Por Miguel Ángel Ferrer
Hoy, a la distancia de más de siete décadas, esa formidable sentencia del rector de la Universidad de Salamanca es absolutamente aplicable en todos sus términos a los alzados contra la letra y el espíritu de la Constitución mexicana de 1917. A panistas y priistas subversores del orden jurídico-político que regula la vida civilizada de los modernos mexicanos.
Vencisteis, podría haberles dicho Unamuno a Enrique Peña Nieto, Emilio Gamboa y Manlio Beltrones, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convencisteis. Porque para convencer había que persuadir, y para persuadir necesitabais algo que os ha hecho falta: razón y derecho en la lucha.
Como en aquellos trágicos años del ascenso del fascismo en España, hoy en México se ha vuelto a imponer la fuerza bruta, la fuerza de la irracionalidad de una dictadura que no por decadente es menos peligrosa y soberbia.
Si la política es diálogo y acuerdo entre fuerzas sociales diversas que conviven en un mismo espacio histórico y geográfico, de Enrique Peña Nieto podría decirse que hace doce meses dio la impresión de ser un político avezado (o al menos bien asesorado). Pero que aquel logro de la firma del Pacto por México ha saltado en pedazos.
Y ha saltado en pedazos, porque como los franquistas de ayer y de hoy, los pripanistas quieren todo, buscan avasallar, pretenden imponer. Y lo mismo puede afirmarse de Gamboa (líder del Senado) y de Beltrones (líder de la Cámara de Diputados): con fama pública de políticos avezados, al menos esta vez no pudieron o no quisieron acreditar esa fama. No dialogaron, no negociaron, no convencieron, no persuadieron. Sólo impusieron, sólo avasallaron, sólo aplastaron.
Practicantes del espíritu de la derecha más retrógrada, del fascismo puro y duro, los pripanistas piensan que han tenido éxito en sus aviesos propósitos antinacionales y antipopulares. Pero, como diría Lenin, la historia da sorpresas. Y si los pripanistas creen que este arroz ya se coció, más temprano que tarde verán cuán equivocados están, pues las medidas impuestas por la fuerza carecen de solidez y, por lo mismo, no pueden ser duraderas. No al menos en paz y con estabilidad sociales.
A Emilio Gamboa, Manlio Beltrones y Enrique Peña Nieto puede importarles poco la paz y la estabilidad sociales, pues al cabo de pocos años dejarán sus cargos y podrán pasar al dorado exilio en algún paraíso extranjero. Pero lo que a estos tres personajes no les importa, sí les interesa, y mucho, a los inversionistas foráneos que quieren aprovecharse de la riqueza energética mexicana.
Y les importa mucho porque quieren el negocio, pero lo quieren sin problemas. Sin problemas sociales, sin problemas políticos y sin problemas judiciales. Y la reforma energética peñanietista, sin consensos y sin acuerdos, no puede garantizar la ausencia de problemas.
Problemas, además, que no estará en manos del gobierno solucionar. Quizás los cercos al Senado y a la Cámara de Diputados no hagan mella en los ánimos de los pripanistas adeptos de la imposición y el avasallamiento. Pero sin duda esta medida y acaso muchas otras afectarán la imagen, la operación, el desenvolvimiento normal de individuos y empresas a los que sólo les interesa la ganancia económica y que, lógicamente, no desean verla contaminada con marchas, cercos, manifestaciones, plantones, sentones, protestas, demandas judiciales y conflictos políticos permanentes. Vencer sin convencer sólo puede augurar tiempos turbulentos.
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