En una sala de montaje escasamente iluminada de la Warner Bros. en Burbank, California, con las cortinas corridas en un ambiente de máxima reserva y paredes decoradas con carteles y posters que celebraban La guerra de las galaxias y Game of Thrones, Zack Snyder habla de su filosofía sobre el personaje emblemático que sin duda dio origen a toda serie fantástica de los últimos setenta y cinco años: Superman.
Durante demasiado tiempo, dijo Snyder -el director de El hombre de acero, la nueva película de Superman que se estrena el viernes 14 en México-, las interpretaciones modernas del superhéroe de DC Comics pidieron disculpas por lo anticuado de sus orígenes: buscaron disimularlo en entornos contemporáneos en lugar de abrazar una mitología esencial que, señaló, era tan eterna como el propio personaje.
“Cuando tratan como de disfrazarlo -dijo Snyder-, de vestirlo con jeans y remera o con una campera de cuero con una S, mi reacción es: ‘Muchachos, está todo bien. Es Superman. Es el rey padre. Todos deberían estar haciéndole reverencias.’”
Lo que su película trata de hacer, declaró, es “respetar la S”. Deborah Snyder, su esposa y socia en la producción, tuvo que corregirlo en relación con un detalle fundamental que habían actualizado para El hombre de acero. “No es una S”, dijo riéndose. “Es un símbolo de esperanza.” La esperanza es una característica a la cual Snyder, que dirigió adaptaciones de cómics como 300 y Watchmen, y sus colegas se han aferrado mientras terminan el trabajo en El hombre de acero, una producción de más de dos años y US$ 175 millones.
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Sí, El hombre de acero es el último intento de rejuvenecer una franquicia de cultura popular de décadas y, en el proceso, renovar tanto la suerte de Warner Bros. en momentos en que busca nuevos éxitos, tanto como la carrera de Snyder luego de recientes fracasos. Todo eso está depositado en los hombros de un personaje que, a pesar de la frecuencia con que escritores y cineastas han tratado de reinventarlo en los últimos tiempos, ha demostrado ser especialmente poco susceptible a los intentos de hacerlo más narrable. El público parece querer que sea un personaje muy estable y normal y, al mismo tiempo, quiere creer que puede volar.
Resulta extraño que Superman esté luchando en los multiplex en una era en que muchas otras películas presentan hombres de capa, máscaras con puntiagudas orejas de murciélago o trajes tecnológicos de hierro. Las características que han hecho eterno a Superman no necesariamente lo han hecho relevante para este momento de protagonistas irónicos y violentos, pero fue esa paradoja lo que llevó a Snyder a abordar El hombre de acero.
“Es una contradicción mitológica interesante”, dijo Snyder, que a los cuarenta y siete años sigue pareciendo un muchacho. “Es increíblemente familiar y extraño, exótico, pero es una bella combinación”. Y agregó: “Todos somos ese mismo tipo de contradicción. Nadie es tan simple.” La película presenta a Henry Cavill como Kal-El, un bebe sobreviviente del destruido Kryptón, que viaja a la Tierra y será Superman.
El hombre de acero conserva elementos tradicionales, como la tensión de Superman entre su padre biológico kriptoniano Jor-El (Russell Crowe) y el padre adoptivo terrestre Jonathan Kent (Kevin Costner), y la atracción por la periodista del diario El Planeta Luisa Lane (Amy Adams).
La película también muestra el mundo de Kryptón antes de la aniquilación, y la maldad del villano kriptonita Zod (Michael Shannon), que encuentra a Kal-El en la Tierra. El resultado es una vuelta de tuerca de ciencia ficción de Superman, y si bien eso podría frustrar las expectativas del público en cuanto a un realismo puro en El hombre…, Snyder señaló que su abordaje se basó en el ADN del personaje.
“Si se lo sigue de forma lógica y se trata de entenderlo -dijo-, se termina en una solución de ciencia ficción.” Fue la misma conclusión a la que llegaron Christopher Nolan, el director cuyas exitosas películas El Caballero de la noche han modernizado a Batman para la era paranoica posterior al 11 de septiembre, y el guionista David S. Goyer cuando concibieron El hombre de acero mientras componían la trama de El Caballero de la noche asciende.
Si bien Goyer creció admirando el encanto al estilo de Norman Rockwell de la película Superman de 1978 que dirigió Richard Donner y protagonizó Christopher Reeve, nunca sintió una fuerte conexión con el héroe. Cambió de opinión cuando vio la primera encarnación de Superman, que escribieron e ilustraron Jerry Siegel y Joe Shuster a fines de la década de 1930. Era un personaje cuya mitología fundamental seguía fluyendo -ni siquiera su característico vuelo estaba del todo establecido, y lo que hacía era saltar grandes distancias- y cuya característica más transformadora nunca parecía haberse profundizado.
Mientras escribía el guión, Goyer se convirtió en padre adoptivo, en padre, y también perdió a su propio padre, experiencias que, según dijo, conformaron la angustia existencial que embarga a Superman. “En la película hay una escena -dijo Goyer- donde un Clark más joven le dice a Jonathan Kent: ‘¿Por qué tengo que escucharte? No eres mi padre.’ Eso es precisamente lo que mi hijo adoptivo me dijo”. Lo que le atrajo a Snyder al leer el guión del filme (mientras Nolan y su esposa y socia productora, Emma Thomas, esperaban en la puerta), fue que la visión del personaje era clásica y contemporánea.
Por otro lado, Snyder sugirió que, para construir de forma plena el personaje de Clark Kent, no hacía falta presentar cada momento de su proceso de maduración. “Asumimos que Clark no es virgen”, dijo. “No se lo ve, pero es algo que se supone”. Snyder reconoció que El hombre… no encajaba del todo bien en el conjunto de sus películas estilizadas de clase B como 300, una relectura de la batalla de Termópilas, pero señaló que había conexiones más amplias. “Siento que mis películas siempre han sido subversivas aunque a veces la gente no percibe qué subversivas son en realidad -dijo-. Para mí, lo subversivo de Superman es que no es subversivo”.
A la pregunta de si enfrentó presiones para que el filme funcionara como punto de partida para su propia serie, Snyder contestó: “Es necesario que se estrene esta película” antes de plantearse preguntas más ambiciosas.
“Si uno empieza pensando que tiene que instalar una franquicia gigante para el estudio porque se quedaron sin las películas de Harry Potter, no puede hacerlo”, dijo Snyder. “Uno terminaría quedándose en casa acurrucado en posición fetal, esperando que lo llevaran al manicomio”.
Fuente: The New York Times