Por Luis Javier Valero Flores
La conjunción de dos factores en la entidad, el elevado número de vehículos particulares y la no menos cuantiosa ingesta de bebidas alcohólicas, arroja año con año siniestras estadísticas, ante las cuales la autoridad, municipal en el caso de Juárez, y estatal en el de la capital del estado, han puesto en marcha diversos operativos, la mayoría de ellos consistentes en la instalación de retenes en las principales rutas vehiculares para detectar ebrios al volante y evitar, o tratar de disminuir la incidencia de accidentes, con su secuela de daños materiales y pérdidas humanas, en las que nos mantenemos entre los primeros lugares en el país.
Apenas en marzo pasado, el Director de Vialidad Estatal, Ricardo Mejía Borja, anunciaba que los retenes se quitarían en el momento en el que detectaran que la ciudadanía había tomado conciencia de lo riesgoso de ingerir bebidas alcohólicas y conducir.
Meses atrás, en Juárez, y unos días atrás en Chihuahua, las autoridades correspondientes anunciaron que los retenes serían retirados. Para ello, en Chihuahua se alegó que había una disminución del 34% en el número de accidentes presentados en el año 2012, con relación al 2010, pero en el fondo, al igual que en el de Juárez, seguramente que el factor que más influyó para tomar esa determinación fue el de las crecientes protestas ciudadanas por los numerosos abusos cometidos por los agentes de tránsito, los que, para defenderse, han argüido que sus superiores les exigen una cuota de infracciones diarias, en lo que es, de ser cierta, una clara maniobra recaudatoria.
El titular de Vialidad del Estado, Ricardo Mejía Borja Rey, señaló que en el caso de los accidentes, se tuvo un decremento del 34.29%, ya que en el 2010 se tuvieron 19 mil 812 accidentes y en el 2012 al cierre del ejercicio, 14 mil 753 accidentes, querría decir que la instalación de los retenes tiene un efecto benéfico directo y que no podría concluirse que se debe al cambio de patrón cultural de los chihuahuenses, sino a la medida coercitiva.
A su vez, en Juárez, las autoridades municipales están considerando la posibilidad de volver a instalar los operativos contra conductores ebrios, para reducir los incidentes de tránsito que este bimestre se incrementaron en 68%, en comparación con el primer bimestre de 2012.
Pero en cualquiera de los dos casos -y probablemente en la mayor parte de las urbes medianas de la entidad- no se advierte la puesta en vigor de medidas preventivas; sólo las de carácter coercitivo, que, además, son las que disparan los índices de corrupción, pues instrumentar operativos de tal índole conlleva la elevación del riesgo a que los agentes de tránsito -y también los ciudadanos- intenten resolver el problema con una menor sangría económica para el supuesto infractor.
En cambio, en tanto discutimos la conveniencia o no de instalar retenes anti-ebrios, la venta de bebidas alcohólicas continúa sin parar, y ahí se encuentra el verdadero problema. En tanto no se pongan en vigor medidas preventivas seguiremos dependiendo de la efectividad de las medidas coercitivas para mejorar los índices de accidentes viales motivados por la ingesta de alcohol.
Evidentemente no le apostamos -aunque sí debiéramos- a los factores subjetivos para intentar reducir tales índices, pero ¿Por qué razón, en lugar de retenes, no apostamos al personal de tránsito -agentes y médicos- en los principales lugares de concentración de ingesta de alcohol los fines de semana, y se les aplican los exámenes correspondientes, antes de salir al tráfico nocturno?
Igualmente ¿Por qué no suspender la venta de bebidas embriagantes dos horas antes del cierre de actividades de los antros y centros de espectáculos, incluidos los estadios, que en este caso podría ser alrededor de la 7a. entrada, en los juegos de béisbol?
Del mismo modo, deberían suspender a todos los agentes de tránsito que se esconden en las rúas de mayor velocidad para sorprender a quienes rebasen los límites de velocidad ¿Porqué no instalarlos en lugares visibles y en donde se inician los tramos en los que se pueden alcanzar las más altas velocidades?
Hacer eso significaría que se está actuando con el ánimo de prevenir la comisión de conductas irregulares, y no la de castigar para recaudar.
Igualmente ¿Por qué no exigir que todas las unidades de las distintas agrupaciones circulen en las noches con las luces de seguridad públicas y así se conviertan en factores disuasivos, tanto de las altas velocidades, como de la ingesta alcohólica?
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