¿Selección nacional o natural?

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Por: Pineda Jaimes

Antaño no sólo era importante haber nacido en un país para portar con orgullo la camiseta del equipo nacional, éste se convertiría en el paradigma más importante de lo que significaba pertenecer a una selección para competir en un mundial.

Hoy, las exigencias de la mercadotecnia, la globalización y el cambio de paradigmas mundiales, han impactado también en el mundo del futbol. Antes, las cosas eran más sencillas: nacías en un país y sólo podías representar a ese país, así de simple, así de sencillo. Cualquier otra interpretación que se quisiera dar, ni siquiera era considerada. Esto era así porque no existía mucha movilidad de futbolistas y las propias edades de los jugadores para debutar en las canchas, no era tan rápido como hoy sucede, cuando vemos que los grandes clubes “fichan”, “compran”, como modernos esclavos, a jugadores que apenas rebasan los 12 años de edad, pero que son preparados para convertirse en un futuro muy cercano en un gran negocio para el equipo que los adquirió.

Hoy el futbol es uno de los productos más globales del mundo y así se debe entender. Bueno, creo que tan se entiende, que a pocos aficionados les importa saber de la verdadera nacionalidad de los futbolistas que representan a un país.

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Hoy es perfectamente común observar fenómenos sociales tan interesantes como el ver que dos hermanos vistan y defiendan dos naciones distintas a la que vio nacer a sus progenitores, como es el caso de los Boateg, de origen ghanés. Kevin Price Boateg  nació el 6 de marzo de 1987 en el Berlín de la llamada entonces Alemania Occidental, lo mismo que su hermano menor, Jerome, quien lo hizo el 3 de septiembre de 1988. La diferencia es que el primero defiende al equipo de Ghana y el segundo al de Alemania, donde los dos juegan actualmente. Jerome, o Jerry como le dicen, defiende la zaga del Bayer Munich de Pep Guardiola, mientras que su hermano Kevin juega en el Schalke 04. Un dato único en la historia mundial del futbol, los dos se enfrentaron en un Mundial, en 2010 jugando, obviamente con naciones distintas. En aquel entonces, Alemania se impuso 1-0 a Ghana. Hoy otra vez están en un mundial, y si juegan, podrían volver a enfrentarse nuevamente.

O el caso de Diego Costa, nacido en Lagarto, Brasil el 7 de octubre de 1988, pero que también tiene la nacionalidad española, nación por la que finalmente decidió jugar en este Mundial de 2014, para enojo de los brasileños, quienes querían verlo vestir la verde-amarela. Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas para Diego. Su decisión de despreciar a Brasil, en “su” Mundial y ante su afición, se la han cobrado caro. Costa se ha convertido en el enemigo público número uno para los hinchas brasileiros, quienes no se cansaron de hostigarlo y gritarle: “¡traidor!, ¡traidor!”, por decir lo menos, en el partido de España contra Holanda. A Diego tal vez poco le importe, sabiendo que una vez que se acabe el Mundial, marchará ya no a Madrid, donde vivió sus mejores momentos con el Atlético, sino que ahora enfilará a Londres para jugar en el Chelsea de Mourinho.

Un caso muy similar pero sin tantas consecuencias, sino que por el contrario ha despertado muchas simpatías, es el del mexicano Giovanni Dos Santos, quien nació en México ahora esta precisión es importante, aunque suene un tanto extraña-, hijo de madre mexicana y padre brasileño, el exfutbolista Geraldo Dos Santos, mejor conocido como Zizinho, quien jugó en el América. Aquí a diferencia de Costa, no hay animadversión, sino más cariño por el mexico-brasileño, ya que éste nunca fue convocado, y por tanto nunca rechazó nada.

Algo más “extraño” –si se me permite la expresión- es el del hijo de otra gloria del futbol mundial, el camerunés Francois Omam-Biyik, quien jugara en México en la década de los 90, nación donde naciera su hijo Emilio Omam-Biyik, ahora de 19 años, quien actualmente juega en el equipo francés La Berrichonne de Chateauroux, de la segunda división. Emilio por estas circunstancias, en su momento, si logra destacar en el futbol mundial, tendrá que decidir entre tres países por quién jugar: México, donde nació, Camerún, la nación de sus padres o incluso Francia, nacionalidad que adquirió al vivir ahí desde los 4 años de edad. Ahora, de acuerdo a lo que ha dicho el chico, se inclina por nuestro país.

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Pero sin duda, el caso más extremo es el de la que se espera sea la sensación de este Mundial: la selección de Bélgica, que en eso de llevar a “extranjeros” en su equipo, se pinta sola. De sus 23 jugadores, 11 nacieron en ese país, pero los orígenes de sus padres son distintos, producto de la política de Bélgica que en los últimos años ha abierto las puertas de su país a la inmigración. Por ejemplo, el defensa Vincent Kompany, es hijo de padre congoleño. Otro defensor, Anthony Vanden Borre, es congoleño; Daniel Van Buyten, defensor, es de origen alemán.

El caso del volante Axel Witsel, es hijo de padre martiniqueño o el del defensor Marouane Fellaini, de origen marroquí, lo mismo que el volante Nacer Chadli. En cambio, el volante Mousa Dembélé, su padre es de Malí. Otro de origen congoleño es el volante Romelu Lukaku. La lista la cierran los volantes Divock Origi de padres keniatas; Kevin Mirallas de origen español y Adnan Januzaj, albano-kosovar. Lo que sí le puedo asegurar, es que prácticamente no hay selección en este mundial que no traiga algún “extranjero”, por así decirlo. Bueno, hasta nosotros traemos no sólo a Giovanni, sino a Miguel Ponce y “El conejtio” Isaac Brizuela. El primero nación en Sacramento y el segundo en San José, ambos en California, Estados Unidos, pero de padres mexicanos y por eso optaron por defender la casaca nacional.

¿Selección nacional o natural? Mmmm… ¿Qué le digo?

Nos vemos mañana. Buen día y buena suerte.

 

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