Jugar voleibol en la playa no es exactamente lo que uno podría considerar como un acto político.
En la nueva película de Rafi Pitts, “Soy Nero” (“I am Nero”, una coproducción germano-franco-mexicana), sin embargo, un juego de voleibol es exactamente eso. En una de sus escenas más surrealistas, cuatro jóvenes juegan voleibol en la playa. Dos de ellos están en suelo estadounidense, los otros dos en México. Utilizan el muro fronterizo de metal que los separa como red, mientras una cámara de seguridad sigue todos sus movimientos. La escena se rodó en la frontera entre Estados Unidos y México, entre San Diego y Tijuana para ser exactos. En la vida real, el lugar es, curiosamente, llamado “Parque de la Amistad”.
“Los latinos no ven el muro como un monumento deprimente, para ellos sólo es algo que está ahí”, dice el director de cine de origen británico-iraní Rafi Pitts. “Juegan voleibol y se burlan (de la separación que provoca el muro), y luego está el absurdo de una pelota que libremente se mueve entre las personas de un lado al otro de la valla”.
El protagonista de la película, el joven Nero (Johnny Ortiz), al parecer se siente más como la pelota que como la gente que juega con ella. Como un deportado mexicano de apenas 19 años, trata de volver al lugar en el que creció y se crió: Los Ángeles, California. Se trepa a la valla, corre a través del desierto y es capturado. Después de varios intentos fallidos, por fin llega a la tierra prometida en Estados Unidos. Semanas más tarde, se encuentra vigilando un puesto de control militar de Estados Unidos en una zona de guerra desértica en algún lugar de Medio Oriente. En su intento por convertirse en ciudadano estadounidense, Nero se enlistó en el Ejército norteamericano, un atajo hacia la naturalización.
Resulta que Nero es un “Green Card Soldier”. El reclutamiento militar siempre ha sido una vía rápida hacia la ciudadanía estadounidense para los extranjeros. Para algunos “Green Card soldiers”, sin embargo, el sueño de convertirse en ciudadano estadounidense terminó terriblemente mal.
Uno de esos Neros reales es Daniel Torres, quien fue el asesor para asuntos militares del equipo que hizo la película. Torres, un mexicano de 30 años nacido en Tijuana, llegó a Estados Unidos siendo menor de edad cuando sus padres llegaron a Salt Lake City, Utah, con visas de trabajo. Adquirió el estatus migratorio de “dependiente” para poder vivir en EU, pero cuando cumplió 18 años quedó en el limbo.
Realizó trabajos secundarios y cuando cumplió 21 años se unió a los Marines. “Me enlisté como ciudadano estadounidense, y yo ni siquiera era residente”, recuerda Torres. Los reclutadores estadounidenses no tuvieron problema en enrolarlo. Era 2007. “Necesitaban a todas las personas que pudieran conseguir, y mi único problema fue mi acta de nacimiento mexicana. Como sea terminé en un campo de entrenamiento de los Marines de Estados Unidos”, dice Torres.
Torres sirvió al ejército de Estados Unidos durante tres años y cinco meses. En 2009 fue enviado a Irak. Cuando regresó, el ejército estaba pidiendo voluntarios para ir a Afganistán. Torres se enlistó, pero semanas antes de su nuevo viaje al frente de combate perdió su cartera y cuando trató de recuperar sus documentos empezaron los problemas. “De pronto no pude demostrar que era ciudadano estadounidense, ni siquiera que era un residente legal”, dice Torres. “El ejército descubrió todo y toda mi historia se vino abajo”.
Fue detenido, interrogado y finalmente dado de baja del ejército. “Estaba de vuelta en el limbo, sin papeles, ilegal de nuevo”, dice Torres. “Todos los funcionarios de migración me dijeron lo mismo: ‘no vamos a poder conseguirte nada’”. En 2011, sin ninguna esperanza, regresó a su natal Tijuana.
El director Rafi Pitts se enoja cuando recuerda la historia de Torres. “Debe haber una convención de Ginebra que diga que si un país acepta a un joven para luchar por su gente, debe devolver a ese hombre lo que él les ha dado”, dice Pitts. “Es así de simple, y si los políticos en cualquier parte del mundo no están de acuerdo, deberían decirlo, y no dejar que el joven se una al ejército en un principio”.
