Por Bernardo Barranco V.
Algo pasa con la relación entre los actuales gobiernos y las creencias religiosas. Los gobernadores de Chihuahua y Veracruz se han declarado fervorosos seguidores del Sagrado Corazón de Jesús y de María. Y mientras arden los muertos en Ecatepec, uno se pregunta ¿dónde diablos está el gobernador? Y resulta que el gobernador mexiquense, Eruviel Ávila, está en el Vaticano, haciendo antesala para tomarse una foto con el papa Francisco.
La presencia de Lula da Silva, ex presidente de Brasil, en el inicio a las acciones de la cruzada contra el hambre en el municipio de Zinacantán, Chiapas, marca una relación directa con su iniciativa, llamada Fome Zero lanzada en 2003 con el objetivo de erradicar el hambre y la extrema pobreza en Brasil. La cruzada fue una iniciativa planteada desde la campaña del presidente Peña Nieto que ahora cobra cuerpo bajo la conducción de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social.
La cruzada está bajo sospecha y reticencias. La sola presencia de Robles causa alergia a un buen sector de la izquierda mexicana. Se suma el fracaso e histórico uso faccioso de diversos programas sociales que han terminado en el descrédito como el Pronasol, Procampo u Oportunidades. Muchos de estos programas sociales terminan siendo instrumentos de coacción, inducción y compra de votos durante los procesos electorales. Las grabaciones en Veracruz muestran que los riesgos de manipulación político-electoral no son conjeturas descabelladas.
De igual forma, la presencia en la cruzada de empresas multinacionales como Pepsico y Nestlé ponen en tela de juicio los objetivos globales, lamentablemente las empresas son cuestionadas porque sus productos son un riesgo para la salud y por el voraz interés de ampliar su participación en el mercado. Nestlé en el programa de Brasil fue cuestionada, ya que las mujeres encargadas de ser guías nutricionales, en vez de inculcar buenos hábitos alimentarios, se volvieron promotoras de productos de la empresa.
Mi interés es resaltar algo que poco se ha comentado sobre la cruzada contra el hambre, esto es, las raíces profundamente católicas del proyecto que el mismo presidente Peña quiso explotar ante el nuevo papa Francisco en su última visita a Roma. La cruzada está inspirada en la experiencia brasileña, que a su vez detenta un diseño religioso. Pero vayamos por partes. Para empezar el nombre ambiguo de cruzada, se entiende que se quiere resaltar un ambicioso programa de alcance nacional, cuya naturaleza es compleja y vasta, que involucra diversos actores.
Sin embargo, cruzadas son también las campañas militares de carácter político y religioso que papas e intereses expansionistas de la nobleza feudal desplegaron durante la Edad Media para reconquistar tierra santa en manos de los musulmanes y establecer así el sacro imperio romano; entre 1095 y 1291 las cruzadas fueron sinónimos de guerras, invasiones y millones de muertos.
Si usted opina que la analogía es una exageración se la respeto, pero ahí está el doble significado y le aseguro que ningún país europeo ni norteamericano se atrevería a bautizar así programa alguno. Después de los atentados del 11 de septiembre, el presidente Bush en un discurso encendido hizo una alusión a las cruzadas que inmediatamente tuvo que corregir por la peligrosa connotación.
En Brasil el verdadero motor del Proyecto Hambre Cero fue el activista católico Herbert José de Sousa, conocido como Betinho (1935-1997). Dirigente de la mítica JUC (Juventud Universitaria Católica), en 1962 fundó la Acción Popular (AP), partido político por cuya militancia sufrió persecución política por la dictadura militar y el exilio en Chile, México y Canadá. A su regreso a Brasil, en 1981, funda el Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase). Desde ahí genera un proyecto de acción contra el hambre, la pobreza y vida digna de los excluidos, por el que Betinho recibe un amplio reconocimiento social.
La inspiración de los proyectos de Betinho se encuentra en las tesis del centro de Economía y Humanismo, París, del dominico francés Joseph Lebret (1897-1966). El padre Lebret fue uno de los más célebres especialistas en la economía del desarrollo e introdujo en la Iglesia importantes contribuciones sobre su papel en el desarrollo de los pueblos, entendiendo el desarrollo de la persona como del desarrollo global, en especial de las naciones del tercer mundo.
Su influencia fue notable, al grado de que fue uno de los grandes peritos en la materia durante el Concilio Vaticano II en los años sesenta. Su pluma y pensamiento quedaron evidenciadas en documentos conciliares, como la Gadium et spes, y fue uno de los principales protagonistas en las principales tesis de la encíclica Populorum Progressio, durante el pontificado de Paulo VI, quien acuñó una de las frases más famosas: el verdadero nombre de la paz se llama desarrollo.
La intuición política de Lula da Silva lo lleva a adoptar este programa desde la presidencia y convertirlo en política pública. Sobra resaltar la militancia católica del joven Lula en la JOC y en las comunidades de base de la periferia de San Pablo bajo la protección del cardenal Paulo Evaristo Arns, quien le apoyó especialmente frente a la represión militar en los años setenta.
No es casualidad que Lula haya encargado el proyecto Fome Zero, de inicio, a otro dominico llamado Carlos Alberto Libânio Christo, más conocido como Frei Betto, uno de los más distinguidos activistas de la teología de la liberación, autor de numerosos libros, como Fidel y la religión (1986). El proyecto brasileño ha sufrido cambios en estos 10 años y ha sido muy exitoso para la imagen del ex presidente Lula, quien terminó su mandato con muy alto nivel de aprobación.
La cruzada contra el hambre enfrenta todo el escepticismo del realismo empírico que hemos adquirido. Por la envergadura del problema, en la que entre 7 y 15 millones de mexicanos sufren hambre y desnutrición, deseamos que sea exitoso. Sin embargo, pone de manifiesto que en décadas el modelo económico no ha funcionado.
Fuente: La Jornada