La abogada, escritora e investigadora norteamericana de origen venezolano, Eva Golinger, revela que muestras del cáncer que mató a Hugo Chávez fueron analizadas en laboratorios de Brasil, China, Rusia y Estados Unidos, y que dictamen es que se trató de “células únicas, de un cáncer extremadamente agresivo y aparentemente desconocido”.
Por Eva Golinger*
A un mes de la desaparición física del presidente Hugo Chávez, siguen las sospechas y especulaciones sobre la verdadera causa de su fallecimiento. El presidente (E) de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, ha anunciado la formación de una Comisión Presidencial con “los mejores científicos y técnicos del mundo” para determinar si Chávez fue inoculado con la enfermedad del cáncer, causando su muerte. Maduro y otros miembros del Gobierno venezolano han expresado su certeza sobre la posible inoculación del cáncer, afirmando que solo faltan las “investigaciones científicas” para evidenciarlo.
¿Es posible que al presidente Chávez le hayan provocado su enfermedad, resultando en su asesinato? Para los escépticos de siempre, esta posibilidad parece un cuento de hadas, algo de ciencia ficción, hecho en Hollywood. No obstante, las innegables evidencias sobre el desarrollo del cáncer como un arma biológica, formulada para asesinar a líderes políticos no convenientes, existen. Más aún, informes internos del Gobierno de Estados Unidos demuestran de manera inequívoca que el Presidente Hugo Chávez era uno de los blancos principales de los más poderosos y nefastos intereses de Washington.
Como explicó el editor del diario Últimas Noticias en Venezuela, Eleazar Díaz Rangel, en su columna ‘¿Cáncer Inoculado?’ del 17 de marzo pasado, “muestras de la biopsia [de Chávez]enviadas a laboratorios especializados de Brasil, China, Rusia y, con nombre supuesto, EE.UU., coincidieron en que se trataba de células únicas, de un cáncer extremadamente agresivo y aparentemente desconocido”. La naturaleza agresiva y desconocida de la enfermedad del presidente Chávez, además de la inexistencia de una herencia de cáncer en su familia, apuntan claramente a la real posibilidad de que el líder de la Revolución Bolivariana haya sido asesinado.
En la mira imperial
Desde su primera victoria electoral, el Gobierno estadounidense tenía sus ojos puestos sobre Hugo Chávez. En principio, no confiaban en su discurso revolucionario, y desestimaban su capacidad de liderazgo y el cumplimiento de sus promesas. Aunque desde el 4 de febrero de 1992, cuando Chávez lideró una rebelión militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, cercano aliado de Washington, el Departamento de Estado lo tenía en su ‘lista negra’, calificándolo como “terrorista” y negando su obtención de una visa para viajar a territorio norteamericano, de igual manera, cuando ganó la presidencia de Venezuela en 1998, fue entregada su visa y lo invitaron a unirse al ‘club de los poderosos’. Chávez rechazó todas estas ofertas, que también vinieron a través de otros jefes de Estado de países aliados de Washington, como España, y poderosos empresarios interesados en mantener su dominación sobre el petróleo y el mercado venezolano.
Cuando fue evidente que el presidente Hugo Chávez no era ‘comprable’, activaron el plan para derrocarlo. Trabajando en conjunto con los empresarios, políticos y militares tradicionalmente aliados de Estados Unidos, ejecutaron un golpe de Estado contra Chávez en abril de 2002 con la intención de no solamente derrocarlo del poder, sino también asesinarlo. Documentos del Departamento de Estado de los días previos al golpe afirman que existía un plan para asesinar a Chávez durante el golpe. Incluso, el propio asistente secretario de Estado de ese momento, Otto Reich, ha afirmado que ellos sabían de un plan de magnicidio contra el presidente Chávez en 2002. El mismo Chávez contó una vez durante un discurso público que el embajador estadounidense Charles Shapiro, quien tuvo un papel principal como coordinador de la desestabilización en su contra, lo había llamado durante las semanas previas al golpe para informarle sobre el plan de asesinarlo que estaban preparando algunos sectores de la oposición. Parece que Washington estaba jugando el doble filo, por si acaso.
