Por Cristiano Morsolin*
Óscar Arnulfo Romero, fue arzobispo de San Salvador desde 1977 y durante su ministerio denunció públicamente la violencia política y las violaciones a los derechos humanos que se vivían en su país. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador.
Organizaciones populares y religiosas de El Salvador conmemoraron el pasado domingo el 33 aniversario del asesinato del obispo mártir monseñor Oscar Arnulfo Romero y su legado por los pobres y perseguidos.
La Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, que investigó las violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado (1980-1992), concluyó en 1993 que el crimen fue organizado por el fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), el mayor Roberto D´Aubuisson. D´Aubuisson dio la orden de asesinar al Arzobispo e instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrones de la muerte”, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato, precisa el documento (p.132).
Un día antes del atentado, el domingo 23 de marzo de 1980, monseñor Romero hizo en su homilía un ferviente llamado a la dictadura militar a cesar la persecución del movimiento popular reivindicativo. “En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”, expresó.
Los homenajes a Romero se prolongaron durante los últimos días por la fundación que lleva su nombre y la Universidad José Simeón Cañas (UCA), jesuita, también desarrolló un programa de actividades en su memoria.
El presidente Mauricio Funes, quien considera a Romero el guía espiritual de la nación y durante cuya administración se han hecho los primeros homenajes oficiales al religioso, rindió la víspera tributo al obispo mártir. El nombre de Monseñor Romero significa opción preferencial por los pobres, significa la justicia por la que luchamos y, sobre todo, la verdad que nos permitirá alcanzar la paz que todos anhelamos, afirmó Funes. El mandatario subrayó que “fue en vida la voz de los que no tienen voz y ahora, después de su martirio, siempre será así”. Recordó que el crimen fue ejecutado “bajo órdenes de mentes asesinas de la época, de gente que quería callar la voz de Monseñor, que quería borrar con esa muerte su palabra a favor de los pobres, de los vulnerables”. “Aún seguimos esperando que la justicia llegue al fondo del caso y revele esa verdad, que no solo se debe a los familiares de Monseñor, sino a la Iglesia Católica y a todo el pueblo salvadoreño”, expresó (1).
JON SOBRINO, S.J., director del Centro Monseñor Romero de la UCA de San Salvador, ha subrayado que “viendo el sufrimiento de los salvadoreños dijo Monseñor Romero: “No abandonaré a mi pueblo”. Y no fueron palabras vanas. Solía decir: “Con ustedes correré todos los riesgos”. Y al presidente del país que le ofrecía protección le contestó solemnemente: “Quiero decirle que, antes que mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales”. De su dolor habló Monseñor en las homilías. “Hermanos, ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente”. Y las homilías las preparaba así. “Le pido al señor durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento”.
Creaba, estrujaba el lenguaje, para que aflorase su dolor. “Esta semana se me horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos pequeños que venía a informarme. Según ella lo encontraron con señales de tortura y muerto. Ahí está esa esposa y esos niños desamparados”.
Arremetió contra los criminales, y más allá de la justicia legal y restaurativa conminó a hacerse cargo de la vida de esos nueve niños: “Yo creo que el que comete un crimen de esa categoría está obligado a la restitución. Es necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este reciban ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en conciencia de ayudar a sostener ese hogar”. Y la buena noticia de ese pueblo. En ese pueblo sufrido Monseñor Romero encontró luz, cariño y amor. “Siento que el pueblo es mi profeta”. “El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. “Entre ustedes y yo hacemos esta homilía”. “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”. “Me glorío de estar en medio de este pueblo”.
Razón tenía el padre Ellacuría cuando dijo: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador” (2).
Celebraciones el mundo
Religiosos y referentes de los derechos humanos, como el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, participaron el pasado sábado 23 de marzo de diversos actos en Roma (Italia) para recordar el 33 aniversario del asesinato del obispo salvadoreño, Oscar Romero.
Las actividades comenzaron hace algunos días, pero el acto central se efectuó ayer y hoy con la realización de un encuentro público en el Capitolio, titulado “Martirologio Latinoamericano”, una misa y un celebración ecuménica realizada bajo el lema de “Oscar Romero símbolo de los mártires de la justicia y de la paz”.
