Llegó este domingo la fecha del multianunciado retiro de los 30 mil soldados rusos que participaban en maniobras militares en Bielorrusia, pero los presidentes Vladimir Putin, ruso, y Aleksandr Lukashenko, bielorruso, dieron marcha atrás y ordenaron prolongar estos ejercicios bélicos cerca de la frontera con Ucrania “debido al aumento de la actividad militar cerca de las fronteras (de Rusia y Bielorrusia) y el agravamiento de la situación en el Donbás (región separatista del este ucranio)”, según el comunicado que justifica la decisión.
En ese contexto, los dirigentes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donietsk y Lugansk continúan aportando testimonios del empeoramiento de la situación, en particular no dejan de acusar a Kiev de pretender invadir de un momento a otro los territorios rebeldes, mientras difunden imágenes de bombardeos y de la evacuación de mujeres y niños, elementos que buscan crear la impresión de que hay una catástrofe humanitaria en ciernes.
Hay dos formas de entender qué está pasando ahí. La primera es que el gobierno de Ucrania perdió el juicio –y aunque tuvo ocho años para intentar solucionar por la fuerza el problema de las regiones que no se supeditan a Kiev y no se atrevió por que sabe que provocaría una inevitable reacción del ejército ruso en defensa de la población de origen ruso–, ahora decidió hacerlo, justo cuando Rusia concentra junto a su frontera más de 100 mil soldados.
La segunda, no obstante que la primera carece de lógica, es que –desde el punto de vista del Kremlin– es necesario mantener la tensión en la frontera con Ucrania para que Estados Unidos y la OTAN presionen a Kiev a aceptar el cumplimiento de los acuerdos de Minsk, en el orden que lo desea Moscú, para asegurar un “estatus especial” a las regiones rebeldes.
Los mandatarios de Rusia, Vladimir Putin, y de Francia, Emanuel Macron, hablaron hoy por teléfono durante dos horas, a iniciativa del galo, para intentar que no se cierre la línea del diálogo ante la actual crisis. Además de constatar, como era de esperar, que no hay avances en el cumplimiento de los acuerdos de Minsk, los presidentes acordaron que sus asesores políticos se vuelvan a reunir para intentar establecer un alto el fuego, según la versión del Elíseo.
Un comunicado del Kremlin parece confirmarlo: “Teniendo en cuenta la gravedad de la situación actual, los presidentes reconocieron que era aconsejable intensificar la búsqueda de soluciones por medios diplomáticos a través de las cancillerías y de los asesores políticos de los líderes del formato de Normandía”.
Quedan pocos días para que los cancilleres Serguei Lavrov, de Rusia, y Antony Blinken, de Estados Unidos, mantengan un nuevo encuentro que puede resultar clave para ver si el Kremlin está dispuesto a comenzar el repliegue de sus tropas y a negociar iniciativas de control de armamento.
Ello va a depender de lo que pueda ofrecerle la Casa Blanca respecto de la posibilidad, ciertamente hipotética, de que Ucrania pueda ingresar o no a la OTAN y de las otras dos exigencias rusas (no instalar armas ofensivas cerca y desmantelar la infraestructura militar de la alianza noratlántica hasta niveles de 1997), calificadas de “imposibles de cumplir” por Washington y Bruselas.
Fuente: La Jornada