La balada de los arcos dorados, un relato de Juárez con humor. Esta novela, del juarense César Silva, obliga a un periodista y un policía a investigar homicidios en Juárez, entre inverosímiles teorías y la constante presencia de las hamburguesas de McDonald’s.
Por Rosalía Solís
Siempre que hay un cuerpo tirado en la calle aparecen un periodista y un policía. Luis Kuriaki y Julio Pastrana son esos dos personajes en La balada de los arcos dorados, novela en honor a las muertas de Juárez.
“Tenía año y medio queriendo escribir una novela-venganza en honor a la asesinadas de Juárez, pero no sabía cómo, no sabía quién iba a ser el personaje principal, no sabía nada de cómo iba a ser, hasta que Luis fue a mi casa y me empezó a platicar”, cuenta el juarense César Silva Márquez, autor de la novela.
El periodista Luis Kuriaki existe, “no es la historia de él, pero él es periodista y él tuvo problema con la droga”. Julio Pastrana, el policía de la novela, está basado en el actor Joaquín Cosío, “(cuando estaba escribiendo) pensaba en él, la voz y lo adusto, lo seco que puede ser”.
El escenario: Ciudad Juárez de 2009. “Una zona de guerra” dice Silva, a pesar de que en ese tiempo él ya no vivía ahí y durante los 35 años en que lo hizo nunca estuvo cerca de un tiroteo. Eso sí, balazos siempre se han escuchado.
“Era muy raro porque estabas en tu casa viendo televisión y oías, brbrbrbr, tatatatá, y ya. Y a veces duraba un poquito más, trutrutrutrutru, tatatatata, brrrrrr, papapá, y ya. A veces se oían las sirenas, a veces no se oía nada. Pero a lo lejos, muy lejos”.
De jeans y playera negra, la mayor parte del tiempo sonriente y solo unas pocas veces con gesto serio, Silva Márquez habla sobre la publicación de su obra La balada de los arcos dorados, ganadora del Premio Nacional de Novela INBA José Rubén Romero 2013.
Rodeado de libros, en la librería Rosario Castellanos de la colonia Condesa, el poeta y ahora narrador explica que para él hacer una novela es un problema matemático, en este caso ver qué pasaría si una persona común se hace justicia por su propia mano.
Kuriaki y Pastrana, periodista y policía, coinciden en varias escenas de crimen donde hay cuerpos de hombre mutilados. A fuerza de toparse una y otra vez, colaboran para descubrir qué hay detrás de estos crímenes, que ocurren en el tiempo en que muchas mujeres son asesinadas y en el que surgen teorías inverosímiles sobre los homicidios, como un tigre suelto o una epidemia zombie.
“Los puse juntos, o medio juntos, porque quería ser un estilo superhéroe, donde Luis Kuriaki es Bruce Wayne y Pastrana, que golpea como Batman, sea Batman”.
Silva Márquez aclara que nunca fue su pretensión hacer una novela sobre Juárez, sino una historia divertida en un contexto violento, necesario para su protagonista, un joven periodista acosado por el fantasma de su adicción a las drogas y obligado, por su trabajo, a indagar los asesinatos.
“Yo no quiero reflejar la realidad, lo que quiero es divertir, entretener con una novela, lo demás viene extra. ¿Por qué ponerla en ese momento? Porque el personaje (Kuriaki) necesitaba un contexto violento para que se sintiera vulnerable, no para mostrar un Juárez violento”.
Nombres, fechas, lugares tomados de la realidad le dan tintes de crónica y reportaje, de modo que al leerla parece que es una historia real. El nombre hace referencia a McDonald’s, cuyas hamburguesas están presentes en toda la historia, y que para Silva Márquez representan “la cúspide del arte pop”.
Escrita de y editada por Almadía, Silva Márquez quisiera que todo mundo leyera La balada de los arcos dorados, “escribiendo algunas escenas me imaginé yo riéndome, si yo me río digo, esto es divertido, a veces no me agarran mis chistes, pero eso es lo de menos, mientras yo me ría está divertido, y ya si alguien cae en el chiste, pues mejor”.
Fuente: Milenio