Por John M. Ackerman
La actual tasa de aprobación ciudadana para el presidente de la República se encuentra en el punto más bajo en la historia reciente del país, y quizás incluso del último siglo. Ningún presidente de los últimos tiempos ha llegado a ser tan rechazado por la población mexicana como Enrique Peña Nieto. Ni siquiera Ernesto Zedillo después de la tragedia económica de 1995, Vicente Fox en un sexenio repleto de fracasos y traiciones, ni Felipe Calderón luego de hundir al país en un baño de sangre, lograron generar tanta ira entre los mexicanos.
Hasta la casa encuestadora que infló de manera consistente las intenciones de voto para Peña Nieto durante la campaña presidencial de 2012, GEA-ISA, ha tenido que aceptar que un tope máximo de 37% de la población hoy aprueba la gestión del actual presidente. Esta misma encuesta (“México: política, sociedad y cambio” divulgada el 9 de abril) revela que únicamente 11% de la población considera que la situación política del país es “muy buena” y el mismo reducido porcentaje considera que la situación económica es favorable. Otra encuesta reciente, realizada por “Grupo Impacto Inteligente”, demuestra que solamente 19% de los habitantes de la Ciudad de México tienen una opinión positiva de Peña Nieto y que 70% reprueban su gestión (otorgándole una calificación de 7 o menor).
Un estudio de opinión pública divulgado recientemente por el Instituto Nacional Electoral (INE) confirma la tendencia generalizada de la población mexicana de guardar una sana distancia crítica de los políticos, los medios de comunicación y las instituciones públicas. El documento “Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México” revela que solamente 36% de la población confía en el gobierno federal y 33% en el Instituto Federal Electoral (ahora INE). Los medios reciben el voto de confianza de únicamente 31% de la población y los partidos políticos de un escaso 20%. Cada día es más difícil engañar a una población mexicana cada vez más consciente e informada.
Nos encontramos entonces en una coyuntura favorable para la construcción de esfuerzos coordinados desde la sociedad para convertir este descontento en acción. El viejo régimen del partido de Estado mantenía su control autoritario sobre el país en base al fomento de una confianza ciega de la población en las instituciones supuestamente “revolucionarias” y sobre todo en la supuesta bondad y la autoridad del Presidente de la República. El actual rompimiento histórico de estos mitos generados por el Estado despótico, deja la mesa puesta para el surgimiento de nuevos actores sociales que puedan ganar la confianza de los ciudadanos y ejercer un nuevo liderazgo social.
La gran recepción ciudadana a las 10 preguntas que el director de cine Alfonso Cuarón planteó a Peña Nieto sobre la reforma energética, y el hecho que el gobierno federal consideró necesario “contestar” aunque sea de manera simulada e hipócrita a las mismas, es un importante indicador de la coyuntura actual. Peña Nieto ya no controla los términos del debate o la agenda pública. El poder se traslada paulatinamente de la clase política a la sociedad.
La liberación de (casi) todos los presos políticos detenidos en manifestaciones sociales en el Distrito Federal desde el 1 de diciembre de 2012 hasta la fecha (faltaría todavía el importante caso de Mario González) también desacredita la políticas represoras de Miguel Ángel Mancera y Marcelo Ebrard. Si bien los policías capitalinos siguen abusando cobardemente de su autoridad, los jóvenes ahora liberados y sus valientes abogados han dado una clara muestra de poder popular. Se encuentra en marcha un histórico proceso de reconquista de las calles de la capital del país para la sociedad indignada.
El atraso en la aprobación de las reformas a las leyes secundarias en las materias energética, telecomunicaciones y electoral es también una gran noticia. La sociedad cuenta con seis semanas de gracia, antes del periodo extraordinario de sesiones del Congreso de la Unión programado para la segunda quincena de junio, para demostrar su fuerza y evitar la consumación del atraco y la censura. Estas seis semanas constituyen una oportunidad de oro para la articulación de movimientos e iniciativas sociales, evitando en todo momento los sectarismos y los protagonismos de siempre.
El dinero y la represión lograron colocar un inepto en la silla presidencial. Pero han fracasado olímpicamente para ganar adeptos a la causa neoliberal. Los fuegos de artificio de Peña Nieto han engañado a muy pocos. Si bien todavía existen algunos desubicados que piensan que el PRI y el gobierno actual buscan el bienestar general, la cantidad de ciegos se reduce cada día. Se acabó la “luna de miel” de la restauración autoritaria y empieza a surgir de nuevo, como el Búho de Minerva, la voz de la sociedad.
Twitter: @JohnMAckerman
Fuente:Soberanía Popular