No obstante, debido al gran apoyo que tenía Chávez dentro del pueblo venezolano y las Fuerzas Armadas leales, ese plan de magnicidio fue impedido, y el golpe derrotado.
Pero el plan se mantenía activo. Washington incrementó su financiamiento multimillonario a grupos de la oposición, estableció una Oficina de Iniciativas hacia una Transición de la Agencia Internacional del Desarrollo de Estados Unidos (USAID) en Caracas y comenzó a mover sus piezas dentro de los medios privados y la industria petrolera. De diciembre de 2002 hasta febrero de 2003 lograron el saboteo económico más dañino en la historia del país, casi destruyendo la industria petrolera y la empresa estatal PDVSA, causando más de 20.000 millones de dólares en daños a la economía venezolana. El Gobierno de Estados Unidos llamaba para “elecciones anticipadas”, para sacar al presidente Chávez, a pesar de que ese concepto no estaba previsto en la Constitución.
Luego de 64 días de saboteo, propaganda brutal a través de los medios privados las 24 horas al día y un colapso total de la producción y distribución interna de productos de consumo, el pueblo venezolano resistió y logró derrotar este segundo intento de romper su hilo constitucional. Chávez siguió en su cargo, para el cual fue elegido democráticamente, y el país comenzó a recuperarse del inmenso daño hecho por los opositores (ellos mismos se llamaban ‘la sociedad civil’) apoyados desde Washington.
El año siguiente, en mayo de 2004, un plan para asesinar al presidente Chávez fue descubierto e impedido por los cuerpos de seguridad de Venezuela. Más de 100 paramilitares colombianos fueron detenidos en una finca en las afueras de Caracas. La finca pertenecía al cubano-venezolano Robert Alonso, hermano de la famosa y rabiosamente antichavista María Conchita Alonso. Los colombianos, que dotaban uniformes de las Fuerzas Armadas venezolanas, habían sido contratados para asesinar al presidente Chávez en el palacio presidencial. Cinco años antes, en diciembre de 1999, el Gobierno de Colombia había advertido al presidente Chávez sobre un plan de paramilitares colombianos para asesinarlo durante una visita a la ciudad fronteriza de San Cristóbal.
“Hoy voy a San Cristóbal y ayer me llegó la información de que hay informaciones, valga la redundancia, de que pudiera haber en San Cristóbal un grupo de los paramilitares de Colombia”, denunció el presidente Chávez en una entrevista matutina en la televisión Globovisión. La información “realmente fue oficial, nuestro embajador en Colombia, [Fernando Gerbasi] fue llamado por la cancillería colombiana en Bogotá hace mes y tanto y le comunicaron oficialmente que los paramilitares colombianos […] tienen un plan para asesinar al presidente de Venezuela”, precisó. (Ver: ‘Paramilitares colombianos planean asesinar a Chávez’, www.panamaamerica.com.pa, 10/12/1999).
Para el 2005, Chávez se había convertido en un fuerte dolor de cabeza para el Gobierno estadounidense, y sus esfuerzos para derrocarlo no solamente no habían funcionado, sino que tuvieron el impacto contrario. La popularidad de Chávez seguía subiendo, su proyecto socialista bolivariano crecía y su influencia regional aumentaba. Ya para Washington Chávez no era un “asunto de preocupación”, sino un verdadero enemigo. Un documento del Centro de Estudios Estratégicos del Ejército de Estados Unidos de 2005, escrito por el coronel Max Manwaring, titulado ‘El socialismo bolivariano de la Venezuela de Hugo Chávez y la guerra asimétrica’, calificaba al presidente venezolano como un “inteligente competidor” contra quien tenía que combatir de forma “asimétrica”. Las reglas tradicionales de guerra no se aplicaban contra Chávez, tenían que inventar algo nuevo.
