Si el partido republicano está al borde de una implosión, Sarah Palin pudo ser la que encendió la mecha.
La complicada relación de Palin con los líderes republicanos durante los últimos ocho años es un microcosmos de los enfrentamientos del partido con sus miembros más impacientes. Lo que comenzó como una acogida por parte de los líderes republicanos, se convirtió en una tolerancia cautelosa, seguida de una separación potencialmente irreparable.
Así que quizá no sorprende que Palin esté resurgiendo en la escena política nacional en este momento de reflexión entre los republicanos. Aunque ya no es la misma fabricante de figuras conservadoras que solía ser, Palin sigue siendo una favorita dentro de la insurgencia del Tea Party, y su respaldo a Donald Trump para la nominación presidencial de 2016, le dio al magnate un impulso de credibilidad conservadora.
“Será totalmente implacable”, dijo Palin el martes, con un resplandeciente Trump a su lado. “Ha sido capaz de levantar el velo de este concepto de sistema”.
Durante los últimos años, los republicanos conservadores han intentado mantener unido el sistema al llevar al redil a legisladores tachados de conflictivos, en lugar de apartarlos. Es una estrategia que tuvo éxito cuando el partido se quedó en 2010 con la Cámara de Representantes y en 2014 con el Senado, pero que no pudo alcanzar las metas conservadoras de revocar la ley de cuidado de salud del presidente Barack Obama o de bloquear el incremento al límite de deuda del país.
Ahora, el sistema republicano está fracturado, dejando a algunos dirigentes partidistas con la sensación de que serían ajenos en un partido controlado por Trump, o por el senador de Texas, Ted Cruz, un frecuente verdugo de los líderes republicanos y un fuerte aspirante a recibir la nominación.
“Pensé que yo era un conservador republicano tradicional”, dijo Bob Dole, el candidato republicano a la presidencia en 1996, quien representó a Kansas en el Congreso durante décadas.
Dole ha sido un abierto crítico de Cruz, quien atribuyó el mal desempeño republicano en las elecciones presidenciales a la tendencia del partido de elegir a candidatos convencionales como el senador de Kansas. Sin embargo, Dole dejó entrever el miércoles en una entrevista que podría estar en paz con un gobierno de Trump, al decir que la reputación del empresario para cerrar acuerdos significaría que es capaz de trabajar conjuntamente con el Congreso.
El respaldo de Palin a la nominación de Trump es visto como un golpe a Cruz, quien había estado en ascenso en Iowa durante varias semanas. La ex gobernadora de Alaska hizo campaña a favor de Cruz durante su candidatura al Senado en 2012, y él admitió que su apoyo fue vital en su triunfo.
Pese a todo su agitador conservadurismo, Palin le debe su lugar en la escena nacional al partido republicano convencional. Era una gobernadora de Alaska relativamente desconocida hasta que el senador John McCain —quien es visto por muchos como la personificación de la clase dirigente del partido— la designó su compañera de fórmula en las elecciones de 2008.
Palin era una extraña elección como número 2 en la boleta, pero creó un entusiasta grupo de seguidores entre los conservadores. Se integró sin dificultades dentro del movimiento Tea Party que floreció en los primeros años del gobierno de Obama y coqueteó con la posibilidad de aspirar a la Casa Blanca en 2012, antes de concentrarse en el análisis político y los programas de reality.
Ahora son Trump y Cruz los que encabezan el movimiento en contra de la dirigencia y lo han llevado mucho más lejos de lo que ella imaginó. A menos de dos semanas de que la asamblea partidaria en Iowa dé inicio al proceso de nominación, las sólidas presentaciones del magnate y el senador podrían convertir la contienda republicana en una lucha entre dos.
Un grupo de experimentados rivales esperan frenar el ímpetu de Trump y Cruz una vez que comiencen las votaciones. Pero por ahora, los votantes republicanos dividen su apoyo entre el senador de Florida Marco Rubio, el ex gobernador de Florida Jeb Bush, el gobernador de New Jersey Chris Christie y el gobernador de Ohio John Kasich, dificultándose entre ellos la posibilidad de montar un desafío sólido.
En elecciones más recientes, los republicanos han caído en la tendencia de nominar a candidatos de centro derecha que eran vistos con las mejores posibilidades en las elecciones generales. Incluso después de la toma del Tea Party en 2010 en la Cámara de Representantes, el partido nominó a Mitt Romney, ex gobernador del moderado estado de Massachusetts, para la contienda presidencial de 2012.
Cuatro años después, muchos votantes republicanos no solo creen que nominar a un candidato de centro les costaría una nueva oportunidad de ganar la Casa Blanca, sino que son muy escépticos de que un presidente del poder republicano cumpla con sus prioridades.