Lula fue tratado, en su breve salida para ir al funeral de su nieto, como la persona más peligrosa de Brasil. Con el más grande aparato militar que alguien tuvo para un ceremonial como un entierro. Fue cercado por centenares de policías, por docenas de patrullas, por helicópteros y por ametralladoras.
La salida de Lula fue tratada como una operación de guerra. ¿Guerra de quién contra quién? Lula inspira tanto miedo, ¿en quién?, ¿quién tiene miedo a Lula?
Como se pudo ver en esa salida de Lula, no es el pueblo que tiene miedo a Lula. No es el pueblo que amenaza la seguridad de Lula.
Por la operación militar alrededor de él, se trataba de impedir que Lula fuera abrazado por el pueblo. El fantasma en la cabeza de los chacales que lo mantienen preso es el de que Lula quedara libre, en manos del pueblo. Después de la monstruosa operación para procesar, aprehender, condenar a Lula, impedir que él fuera elegido presidente de Brasil en primera vuelta y estuviera en este momento, gobernando al país, mueren de miedo de Lula libre.
Como dijo un militar, para justificar la injustificable presión sobre el Poder Judicial para que no concediera el habeas corpus a que Lula tiene derecho, el proceso saldría de control
. Del control de los militares, que vuelven a asaltar al Estado, como lo hicieron en 1964, para destruir a la democracia brasileña, para impedir que la voluntad popular se expresara.
Lula representa la pérdida de control del proceso político de parte de los militares, representa la amenaza al proceso de militarización del Estado, de instauración de un nuevo tipo de dictadura en Brasil. Porque él ganaría las elecciones en primera vuelta, derrotando a Bolsonaro y a todos los candidatos juntos, desenmascarando a los liderazgos que la derecha intenta proyectar en el país, demostrando a quien el pueblo entregaría el país, para ser dirigido por quien el pueblo brasileño quiere, sería Lula.
Es entonces indispensable, para que Brasil sea desecho como país, como nación, para que los intereses de los trabajadores sean destruidos, para que las personas pierdan sus derechos, que Lula siga preso, aun sin ninguna prueba en su contra. Lula es víctima de la más grande farsa jurídica de la historia brasileña, que cambia el destino del país.
Tiene miedo de Lula quien tiene miedo de que el pueblo exprese su opinión de forma libre y democrática. Tiene miedo de Lula quien ha asaltado al Estado por medio de absurdos mecanismos de falsificación de la voluntad popular, de mentiras, de engaños, de montajes monstruosos de imágenes forjados por mentalidades enfermizas.
Tiene miedo de Lula él que no vive de su trabajo, sino del trabajo ajeno, de la especulación financiera, de las ganancias gigantescas de los bancos, que no invierten para crear bienes y empleos, sino para obtener más ganancias a expensas del endeuamiento ajeno. Tienen miedo de Lula los que tratan de imponer su opinión sobre la de la mayoría de la sociedad, por el monopolio de los medios, mediante el cual propagan diariamente mentiras –como la que Lula fue condenado con algun tipo de prueba–, para servir a las grandes fortunas que los financian.
Tienen miedo de Lula los que quieren jugar a latinoamericanos en contra de latinoamericanos, para imponer sus intereses de tumbar a gobiernos y apropiarse de las riquezas de nuestros países, como han hecho durante tanto tiempo, hasta que nos uniéramos, proceso en que Lula tuvo un rol esencial. Tienen miedo de que volvamos a unirnos y a resistir en contra de sus garras imperiales.
Tienen miedo a Lula los que no quedan contentos, sino que se sienten amenazados cuando la gran mayoría de los brasileños, antes excluidos, han pasado a contar con derechos básicos. Tienen miedo los que creen que Brasil es suyo, que deben tratar a los que divergen como enemigos y no como adversarios, que deben ser eliminados.
Tienen miedo a Lula los que temen que el más importante líder político de la historia de Brasil, que la mejor persona con que los brasileños cuentan, pueda hablar y oir al pueblo de nuevo, pueda estar en medio de pueblo, pueda volver a estar en los brazos de los que quieren protegerlo, de los que se sienten protegidos por él.
El miedo a Lula es el miedo al pueblo, el miedo a la democracia, el miedo a un país digno y soberano. ¿Quién más puede temer de alguien que hizo el mejor gobierno que el país jamás tuvo? ¿Qué concluyó su mandato con 80 por ciento de referencias negativas en los medios, pero con 87 por ciento de apoyo?
¿Quién puede tener miedo de que Brasil vuelva a tener un gobierno como aquel? Tienen miedo a Lula los que promueven la destrucción del país, besando a la bandera estadunidense y prestando el continente a un dirigente del gobierno de Estados Unidos. Quien gobierna para los ricos, para los banqueros, para los intereses de otros países, a expensas de la miseria del pueblo brasileño, de la destrucción del país.
Por todo ello Lula es tan querido por la gran mayoría de los brasileños, que querían que él estuviera ahora comandando el proceso de reconstrucción de Brasil y no preso por los chacales armados hasta los dientes, portando distintivo de la Swap, como fue el caso del que aparecía en las fotos al lado de Lula.
Lula estuvo cercado todo el tiempo por ese tipo de gente, para impedir que el pueblo lo rescatara y le hiciera recuperar su libertad, o repusiera en su lugar de hombre libre, que hizo a los brasileños más libres y más solidarios. Del mejor ser humano que Brasil ha producido, que está detenido, mientras el peor de los brasileños, que debiera estar detenido, está usurpando la presidencia del país.
Ellos tienen miedo a Lula, con razón. Porque Lula libre representaría riesgos para sus privilegios, para sus engaños, para su oscurantismo, para sus prejuicios y su violencia.
El pueblo brasileño no tiene miedo a Lula. Al contrario, lo ama como la persona más importante de sus vidas. Y lo quiere de nuevo dirigiendo a Brasil.
Fuente: La Jornada