En 2006, la recién creada Dirección Nacional de Inteligencia, que coordinaba las 16 agencias de inteligencia en Estados Unidos, nombró tres misiones especiales de inteligencia que merecían una atención extra debido a su alto interés estratégico. Las misiones se trataban de países: una para Irán, otra para Corea del Norte, y la tercera para Venezuela y Cuba. Sin duda Irán y Corea del Norte son enemigos abiertamente declarados por Washington, y hasta Cuba también, aunque no representa ninguna amenaza real a la seguridad estadounidense. Pero la inclusión de Venezuela en esta operación de inteligencia del rango más alto del Gobierno estadounidense no tenía lógica, al menos que Washington ya hubiera declarado en secreto al presidente Hugo Chávez como un blanco directo de sus acciones clandestinas.
Esta misión especial de inteligencia ha sido manejada con el más alto nivel de secretismo dentro del Gobierno estadounidense. Se supo que ha sido encabezada por veteranos de la CIA de profunda capacidad, incluyendo a Norman A. Bailey, quien con más de 25 años en operaciones clandestinas en la CIA durante la Guerra Fría, pertenecía a la élite de la inteligencia estadounidense. Un documento de la Dirección Nacional de Inteligencia del 23 de agosto de 2010 explicó que estas misiones para Corea del Norte, Cuba-Venezuela e Irán “lideran la comunidad de inteligencia en un nivel estratégico… Sus áreas de interés están designadas como blancos de alta prioridad por los más altos niveles del Gobierno”.
En el caso de Venezuela, a diferencia de Corea del Norte, Irán y Cuba, Washington tenía acceso directo a todos los sectores de la sociedad y también dentro del Gobierno venezolano. Con su financiamiento multimillonario ha seguido alimentando la desestabilización en el país y manteniendo a la oposición viva. También intentaban infiltrar y penetrar las Fuerzas Armadas venezolanas para reclutar espías y provocar rebeliones contra el presidente Chávez. En 2006 y más recién en marzo de 2013, cuatro agregados militares que estaban trabajando desde la embajada de Estados Unidos en Caracas fueron expulsados por el Gobierno venezolano por sus actividades injerencistas.
Desde el Congreso de Estados Unidos en Washington, varios congresistas exigían acciones agresivas contra Venezuela para socavar al Gobierno de Chávez, particularmente el ex congresista del estado de Florida, Connie Mack, quien insistió –sin éxito– en incluir a Venezuela en la lista de ‘Estados terroristas’ de la Casa Blanca. En 2009, el Pentágono firmó un acuerdo militar con Colombia para ocupar siete bases militares en su país. Un documento de la Fuerza Aérea de Estados Unidos afirmó que el uso de una de esas bases en Palanquero, Colombia, sería para “combatir a los Gobiernos antiestadounidenses en la región”, haciendo referencia a Venezuela. En varias ocasiones durante los últimos años, el presidente Chávez denunció la incursión no autorizada de aviones y buques militares estadounidenses en territorio venezolano.
Otros planes de magnicidio contra el presidente Chávez fueron denunciados y desmontados a lo largo de estos años, cada uno fracasando al ser descubierto. Mientras tanto, la misión especial de inteligencia de Estados Unidos ha seguido haciendo su trabajo clandestino y meticuloso contra su blanco de alta prioridad: Hugo Chávez.
Cáncer como arma
Documentos parcialmente desclasificados del Ejército de Estados Unidos del año 1948 evidencian cómo exploraron “la posibilidad de utilizar venenos radioactivos para asesinar a ‘personas importantes’, como líderes militares o civiles”. Así lo reseñó el periodista Robert Burns de la Associated Press el martes 9 de octubre de 2007, luego de analizar los documentos obtenidos por la agencia norteamericana.
