Por Adrián Levy Pernudo*
Un ritmo de vida ajetreado. Quizás la pereza de esperar en la consulta médica. O unos síntomas conocidos que siempre tratamos igual. Estas son algunas de las causas de la automedicación, una conducta cada vez más extendida entre la población, con consecuencias nefastas para la salud.
Tres de cada diez españoles consumen dosis diarias de ibuprofeno superiores a las recomendadas para el tratamiento de dolores leves y moderados. De hecho, la ingesta de ibuprofeno tres veces al día en dosis de 600 miligramos aumenta el riesgo cardiovascular hasta en un 78%, según los datos expuestos por Julio Pascual, neurólogo del Hospital Universitario Central de Asturias. Además de complicaciones cardiovasculares, tomar fuertes dosis diarias de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como la aspirina o el mismo ibuprofeno pueden producir severos problemas en la mucosa gástrica.
Los médicos alertan de las graves consecuencias del consumo desmedido de estos medicamentos. Los expertos señalan que la toma diaria y prolongada de analgésicos puede triplicar el riesgo de un derrame cerebral. No obstante aclaran que recurrir a este medicamento de forma esporádica no provoca ningún problema.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de la mitad de los fármacos se prescriben, dispensan o venden de forma indebida, y que la mitad de los pacientes no los toman de manera correcta.
Pero la automedicación no se queda en antiinflamatorios y analgésicos. Los virus son los principales responsables de catarros y gripes y el automedicado suele, de manera errónea, tratar con antibióticos estas dolencias. Aquí se presenta un doble fallo. El primero es no acudir al médico. El segundo es pensar que un antibiótico resolverá el problema. Este tipo de medicamentos actúa contra bacterias y un virus no lo es. De nada servirá su uso.
Se produce un círculo perverso que a largo plazo puede ser peligroso. No sólo no se acaba con la dolencia sino que el consumo innecesario de antibióticos debilita nuestro organismo para hacer frente a futuras infecciones bacterianas. El cuerpo humano, acostumbrado a la ingesta inadecuada de antibióticos, no puede luchar contra unas bacterias cada vez más evolucionadas.
En palabras de Zsuzsanna Jakab, directora regional de la OMS en Europa, “desde su descubrimiento hace ya 70 años, los antibióticos han mantenido con vida a la gran mayoría de la población”. En cualquier caso, continúa la experta, “si queremos mantener este milagro de la medicina, se hace necesario poner en marcha campañas que promuevan su uso responsable”. En muchos países los antibióticos pueden obtenerse sin necesidad de receta médica. En España su venta sí está regulada, aunque según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) “un 12% de las farmacias podrían estar vendiendo antibióticos sin la obligatoria receta médica”.
Además, la automedicación puede provocar distintas alergias. Un 15% de la población española podría sufrir alguna reacción adversa a fármacos, aunque sólo en un 7% de los casos se confirma que es alergia, a la vista de los datos reflejados por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Uno de los mayores logros del siglo pasado fue el descubrimiento de la penicilina, en 1928. Alexander Fleming dio con ella de manera casual, como suele ocurrir con muchos avances de la humanidad. El cuerpo humano contaría, a partir de entonces, con un nuevo aliado frente a las bacterias. El científico británico nos indicaba usarla “contra los microbios vulnerables a ella, en la dosis indicada y con un tratamiento justo para eliminar la infección; siguiendo estas reglas, todos quedarán satisfechos; de lo contrario, el resultado será decepcionante”. Hoy, los intensos cambios en la vida, el estrés y nuestra sociedad de consumo marcan el ritmo, olvidando aquello que nos aconsejaba Fleming. Hay menos tiempo para el descanso y para escuchar mejor a nuestro propio cuerpo con la ayuda del médico de nuestra confianza.
* Adrián Levy Pernudo.Periodista
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