Su enojo por la suerte de Daniel Torres ha sido un motor de gran alcance para el rodaje de “Soy Nero”. “Estoy impactado como ser humano de que los ‘Green Card Soldiers’ hayan sido deportados desde hace 40 años, y lo venimos a saber apenas hoy”, dice Pitts. Durante mucho tiempo, ni siquiera Torres sabía que su destino no era un caso aislado. “Cuando llegué a Tijuana pensé que era el único muchacho tan tonto como para ser deportado después de ser miembro del ejército”, dice Torres.
Fue hasta que su tío se enteró del Hogar de Apoyo para Veteranos Deportados en Tijuana y lo puso en contacto con los responsables del centro, que Torres se dio cuenta de que había otras personas como él. El centro es dirigido por el veterano Héctor Barajas y conocido como “El Bunker”, y les ofrece refugio, ayuda legal, de salud y servicios espirituales e intenta que los veteranos deportados retomen su vida. “Si no tienen a dónde ir en México, por lo general terminan en el refugio”, explica Torres, quien trabajaba como portavoz voluntario del albergue.
“Muchos de estos chicos tienen trastornos de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés), depresión, o problemas de drogas y alcohol, y en la mayoría de los casos estos problemas se derivan de su paso por el ejército”, dice Torres. “Es por eso que se metieron en problemas, es por eso que los deportaron, y una vez que fuiste deportado, no obtienes más ayuda del gobierno de Estados Unidos”.
Torres reordenó su vida después de regresar a Tijuana. Se inscribió en la escuela de derecho y se graduará el próximo año. Sin embargo, no piensa quedarse en México por mucho tiempo. “Soy demasiado Mexicano para Estados Unidos y demasiado estadounidense para México”, dice Torres. “Como veteranos no nos consideramos a nosotros mismos como inmigrantes que fueron deportados, sino como estadounidenses que están en el exilio”. Y es probable que su sueño de convertirse en un ciudadano estadounidense pueda finalmente hacerse realidad.
Su caso ha sido tomado por la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU, por sus siglas en inglés), una ONG con sede en Nueva York que aboga por derechos y libertades individuales consagrados en la Constitución de EU. ACLU está solicitando un perdón para Torres con base en sus méritos durante su estancia en el ejército. “Si me dan que el perdón, tengo un buen chance de obtener la ciudadanía”, explica Torres. “Me gustaría ser el primer veterano de Estados Unidos en la historia que regresa a EU después de haber sido deportado”.
Por el momento, el filme de Rafi Pitts podría ayudar a hacer llegar la historia a un público más amplio. “La película representa las experiencias colectivas de cientos de militares estadounidenses, tanto hombres como mujeres, de todas las razas y nacionalidades”, dice Torres. Como asesor militar del equipo de filmación, él trató de decirles a los actores “lo que se siente ser un militar no estadounidense (sirviendo a EU)”. De esa forma, muchos de los personajes de la película están construidos con base en personas que Torres conoció. “Me conmoví cuando vi la película porque los personajes me recordaron a los chicos con los que serví en el ejército, algunos de ellos ya están muertos”.
Al final, “Soy Nero” no trata sólo de migración, sino de identidad. “En la película, lo que une a todos los personajes es la necesidad de pertenecer”, dice Pitts. “Todos son personas solitarias, nadie pertenece”. Es una sensación que Pitts conoce por su propia infancia. “Mi madre era iraní, ella dijo que yo era inglés. Mi padre era inglés y él dijo que yo era iraní. Mi padrastro dijo que yo no era como ninguno de ellos, y yo estaba de acuerdo”.
La película termina con una toma de Nero caminando en el desierto en Medio Oriente, abandonado por el ejército de Estados Unidos y más solitario y destituido que nunca. Extrañamente, el paisaje se parece mucho al desierto tipo lunar que Nero cruzó para llegar por primera vez a EU; ambas escenas se rodaron cerca de Mexicali, Baja California. El paisaje no ha cambiado mucho, y Nero no ha cambiado mucho tampoco. Sus ilusiones, sin embargo, se han ido. Él no es mexicano. No es estadounidense. Apenas es Nero, sólo Nero.
Para ver la versión original de este texto en inglés vista El Daily Post.