de México, conocido como el de Atlacomulco, cuyos intereses y relaciones se entreveran estrechamente con el expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Y los vasos comunicantes son muchos. Luis Videgaray es el alumno más destacado del ex secretario de Hacienda de Salinas, Pedro Aspe, el ideólogo de los alumnos y egresados del ITAM, dueño de la empresa encargada de operar las deudas públicas de la mayoría de las entidades, incluidos los fideicomisos, como el de las carreteras de Chihuahua.
“Pepe Toño”, José Antonio González Anaya, como le dicen, el secretario de Hacienda, es concuño de Salinas.
Por su parte, Meade pertenece a los más selectos círculos de la comunidad libanesa –o de ascendientes de esa nacionalidad– entre los cuales se encuentra uno de los más destacados e importantes del grupo mexiquense, Emilio Chuayffet, uno de los priistas con más “ex” en la actualidad y que ven, con terror, la posibilidad de que su delfín, el único emanado de esa comunidad, que había llegado a la posibilidad de ser presidente, no lo sea por la conjunción de varios factores, el principal de ellos, el mantenimiento de López Obrador en las preferencias electorales y el apoyo recibido diariamente a su causa –de distintos orígenes y variadas malas cataduras– y el del posible crecimiento de la caravana de Corral.
Había que salirles al frente, por lo menos a la última.