Por Alejandro Páez Varela
Qué desilusionante Luis Videgaray, me decía una amiga periodista. Todavía guardaba una cierta esperanza de que esta vez, por única ocasión, el PRI no mandara al diablo la economía. Sólo le bastaron diez meses para poner a temblar al país; ahora va en resbaladero –los siguientes datos los agrego yo–: en enero se calculaba un crecimiento del 3.5 como proporción del Producto Interno Bruto (PIB); para mayo ya era 3.1; en agosto se calculaba en 1.8 y ahora, en 1.7. En diez meses. Increíble. Lo que se dice dentro de la Secretaría de Hacienda –ahora cito a un segundo amigo periodista– es que si el país crece 0.7 por ciento este año, debemos sentirnos optimistas.
¿Pues qué le hacen los priistas a la economía?, le preguntaba a un conocido, este con más argumentos técnicos. Me respondía: generan desconfianza; los capitales se detienen porque el PRI está acostumbrado a mentir; los inversionistas activan, con el PRI, un mecanismo de defensa. Los ejemplos sobran, me mencionaba: desde la ilusión generada por Carlos Salinas de Gortari (a principios de la década de 1990) hasta la pantalla de engaños de Humberto Moreira (hace dos años). Mienten. Y un mentiroso no es un buen socio para los negocios de largo aliento.
Entonces esperan oportunidades brutales para convencerse; que pongan en venta un Telmex o los bancos, como en el pasado; o los negocios de la desplumada Pemex, como quieren hacerlo ahora. Los hombres del capital urgen oportunidades, ofertas; quieren ganancias hartas y en caliente, no apostarle al mediano plazo a estos mexicanos y sus gobiernos corruptos. Entonces, para atraer capitales, como no tenemos otra cosa que ofrecer, sacan hasta las pulseras de la abuela (sin que se haya muerto) y las venden al mejor postor.
El efecto de esta desconfianza es el que estamos viviendo: pocos, o casi nada de empleos nuevos. Claro que la percepción que genera el PRI no es el único factor que influye. Está el externo: Estados Unidos no pudo recuperarse con Barack Obama mientras la crisis se prolonga en Europa; de los mercados emergentes, México no es la mejor opción incluso en Latinoamérica a causa de la inseguridad doble: para invertir y para sobrevivir. Además de los factores coyunturales está lo que somos: décadas y décadas de políticas fallidas contra la pobreza hace de México un destino “folclórico” pero no uno que inspire estabilidad. No somos una nación con potencial de futuro porque ni siquiera educamos a nuestra gente.
Y si a eso le agregamos que el PRI no genera confianza, pues círculo perfecto de la derrota.
Al final, todo se paga. El PRI le ha mentido a los mexicanos y le ha mentido a los inversionistas. Ha dibujado escenarios de oropel que terminan desplomándose. Eso tiene un costo, aunque el costo lo paguemos los ciudadanos porque no creo que los priistas lo paguen jamás: Humberto Moreira vive como príncipe, se dice, en España; Arturo Montiel, tío de Enrique Peña Nieto, jamás pisó un tribunal aunque su enriquecimiento fuera tan publico. Allí está el Senador del PRI Carlos Romero Deschamps, que desvió sólo en el año 2000 unos mil millones de pesos y mírenlo, tan a gusto. Todo se paga: las mentiras de los gobiernos del PRI tienen un alto costo que los ciudadanos liquidamos en efectivo o con nuestros impuestos.
Y bueno, el factor Luis Videgaray. Es un hijo orgulloso del PRI: mintió en la campaña de 2012, frente a las cámaras de televisión; le preguntaron si se estaba usando o no Monex y dijo, ante todos nosotros, que NO. Se hizo el ofendido. El mismo Peña Nieto mintió cuando era Gobernador del Estado de México: en su último informe de gobierno –sólo uno de muchos ejemplos– habló de una disminución de la violencia y fue desmentido por la prestigiada revista The Economist; tuvo que disculparse un más adelante. Nada distinto a lo que vimos en el pasado: Carlos Salinas de Gortari dejó el país hecho trizas, pero se las daba del gran estadista; y allí va hasta el Congreso de Estados Unidos a aplaudirlo de pie. Poco después, la debacle.
Los ejemplos sobran. Los gobiernos del PRI mienten una y otra vez. Y las mentiras tienen un costo. Se consolidan en la falta de transparencia –que tanto aman los priistas– pero tarde o temprano salen a flote. Lo sabemos usted y yo –aunque usted haya votado o no por el PRI–, lo saben los que arriesgan su capital, empresarios e inversionistas extranjeros.
Yo, honestamente, no creo que las cosas vayan a mejorar. Pondrán mil excusas para justificar que la economía nacional se hunde, como ahora lo hace Videgaray con “Ingrid” y “Manuel”; se sacarán conejos de la chistera para convencernos que no son ellos, que fue teté. Pero difícil engañar siempre y por tanto tiempo: es el PRI. Ese partido ha sido una noche negra para México y lo seguirá siendo porque las generaciones que vienen de priistas son lo mismo. Ya lo vimos en el 2012.
Así que agarre bien su cartera; guárdese bien los billetitos y sobre todo, deshágase de las tarjetas de crédito.
La bola de nieve lleva nueve meses tomando fuerza en lo alto de la montaña; viene rodando, rodando, y arrastra a su paso más nieve y lodo y piedras y árboles.
La experiencia de décadas nos debería poner en alerta: viene el alud. Dios quiera esté equivocado; ojalá se me haga la boca chicharrón.
Fuente: Sin Embargo