“Aprobados por los niveles más altos del Ejército estadounidense en 1948, el esfuerzo formó parte de la búsqueda secreta de los militares para un ‘nuevo concepto de guerra’ usando materiales radiactivos de la bomba atómica para contaminar franjas de tierra enemiga o para utilizar contra bases militares, fábricas o tropas enemigas”.
“Entre los documentos entregados a la AP -una nota del Ejército de fecha 16 de diciembre de 1948 y clasificada secreta- se describe un programa intensivo para desarrollar una variedad de usos militares de los materiales radiactivos… La cuarta prioridad del ‘ranking’ fue ‘municiones para atacar a los individuos’ usando agentes radiactivos para los que ‘no hay curas ni terapia”.
También el escritor e investigador Percy Alvarado ha revelado cómo el cáncer como arma continuaba siendo un área importante de estudio y desarrollo para el Gobierno estadounidense a través del Departamento de Investigaciones del Cáncer en las instalaciones del Fuerte Detrick, en Frederick, Maryland. El Fuerte Detrick es conocido por ser el centro de la guerra biológica del Pentágono, donde han desarrollado diferentes enfermedades letales e incluso actualmente está siendo investigado por la muerte de más de 600 personas que viven en las zonas residenciales cercanas a las instalaciones militares. Estas personas, entre muchas más, han muerto todas de cáncer, y sospechan que desde el Fuerte han botado sus tóxicos en el agua que luego es suministrada a las zonas residenciales. Los exámenes del agua en las zonas alrededor del Fuerte Detrick han evidenciado un alto nivel de tóxicos que causan cáncer, incluso más de 3.000 veces de lo que debería ser para ser potable.
En su texto ‘Cáncer inducido, ¿un arma de la CIA?’ del 29 de diciembre del 2011, Alvarado destaca como desde 1975 en las instalaciones especiales en Fuerte Detrick, las “investigaciones ultra secretas están encaminadas a desarrollar un programa especial de virus del cáncer, sumamente agresivo y letal… La insistencia de estos laboratorios en lograr los mecanismos para elaborar artificialmente células malignas o cancerígenas, sumamente invasivas y capaces de propagarse en el organismo desarrollando una metástasis incontenible, se ha mantenido a lo largo de más de cuatro décadas”.
Un artículo en la revista electrónica ‘Slate Magazine’ sobre la posibilidad de inducir cáncer, afirma que “aunque es difícil inducir cáncer en un enemigo, ciertamente es muy posible aumentar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad. La opción más efectiva sería la radiación”. Desde luego, hablan de la posibilidad de implantar un mecanismo que emite radiación dentro del cuerpo del adversario. En lo alternativo, dice Slate, “podrías contaminar la dieta de la víctima con altos niveles de aflatoxinas, asociadas con cáncer de hígado. O podrías infectarlo con cualquier cantidad de agentes biológicos que causan cáncer”.
El investigador y periodista Jeremy Bigwood explicó que “hay muchos agentes que causan cáncer que fueron convertidos en armas en Estados Unidos en Fuerte Detrick, el Arsenal de Edgewood y otras bases militares y centros del Departamento de Energía. Por ejemplo, micotoxinas (de hongos tóxicos) fueron convertidas en armas. Las micotoxinas T2 pueden producir necrosis en el tejido que penetran y convertirse en cáncer cuando no son inmediatamente letales”.
La tecnología de inducir cáncer como un arma existe. La decisión de “acabar” con el presidente Hugo Chávez fue tomada cuando desde Estados Unidos crearon la misión especial de inteligencia para Venezuela en 2006. Desde luego, han buscado la forma de lograrlo. Por supuesto que existe la posibilidad de que el cáncer que acabó con la vida del presidente Chávez haya sido causado por factores naturales, sin inoculación, sin provocación y sin inducción. Pero difícil es negar la abrumadora evidencia que indica todo lo contrario. Ojalá las investigaciones científicas serias y exactas logren poner fin a este misterio.
Fuente: Rusia Today