Cuando la embajada de Estados Unidos en La Habana reabrió en mayo pasado a los cubanos tras casi cinco años, el otrora orgulloso edificio de la década de 1950 estaba en ruinas.
Piezas de la fachada de mármol se desmoronaban en los pisos superiores, amenazando a los transeúntes. Una valla perimetral oxidada, decrépita y obsoleta, se tambaleaba con los vientos.
El huracán Irma dañó las ventanas inferiores, un puesto de guardia y el revestimiento de granito. Incluso la posición del embajador: una terraza con vista al Golfo de México se consideró insegura.
Un proyecto de renovación de 28 millones de dólares para solucionar esos problemas está ahora en marcha y es una inversión poco conocida, pero crítica en la diplomacia estadunidense en la isla, que también ha incluido un aumento del personal consular, programas para “promover los derechos humanos” y la empresa privada en el país.
“Lo importante a tener en cuenta acerca de la diplomacia es que no es solo política, es logística”, dijo Benjamin Ziff, el principal diplomático estadunidense en Cuba. “Necesitas tener gente. Necesitas tener presencia. Necesitas tener un edificio”.
Pero el proyecto también subraya la todavía tensa relación entre Cuba y Estados Unidos, que volvió a aflorar la semana pasada sobre un informe de medios estadounidenses de que China había alcanzado un acuerdo secreto con La Habana para establecer una base de espionaje en la isla dirigido a Estados Unidos.
Funcionarios de Estados Unidos y de Cuba inmediatamente pusieron en duda el reporte. La Habana lo negó rotundamente el jueves. Pero el Gobierno cubano también aprovechó la oportunidad para acusar a Washington de estar detrás de una manipulación destinada a justificar décadas de sanciones económicas.
El trabajo de la embajada, que comenzó en mayo de 2022 y probablemente se retrase seis meses, hasta marzo o abril de 2024, según una fuente del Departamento de Estado, ha tropezado con la tensión y la falta de confianza entre los dos países.
Inicialmente, el Gobierno de Cuba tardó en emitir visas para trabajadores y técnicos desde el principio, dijo Ziff a Reuters, lo que provocó retrasos impredecibles en la construcción.
La cuadrilla de trabajo es de aproximadamente 12 personas, incluidos cinco cubanos que por razones de seguridad, siempre deben estar acompañados por contratistas estadunidenses, dijo a Reuters una fuente del Departamento de Estado.
Si un contratista rompió una hoja de la sierra, por ejemplo, el trabajo tuvo que detenerse, agregó Ziff.
“Tendrían que regresar a Estados Unidos para adquirir otra hoja para la sierra y entonces solicitar una nueva visa que podría tomar dos meses”, señaló.
Otros desafíos, incluido el combustible con alto contenido de azufre perjudica a la maquinaria importada de Estados Unidos e incluso la escasez de suministros básicos como cemento y varillas corrugadas, inicialmente demoró el proyecto.
Algunos de esos problemas se han resuelto, dijo Ziff. El Gobierno cubano ahora ha simplificado el proceso de visa para los trabajadores.
El Departamento de Estado importó acero inoxidable de alta calidad, el tipo usado para tuberías en plantas de energía nuclear para su cercado y granito en el nuevo edificio
“Hay un entendimiento que es bueno para la relación bilateral tener una embajada segura y protegida”, dijo Ziff. “Sin embargo, tratar de traer materiales (…) sigue siendo un problema”.
El gobierno cubano no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios sobre esta historia. Cuba ha insistido en la importancia de una embajada en funcionamiento y un sólido programa de visas, según los acuerdos migratorios entre ambos países, un paso necesario para frenar el éxodo de cubanos a través de rutas irregulares.
“Es una de las embajadas más importantes de nuestro país, y muchos de los cubanos la visitamos cuando queremos viajar”, dijo Alexander García, un trabajador de 22 años de una cafetería frente a la embajada.
“Quiero que esté en plena forma cuando me toque visitarla”, dijo sonriente.
Fuente: Reuters