Al celebrar la primera fiesta de la Epifanía en su pontificado, el papa Francisco aseguró hoy que los Reyes Magos enseñan a todos a no quedarse en una vida mediocre y a no dejarse engañar sólo por el poder o las apariencias.
En el sermón de la misa, que presidió ante unos cuatro mil fieles en la Basílica de San Pedro del Vaticano, dijo que esta festividad recuerda la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un niño al cual llegaron a adorar los reyes de oriente.
En su mensaje, pronunciado en italiano, destacó que aquellos tres hombres buscaban “la luz” y, por ello, en su recorrido está simbolizado el destino de todo hombre: seguir las luces del sendero que lleva a la plenitud de la verdad y del amor.
Pero advirtió que los cristianos, que deben reflejar “la luz de Jesús” en el mundo”, en ocasiones pueden desatender esa misión.
Algo así ocurrió con los Magos, que a su llegada a Jerusalén perdieron de vista la estrella cuando llegaron al palacio del rey Herodes, una “mansión tenebrosa” en la cual reinaban la oscuridad, la desconfianza y el miedo, precisó.
Afirmó que Herodes estaba receloso e inquieto por el nacimiento de un frágil niño, al cual consideraba un rival aunque, en realidad, Jesús no vino a derrocarlo a él, “ridículo fantoche”, sino al “príncipe de este mundo”, al demonio.
“Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que el entramado de su poder se resquebraja, temen que cambien las reglas de juego, que las apariencias queden desenmascaradas. Todo un mundo edificado sobre el poder, el prestigio y el tener, entra en crisis por un niño. Y Herodes llega incluso a matar a los niños”, señaló.
Según Francisco los Reyes consiguieron superar aquel momento crítico de oscuridad porque creyeron en las escrituras y en la palabra de los profetas que señalaba Belén como el lugar donde había de nacer el mesías.
De esa manera, insistió, escaparon al “letargo de la noche del mundo”, reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella, llenándose de inmensa alegría.
El Papa sostuvo que los Magos enseñan a tener una “santa astucia”, una “sagacidad espiritual” que permita reconocer los peligros y evitarlos, como cuando -de regreso a su tierra- decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes sino marchar por otro camino.
“Estos sabios venidos de Oriente nos enseñan a no caer en las asechanzas de las tinieblas y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida”, indicó.