En un Partido Republicano en el cual se ha visto como prueba de firmeza la capacidad para confrontar a Putin, la relación de Trump con el mandatario ruso más bien es una de zalamería mutua
Donald Trump se encontraba en su elemento, conviviendo con participantes de certámenes de belleza y magnates empresariales al llevar a Rusia el concurso de Miss Universo para su tan esperado debut en Moscú. Sin embargo, Trump se hallaba ansiando especialmente la presencia de otro invitado de honor: el presidente ruso Vladimir Putin.
Trump tuiteó a Putin una invitación personal para que asistiera al certamen, programándose el día previo al evento una reunión privada entre el empresario neoyorquino y el líder ruso.
Putin canceló a último momento, pero envió una caja decorativa barnizada, un tradicional regalo ruso, y una nota cálida, de acuerdo con Aras Agalarow, el multimillonario ruso que hizo las veces de vínculo entre Trump y el líder ruso.
No obstante, para Trump el fin de semana resultó productivo. Recibió una parte de los 14 millones de dólares que Agalarov y otros inversionistas pagaron por traer el concurso a Moscú. Agalarov dijo que él y Trump firmaron un convenio para construir una Torre Trump en el corazón de Moscú —por lo menos el quinto intento que Trump hacía de dicho proyecto. Y al parecer el empresario se veía emocionado por sus interacciones con la élite financiera rusa durante el concurso y la lujosa fiesta posterior en un club nocturno moscovita.
“En esa habitación estaban casi todos los miembros de la oligarquía”, presumió Trump a la revista Real Estate Weekly a su regreso a casa.
La relación de Trump con Putin y sus positivos puntos de vista sobre Rusia, los cuales comenzaron en los años 80 cuando el país aún formaba parte de la Unión Soviética, han resultado ser uno de los aspectos más curiosos de su campaña presidencial.
En el abrumador consenso entre los líderes políticos y de seguridad nacional estadounidenses Putin aparece como un paria que no respeta los derechos humanos y ha violado las normas internacionales al buscar recuperar influencia y territorio en el antiguo bloque soviético. En el 2012, un año antes de que Trump llevara a Moscú su certamen de belleza, el entonces candidato presidencial republicano Mitt Romney calificó a Rusia como la mayor amenaza geopolítica para Estados Unidos —valoración que desde esa fecha sólo ha aumentado.
Trump ha transmitido una opinión distinta, en parte basada en sus ambiciones empresariales. A partir de los 80, Trump y sus parientes han hecho numerosos viajes a Moscú y han contado con inversionistas rusos para adquirir propiedades alrededor del mundo.
“Los rusos conforman una muestra bastante desproporcionada de muchos de nuestros activos”, dijo en el 2008 el hijo de Trump, Donald Jr., durante un congreso sobre bienes raíces, de acuerdo con una cuenta subida al sitio de la publicación eTurboNews. “Nos está llegando mucho dinero desde Rusia”.
Dicha dinámica ilustra el grado hasta el cual la opinión que Trump tiene sobre el mundo se ha forjado a través de la óptica del comercio en vez de la de centros de ideas, deliberaciones gubernamentales y congresos diplomáticos internacionales, que por lo general dan forma a las posturas que los candidatos presidenciales tienen acerca de la política exterior.
Refleja asimismo la disposición de Trump a ver a otros líderes mundiales por medio de sus nexos personales. En un Partido Republicano en el cual se ha visto como prueba de firmeza la capacidad para confrontar a Putin, la relación de Trump con el mandatario ruso más bien es una de zalamería mutua. En diciembre Putin dijo que Trump era una persona “pintoresca y talentosa”, cumplido que en ese entonces Trump calificó como un “honor”.
Los dimes y diretes han continuado. Durante un mítin, el jueves Trump mencionó esos comentarios como la razón de que no vaya a rechazar al mandatario ruso. “¿Me llama alguien genio y voy a renunciar a él?, dijo Trump. “Yo no voy a renunciar a él”. El viernes, en San Petersburgo Putin volvió a referirse a Trump como una “persona pintoresca” y dijo que recibía con beneplácito la propuesta del empresario de una “reanudación a gran escala” de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.
En la campaña, Trump ha hecho un llamado para una nueva colaboración con Moscú. Ha propuesto reformar la OTAN, la fuerza militar aliada considerada la principal protección de los países a favor de Occidente cercanos a Rusia. Y Trump se ha rodeado de un equipo de asesores que han tenido vínculos con Rusia.
La presente versión sobre los 30 años que Trump lleva haciendo negocios con Rusia —y la de sus asesores— se basa tanto en entrevistas como en la revisión de transcripciones de testimonios y otros documentos procesales en los cuales Trump y sus colaboradores han comentado el trabajo de él en el extranjero. Trump rehusó ser entrevistado para este artículo, lo mismo que sus principales colaboradores de campaña y la mayoría de los integrantes de su equipo de relaciones exteriores. También el Kremlin se negó a hacer comentarios en torno a la visita del multimillonario a Moscú.
La combinación de las agendas empresarial y política de Trump resultó evidente durante el viaje que hizo en el 2013 a Moscú, cuando estuvo buscando tratos al mismo tiempo que empezaba a sopesar lanzarse por la Presidencia.
Agalorov y su hijo, el músico pop ruso Emin Agalarov, dijeron a The Washington Post que se hicieron amigos de Trump después del certamen de belleza y que, cuando los visitaron en Nueva York, escucharon lo que él describió como sus posturas respecto a las relaciones Estados Unidos-Rusia.
“Se mantenía diciendo, ‘cada vez que existe alguna fricción entre Estados Unidos y Rusia eso es malo para los dos países. Para que el pueblo se beneficie, esto debe corregirse. Debemos ser amigos”, recordó Emin Agalorov.
Rusia ha dado indicios de un profundo interés en las elecciones estadounidenses, y en Trump en particular. Rompiendo con la tradición en la cual los diplomáticos se mantienen fuera de política interna, en abril el embajador ruso en Estados Unidos asistió a un discurso del precandidato sobre política exterior en el cual Trump hizo un llamado a poner fin a “este horrible ciclo de hostilidad” entre ambos países.
Fuente: The New York Times