Por Juan Pablo Proal
Roles de canela Bimbo, leche Hershey’s de chocolate, galletas Deliciosas Vainilla, Danonino bebible sabor uva. ¿Qué tienen en común estos productos? Todos son dañinos para la salud y todos son candidatos a ser beneficiados con un sello nutrimental facilitado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).
Bañados de azúcares, esponjosos, los pastelitos Bimbo o similares están guardados en empaques que presumen los muchos beneficios que darán a nuestra salud. Unos fueron enriquecidos con “fortileche” y calcio, otros con vitaminas o fibra. Lo mismo ocurre con botanas grasientas, cereales para niños fulgentes de colorante artificial y malteadas con tanta azúcar que entumecen la lengua. Uno sabe que son malos para la salud, pero los fabricantes quieren persuadirnos de lo contrario.
Ahora, gracias a un complejísimo etiquetado que sólo un experto en estadística podría interpretar con precisión, los productores de comida chatarra lograron que la Cofepris recomiende su consumo como una manera de mantener una dieta sana. Así de inverosímil.
El aval del gobierno federal a estos productos se presenta en un mórbido contexto. Un mexicano consume en promedio 163 litros de refresco al año, según la Organización Panamericana de la Salud. Somos el país que compra más bebidas carbonatadas del mundo. La estadística es consecuente con este panorama: más del 75 por ciento de la población adulta sufre problemas de obesidad, de acuerdo con el IMSS, y el año pasado se registraron 75 mil amputaciones por diabetes.
“Somos los mayores consumidores de refresco, somos los mayores consumidores de pastelitos, somos los mayores consumidores de sopas instantáneas, somos los mayores consumidores de botanas”, enlista Alejandro Calvillo, director general del Poder del Consumidor, durante una entrevista que sostuve con él.
En mayo pasado, la Alianza por la Salud Alimentaria (de la que El Poder del Consumidor forma parte), dirigió una carta al presidente Enrique Peña Nieto para solicitarle la derogación del decreto publicado el pasado 14 de febrero con la intención de echar abajo las nuevas regulaciones de etiquetado y publicidad en alimentos y bebidas.
La ASA argumenta que el etiquetado aprobado por la Cofepris es incomprensible para la población mexicana, induce al consumo de muy altas cantidades de azúcar y establece como recomendación el consumo diario de 90 gramos de azúcar, muy por encima de lo que indica la OMS.
Este asunto es complejo de entender, pero intentaré explicar qué está pasando. Tenga a la mano una botella de Coca Cola de 600 mililitros. Verá que la etiqueta dice que el producto tiene 63 gramos de azúcar, según estos criterios, el equivalente al 70 por ciento del requerimiento diario recomendado. Es decir, para la Cofepris lo idóneo es que ingiramos 90 gramos de azúcar al día, unos 32.85 kilogramos al año… El ideal de azúcar tolerable recomendado por la Organización Mundial de la Salud es de 25 gramos al día (una lata de refresco contiene hasta 40 gramos).
¿Por qué la Cofepris adoptó entonces criterios? Para Calvillo no hay duda: “Las empresas quieren hacerte pensar que es un requerimiento (el consumo de azúcar añadido), pero la OMS dice que no hay requerimiento de azúcares, sólo habla de un máximo tolerable”.
– ¿Por qué se publicó este decreto? –le pregunté.
– La única explicación es que son los criterios de la industria. Es algo evidente y demostrable. Son los mismos diseños, los mismos dibujos, les cambian algunas cositas, pero es exactamente el mismo criterio de la industria.
Si quiere ver cuán desaseado es el etiquetado de la comida chatarra compre unas Magdalenas Bimbo. En el apartado de información nutrimental verá que contienen: 7 por ciento de vitamina B1, 7 por ciento de vitamina B2, 7 por ciento de calcio, 5 por ciento de fósforo, además de hierro, zinc, ácido fólico y muchísimos más nutrientes.
Pareciera que su consumo nos hará mucho bien. En sentido opuesto, la nutrióloga Xaviera Cabada, coordinadora de Salud Alimentaria del Poder del Consumidor, cuando examinó el producto encontró que el paquete completo contiene el equivalente a 8.5 cucharadas cafeteras de azúcar y casi 10 cucharadas cafeteras de grasa, tal cantidad cubre del 213 al 284 por ciento del máximo tolerado para un niño o niña, el 170 por ciento para una mujer y el 122 por ciento para un hombre.