Pérez Esquivel afirmó que el religioso salvadoreño es “un mártir y profeta de la iglesia” cuyo mensaje fue “ser coherente entre el decir y el hacer con el Evangelio”.
Estas celebraciones para recordar a Romero son de larga tradición en Roma, ya que comenzaron hace varios años por iniciativa del entonces Director de la Caritas romana, monseñor Luigi Di Liegro, se informó oficialmente en comunicado del CIPAX. Además, en Roma existe una iglesia -la basílica San Bartolomeoall`Isola- que dedica sus altares a los “Mártires del Siglo XX y XXI”, y donde se pueden ver las imágenes de sacerdotes, religiosas y laicos muertos por el terrorismo de Estado en Latinoamérica (3).
Ángel González, colaborador del Movimiento Latinoamericano Molacnats, me ha comentado que “en Diciembre de 1980, niños de los sectores populares de los barrios del Norte de Barquisimeto, Venezuela agrupados en el Movimiento de Acción de los Niños (MOANI) organizaron una marcha por la Paz, en solidaridad con el pueblo Salvadoreño y en memoria del Santo Martir de ese país, quien defendió la dignidad de los pobres, denunció las masacres cometidas por las fuerzas armada y el gobierno nacional apoyado por el gobierno de los Estado Unidos. Recordamos en esta Semana Santa la pasión, muerte y resurrección en el pueblo, de un verdadero profeta quien con su sangre regó las tierras de nuestra América latina donde hoy germinan los frutos de lucha, dignidad y libertad. Viviremos y Venceremos!”.
Gustavo Gutiérrez, sacerdote, teólogo y padre de la Teología de la Liberación, se une a la búsqueda de justicia que anima la lucha de Monseñor Romero con esta reflexión para la semana santa.
“¿Tú eres rey?”, pregunta Pilato a Jesús en un texto del evangelio de Juan que volveremos a leer esta Semana Santa. Jesús no lo niega, pero precisa: “Mi reino no es de este mundo”. Pilato, astuto, no se engaña, le dice: “¿Entonces tú eres rey?”. Una cuestión que es, más bien, un aserto. Jesús asiente: “Yo soy rey”. Esa afirmación le costará la vida. Sus acusadores aprovecharán para gritar que ello va contra la autoridad del emperador romano, por esa razón, y no sin intención burlona, pondrán la inscripción INRI en la cruz.
Pero ¿qué ha querido decir Jesús al sostener que su reino ‘no es de este mundo’? ¿Se trataría de un reino ahistórico, alojado exclusivamente en un más allá de nuestro tiempo? Según el testimonio de los evangelios, el reino está presente desde ahora entre nosotros, en ruta a su plenitud, incluso nos enseñó a pedir “que tu reino venga”. Jesús dice a Pilato que es rey, pero de un reino muy distinto al que el gobernador representa. No es mundano, no usa el poder para dominar y defender privilegios, sino para servir. Servir, ante todo, a los últimos de la sociedad, a los olvidados. Sin duda, se requiere de medios eficaces para transformar situaciones en las que no se respeta la dignidad humana y los derechos humanos de los más débiles; eso sí constituye un poder, pero, desde las enseñanzas del evangelio, deber ser siempre un poder generoso y humilde de servicio. No como el de “los grandes de este mundo” que “tratan despóticamente” y “abusan de su poder”. “Que no sea así entre ustedes”, les dice Jesús a sus discípulos (Marcos 10,42). Una advertencia hoy para todos, incluida la propia Iglesia.
Hacer memoria de la muerte y resurrección de Jesús debe ser una ocasión para respirar a pleno pulmón y experimentar el don de la vida que celebramos en estos días. No nos dejemos ganar por el escepticismo frente a la necesidad de cambios personales y a la posibilidad de construir una sociedad justa y humana, en la que todos tengan un lugar digno y justo. Aprender a estar alertas frente a todo tipo de maltrato y discriminación, y ser conscientes de la parte de responsabilidad que nuestra dejadez y repliegue culpable sobre nosotros mismos pueden tener en esos hechos, son condiciones indispensables para un cambio. Al renovar nuestra esperanza en el misterio pascual que celebraremos muy pronto, renovemos igualmente la capacidad de estar atentos a todo lo que vulnere a los seres humanos, imágenes de Dios para un creyente, por quienes Jesús entregó su vida”, concluye Gustavo Gutiérrez (4).
