La exposición de la red global de espionaje estadounidense, mediante documentos filtrados por Edward Snowden, cumple un año y todavía estremece a Estados Unidos, pero aún no conduce a una reforma fundamental del sistema de vigilancia.
Hace un año, un artículo firmado por el abogado y periodista estadounidense Glenn Greenwald y publicado en el diario británico The Guardian reprodujo el contenido de documentos de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), en el inicio de una serie de revelaciones que estremecieron a la comunidad internacional.
Ese primer artículo reproducía la orden de una corte secreta estadounidense a la empresa de telefonía Verizon forzándola a entregar al FBI y la NSA un listado con datos de llamadas telefónicas de millones de estadounidenses. Fue el inicio de una tempestad que aún no terminó.
Las revelaciones afectaron no solo las relaciones de Estados Unidos con diversos países, inclusive aliados como Alemania o Brasil, sino que también provocó una oleada de indignación al mostrar que los propios ciudadanos estadounidenses eran objeto del espionaje indiscriminado.
Para Benjamin Wittes, del instituto estadounidense Brookings, “el verdadero problema de las revelaciones de Snowden no es el de una agencia fuera de control”, sino el desequilibrio entre las necesidades de seguridad y la protección de la vida privada.
En tanto, Janeel Jaffer, de la poderosa entidad de derechos civiles ACLU, apuntó que “le hemos dado a la NSA un poder enorme de vigilar comunicaciones de personas comunes. El escándalo es que esto sea legal”.
¿HÉROE O TRAIDOR?
Snowden, quien había trabajado como analista de inteligencia para la NSA, se refugió en Hong Kong para filtrar los documentos. Durante una tentativa de llegar a Ecuador, Estados Unidos canceló su pasaporte y eso lo obligó a permanecer 40 días atrapado en un aeropuerto de Moscú, hasta que obtuvo asilo temporario en Rusia.
La divulgación de los documentos costó caro a Snowden: anclado en Rusia, no posee pasaporte para viajar e instalarse en otro país, y en Estados Unidos el gobierno insiste en que debe ser procesado por el crimen de revelar documentos reservados.
Mientras fuentes oficiales piden su enjuiciamiento y otras voces se levantan para llamarlo “traidor” , un reciente sondeo de la empresa Tresorit y divulgado por Newsweek reveló que el 55% de los estadounidenses considera que Snowden hizo lo correcto al revelar los documentos, contra 29% que opinan lo contrario.
El Secretario de Estado, John Kerry, dijo la semana pasada que Snowden debía portarse “como un hombre” y retornar a Estados Unidos para ser procesado por espionaje.
ATERRIZAJE FORZADO
El caso tuvo ruidosas consecuencias en América Latina.
En julio del año pasado, cuando el escándalo llevaba escasamente un mes, el avión del presidente boliviano Evo Morales fue obligado a aterrizar en Austria para ser revisado por sospechas de que transportaba a Snowden para darle asilo.
Poco después del embarazoso episodio, Greenwald (quien vive en Rio de Janeiro) publicó documentos mostrando que las telecomunicaciones privadas de la presidente Dilma Rousseff también habían sido interceptadas.
Rousseff, quien tenía agendada una visita de Estado a Washington para octubre, acordó con Obama “postergar” el viaje. Al contrario de lo que hizo con la alemana Ángela Merkel, Obama ni su gobierno nunca se disculparon con Rousseff.
Los documentos mostraron que la inteligencia estadounidense también interceptó comunicaciones del entonces candidato presidencial mexicano Enrique Peña Nieto.
Hace una semana, Snowden ofreció una larga entrevista a una red de TV brasileña donde sugirió la posibilidad de solicitar asilo al gigante sudamericano. Brasil afirma no haber recibido formalmente ese pedido.
Fuente: AFP