Ayer mi sobrino Billie Andrés, quien recién se asoma a la adolescencia, puso en su Facebook el comentario de que se sentía triste por la derrota de México ante Holanda en el Mundial de Brasil. Así qué decidí escribirle esta carta.
Billie:
Tu tristeza me recordó mi infancia, que de verdad deseo no se repita contigo. Permíteme explicarte. No es que yo haya sido un niño infeliz, de hecho creo que he sido una de las personas más felices del mundo. Pero justo cuando tenía más o menos tu edad, o creo que más chico, empecé a hacer preguntas que nadie me supo contestar, hasta que yo solo, al paso de los años, fui descubriendo las respuestas.
Verás, en el Mundial de 1974, en Alemania me pregunté: ¿y por qué México no está? Ya después descubrí que nos eliminaron en Haití. ¿En Haití? Sí, en Haití. Luego ya más consciente, en 1978, en Argentina, con gran dolor vi cómo nuestro equipo era goleado por Alemania 6-0, por Polonia 3-1 y hasta por Túnez, con idéntico marcador, para resultar el Tri, el peor equipo de ese mundial.
Luego llegó el mundial de España en 1982, donde tampoco estuvimos ya que otra vez fuimos eliminados previamente en Honduras, y eso que traíamos a nuestra máxima gloria: Hugo Sánchez. Ni él, ni el Chapulín Colorado pudieron salvarnos. ¿Cómo ves?
Llegó después el México 86, que me tocó ya cubrir como reportero de deportes. ¡Qué emoción sentí ver jugar a Maradona, a Hugo, a Landrup a Lineker! Y convertir con mucha pasión en notas cada una de sus jugadas en los encuentros. Y más emoción observar en una cancha al gran Sócrates brasileño, a Zico, a Falcao y en el ocaso de su carrera al gran guardameta Leao.
Aquí cambió la historia, mi Billie querido. Aquí la ilusión nos llevó al quinto partido que fue contra Alemania, allá en Monterrey, pero ahí pude ver que los grandes también son seres humanos y ¿qué crees?, pues nuestro gran Hugo falló un penal y ¡zaz!, que se acaba el sueño. No me importó, porque sentí que aquí comenzamos a escribir otra historia. Que éramos otra generación.
Luego en 1990, no fuimos a Italia por tramposos, por meter cachirules.
Ya para el mundial de 1994 nos volvimos a ilusionar en Estados Unidos, y ahí la cosa fue distinta, Billie. Cuando todo mundo pedía a gritos a Hugo Sánchez, nuestro técnico el doctor Mejía Barón se montó en su macho y dejó a Hugo en la banca, en el crucial partido contra Bulgaria, que finalmente nos echó del Mundial. Otra vez en penales.
Así llegó Francia 1998, con una generación increíble de futbolistas, donde sobresalían Cuauhtémoc Blanco, García Aspe y Luis “El matador” Hernández, y hasta Oswaldo Sánchez. Tampoco pudimos. Aquí otra vez se nos cruzó Alemania en octavos y adiós. ¡Ah! Aquí también en el minuto ¡88!, Bierhoff anotó el 2-1 para rompernos el sueño.
En Corea-Japón en 2002, fue Estados Unidos quien nos dejó fuera con un contundente 2-0. Cuatro años más tarde en Alemania 2006, fueron los argentinos y nuestro recordado Maxi Rodríguez, quien de un zapatazo espectacular nos envió a casita antes de tiempo. Ah, por cierto, y para nuestro consuelo, el gol de Maxi fue premiado como el mejor del Mundial. O sea, ni Dios padre lo hubiera podido parar.
En Sudáfrica 2010, la historia no fue muy distinta y nos quedamos a la orilla, a manos de Argentina. De éstos últimos, tal vez tú ya te acuerdes de ellos y conozcas su historia. Si no, en otra ocasión platicaremos.
Así que mi querido sobrino, ¿tú crees que con toda esa historia de angustia, de emociones, de ilusiones, de esperar un festejo, no me voy a emocionar?, ¿no voy a gritar, no voy a maldecir y llorar?
¡Claro que sí, carajo!
Llevamos tantos años esperando que algo bueno nos suceda que, estoy seguro, un día lo vamos a lograr… algún día.
No sé sí yo lo pueda ver, Billie querido, pero estoy seguro que a ti sí te va a tocar.
Así que fortalece tu fe, y no te sientas triste de este momento, que quizá es parte de un proceso necesario…
Lo que más deseo es que algún día podamos celebrar juntos.
¡Salud!
Tu tío que te quiere.
Hasta mañana. Buen día y buena suerte.