Monseñor Romero y el nuevo papa Francisco
El papa Francisco acaba de decirnos que sueña con una “Iglesia pobre y para los pobres”, para eso necesitamos, como lo ha dicho también, reconocer que el auténtico poder de la Iglesia consiste en servir a los pobres.
El premio nobel por la paz Adolfo Pérez Esquivel encontró el Papa Francisco en Vaticano y asistió en Roma a una misa y a otra ceremonia en memoria del obispo salvadoreño. “Con el Pontífice hemos hablado de nuestros mártires, semillas de vida que han dado la propia vida por otras personas. Romero era un gran profeta, es un mártir de la Iglesia”, dijo. “Estamos muy contentos con la elección del papa Francisco. Por primera vez ha sido elegido un pontífice latinoamericano y eso llevará a la Iglesia a salir del eurocentrismo” comento Pérez Esquivel a los periodistas reunidos en la sede del Serpaj (Servicio Paz y Justicia) en Roma.
Espero que el Papa Francisco pueda reconocer que el Reino de Dios en la Tierra fue construidotambién por sacerdotes que fueron injustamente expulsados por el orden de los salesianos, como por ejemplo Alejandro Cussianovich (Perú) y Gerardo Lutte (Bélgica-Italia), como acabo de denunciar en el artículo “Le pape François et une églisedes les pauvres“que he publicado en la agencia ALAI (5) y en el Forum des Alternatives (6).
Concluyo con las palabras de JON SOBRINO, S.J., director del Centro Monseñor Romero de la UCA de San Salvador: “Este año el aniversario de Monseñor Romero coincide con la elección de un nuevo papa, Francisco. Para terminar quiero decir brevemente dos cosas: la primera es mi deseo de que en él los pobres encuentren siempre compasión. Que el papa nos ayude a nosotros a ser compasivos con los pobres. Y que nosotros ayudemos al papa a ser compasivo con ellos. La segunda es presentarle algunos deseos. Menciono cuatro que me parecen importantes, y que espero sean de su agrado:
1. Que proclame que la Iglesia es Iglesia de los pobres, y que escuche con alegría el aplauso de Juan XXIII, quien descansa en paz en una tumba cercana a su aposento papal.
2. Que de una vez por todas enaltezca a la mujer y resuelva valientemente el problema de la mujer en la iglesia. Y que con las mujeres dentro la Iglesia sea mejor partera de humanidad.
3. Que no abandone la modesta cruz que lleva al pecho. Y que comience a dar pasos para dejar de ser jefe de Estado. Y así, que haga de la iglesia un pueblo que camina, con tanteos, hacia Dios.
4. Que canonice sin necesidad de repetir fórmulas y sin quedar aprisionado en normas, a todos los mártires y a todas las mártires de la justicia en el seguimiento de Jesús. Y si busca un nombre para que todos ellos y ellas tengan nombre, desde aquí le ofrecemos muy humildemente el nombre de Monseñor Romero y el nombre de los mártires de El Mozote. Y que él añada muchos otros nombres de hombres y mujeres -y de pueblos crucificados- que han dado su vida por amor como Jesús crucificado y como el siervo sufriente de Yahvé. Con todos ellos y con todas ellas Dios ha pasado por este mundo.
Que Monseñor Romero le ayude al papa Francisco. Y que nos ayude a todos nosotros a parecernos a Jesús de Nazaret”, concluye p. Jon Sobrino (7).
NOTAS
(3) http://www.cipax-roma.it/oscar_romero.asp
(4) http://puntoedu.pucp.edu.pe/opinion/la-semana-santa-y-los-pobres/
(5) http://alainet.org/active/62630
(6) http://www.forumdesalternatives.org/fr/le-pape-francois-et-une-eglise-des-les-pauvres
* Cristiano Morsolin es Operador de redes internacionales para la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica. Co-fundador del Observatorio sobre Latinoamérica SELVAS. Trabaja en Latinoamérica desde 2001 con experiencias en Guatemala, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil.Investigador, panelista y autor de varios libros.
Fuente: Alainet.org