Las Magdalenas Bimbo no son un caso aislado. Negritos, Doritos, Mamut, Submarinos. Todos estos nombres son familiares en la cultura popular mexicana. Si te da hambre, es lo que hay más a la mano. Cada vez se ha vuelto más difícil comer sano. Las calles de las ciudades están infestadas de Oxxos (esta cadena tiene 11 mil establecimientos en el país), Extras, tienditas y cualquier tipo de expendios abarrotados de pastelitos bañados de azúcar, refrescos, dulces y chocolates.
En una entrevista con Proceso (número 1902), Max Correa, dirigente de la Central Campesina Cardenista, ejemplificó este problema así:
“Antes los caminos rurales se empleaban para que salieran alimentos producidos de las zonas campesinas; ahora se utilizan para que entren camiones de Sabritas, Bimbo, Coca Cola, sopas Maruchan y el resto de los productos Chatarra. Debido a estas empresas, en el campo, el hambre y la desnutrición se conjugan con la obesidad”.
Le pregunté a Calvillo, experto en la materia, por qué consideraba que se había vuelto tan difícil comprar alimentos sanos. Contestó: “Hay un abandono por parte del Estado. Si analizas a Francia y Japón, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos donde los niveles de sobrepeso y obesidad son menores, sus políticas son rígidas; a nivel escolar los niños cocinan sus propios alimentos, hay una arraigada cultura de la defensa culinaria del país, eso en México está en el abandono total”.
Una consecuencia terrible de las enfermedades ligadas a la mala alimentación es que el Estado no aporta los recursos suficientes para atenderlas. “El sistema de salud va a colapsar (…) en este momento el Seguro Popular no te cubre la diálisis, que es extremadamente cara. En el sexenio de Felipe Calderón murieron alrededor de 500 mil personas por diabetes. El sistema de salud no tiene capacidad”, apuntala Calvillo.
Además, las empresas responsables de intoxicar nuestro organismo se introdujeron en el manejo de las políticas públicas y son los principales patrocinadores de las cadenas de televisión abierta del país.
Nestlé, Pepsico y Walmart, miembros del Consejo de la Cruzada Nacional contra el Hambre de la Secretaría de Desarrollo Social, se beneficiaron en los últimos diez años con más de tres mil millones de dólares en aranceles no cobrados por concepto de importación y beneficios de programas federales originalmente destinados al campo (Proceso 1902).
Silvia Ribeiro, directora en Latinoamérica para la organización ecologista ETC, escribió en el artículo “Cruzada transgénica contra los hambrientos” publicado el 20 de abril en el periódico La Jornada:
“La Cruzada Nacional contra el Hambre, programa insignia del gobierno, no tiene nada que ver con terminar el hambre, ni atender o modificar sus causas, pero sí tiene mucho de cruzada. Ahora los ‘infieles´ son indios y campesinos que cometen el pecado de tener cultura propia, de ejercer y defender sus propias formas de organización, de producción, de vida, de lucha. A ellos hay que convertirlos a la fuerza a la `modernidad’: comida chatarra, refrescos embotellados, y si insisten en que en lugar de limosnas quieren seguir cultivando, que sean transgénicos. Todo sazonado con la creación de ‘consejos comunitarios’ y apoyos selectivos, para asegurar votos y promover el enfrentamiento dentro y entre comunidades”.
Es tan oscurantista la política de información de estas compañías que el año pasado ordenaron a Televisa, Televisión Azteca y Milenio Televisión no transmitir la campaña a favor de aumentar los impuestos para las refresqueras.
Como podemos dimensionar, estas trasnacionales superaron al poder del Estado. De hecho, están detrás de sus políticas públicas y nos recomiendan sumar sus productos a nuestra canasta básica. ¿Y cuando todos convalezcan? El sistema de salud les dirá que no puede atenderlos y, desde luego, las compañías se desentenderán.
En medio de tan azucarado contexto, surge una pregunta: ¿Además de desnutrición, diabetes y obesidad, de qué estará enfermo un país que termine por ser convencido de que es benéfico desayunar roles de canela y Hershey’s de chocolate?
Fuente: Proceso