Por Armando Bartra
Utopía posible, discontinuidad en el campo social, estado de excepción que dura ya 18 años, el de los zapatistas es un mundo inestable y amenazado que para sobrevivir, además del cotidiano trajín adentro, tiene que romper periódicamente el cerco que lo aprisiona. Esta vez se tardaron, pero el regreso del dinosaurio no permitía posponer más la decisión.
Y como de costumbre van comunicados. El primero y segundo enjuician sin más al gobierno entrante y al saliente. La miga está en el tercero, donde repiten de palabra el mensaje del 21: pese a los ataques de gobiernos, partidos, políticos, intelectuales y medios los zapatistas están ahí más fuertes que nunca; reiteran su estrategia: ni guerra ni resignación, lucha y resistencia, y ratifican su compromiso con dos instancias nacidas zapatistas: el Congreso Nacional Indígena (CNI) y La Sexta. Pero la clave está en dos definiciones presentadas como emplazamientos: una demanda al gobierno federal que cumpla sus compromisos elevando a rango constitucional los derechos y cultura indígenas, la otra conmina al “pueblo de México que se organiza en formas de lucha electoral y resiste (…) los fraudes y agresiones que al final todos padecemos, (a que) reconozca al fin en nosotros otra forma de hacer política”.
Puntos novedosos, pues hace 12 años, cuando el Congreso aprobó un remedo de derechos indios, el ezeta concluyó que ahí, arriba, no había nada que hacer y archivó la ley Cocopa; y hace seis, al descalificar a López Obrador y su campaña comicial, se desmarcó de los electoristas que le hacen el juego al sistema.
Demandarle a Peña que los reconozca y cumpla lo acordado en San Andrés, y a Morena que los vea como aliados y no como rivales, me parecen dos definiciones complementarias, pues al emplazar públicamente al PRI a que retome el proceso negociador interrumpido hace 16 años, se aumenta el costo que para el gobierno tendría una salida represiva. Pero sería ingenuo pensar que basta con recordárselos para que el tricolor cumpla sus compromisos, y optimista suponer que con el ezeta, el CNI y La Sexta basta para desalentar a los halcones del sistema, la correlación de fuerzas necesaria para sobrevivir al regreso del dino incluye a todos los contingentes disponibles, y uno de ellos es Morena, movimientista y a la vez electoral.
Habrá un plan de acción, pero de momento tenemos dos señales: una a Peña, el enemigo cierto, al que se busca neutralizar, otra a Morena, el posible aliado, con el que se busca la convergencia. Una forma de romper el cerco arriesgada, pero transitable.
Y digo arriesgada porque si un cambio constitucional alcanzado en la cresta de la movilización popular –como lo hubiera sido la ley Cocopa en 1996 o 2001– es un triunfo que sin duda se hará valer, una enmienda negociada en frío huele a concesión y aprovecha más al otorgante que al destinatario. Y es que a la postre lo que cuenta no es la letra de la ley, sino la fuerza que la esgrime y en el movimiento popular llevamos meses de un reflujo que, en el caso de los pueblos originarios, es mucho más prolongado. Ya lo sabía Villa, quien en 1919 antes de pactar su pacificación con el nuevo gobierno que presidía De la Huerta, sacó de Chihuahua a los pocos dorados que le quedaban, cruzó el imposible desierto de Mapimí y cayó como un relámpago sobre Sabinas, en Coahuila. Y sólo cuando sus bonos estaban de nuevo al alza, se sentó a negociar.
Cierra los comunicados el anuncio de que a partir de ahora muy pocos podrán acceder a la palabra y obra del ezeta. Sorprendente en un movimiento contestatario, el aviso puede interpretarse como el abandono de la innovadora y carnavalesca política de comunicación, que en un tiempo hizo del ezeta un protagonista mediático, para circunscribirse al diálogo con los que están directamente en la jugada. Lástima.
Posdata 1. Los morenos no endosamos culpas, menos al ezeta. Perdimos en 2006 y 2012 porque no nos alcanzó para contrarrestar las pillerías electorales de Calderón y Peña. Y es que mientras otros parecen esperar a que el sistema se caiga solo, nosotros construimos poder popular a la vez que luchamos por cambiar el régimen por la vía electoral. Y a veces uno falla. Pero no le hace, pues si no yerras, no alcanzas la razón (Goethe).
Posdata 2. Será que me hago viejo, pero lo cierto es que pese a las proverbiales mentadas –lo de estúpido pase, pero traidor es un poco fuerte, ¿no?– en el fondo me da gusto que el viejo blusero siga ahí, tan respondón como siempre.
Fuente: La Jornada