¡Qué falta de grandeza!

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Por Adolfo Sánchez Rebolledo

Algunos amigos me hicieron llegar un documento de Pemex que se ha difundido en las redes sociales dirigido a potenciales inversionistas de México y el extranjero (ExpoForo Pemex). Elaborado en julio de 2012, dicho texto es como la otra cara de la moneda del pesimismo oficialista que justifica la privatización en el desastre de la empresa, esa autoprofecía tejida durante años para convencer a los ciudadanos mexicanos de que no hay otro ni mejor camino que volver a abrir las puertas a los capitales privados en la industria energética. Para lograrlo, primero combatieron sin éxito los tabúes constitucionales, injustamente ridiculizados como reliquias incompatibles con la modernidad.

Como no tuvieron eco, ahora se cuelgan de las banderas rechazadas, repitiendo –palabra, por palabra, del Peña Nieto para abajo– que la iniciativa presidencial no es más que la vuelta a la visión original cardenista de 1940. El priísmo camaleónico del siglo XXI cree con ello haber hallado la piedra filosofal de la reforma, la justificación ideológica para enterrar el espíritu de 1938 y, en definitiva, todo replanteamiento que insista en fortalecer el papel de la industria petrolera en una perspectiva de verdadero desarrollo nacional, sin cambiar la Constitución (artstículos 27 y 28).

El truco de hacer del presidente Cárdenas el autor intelectual de la reforma peñanietista es un recurso inmoral, pues deja sin explicar las difíciles circunstancias internas y exteriores a las que debió enfrentarse el Estado y la naciente empresa pública frente a la voracidad de los capitalistas expropiados, ni tampoco toma en cuenta la astucia del presidente Cárdenas ante el amenazante contexto internacional convulsionado por el horizonte de la guerra.

En el fondo, y al revés de lo que plantean, los oficiosos guardianes de la redacción de 1940 del artículo 27 niegan el legado cardenista, su coherencia en la defensa del patrimonio nacional, expuesta, entre otras muchas ocasiones, en la carta al director de Pemex de 1968, publicada aquí por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

La campaña mediática de propaganda resultante es demagogia pura, pues al reconocer que el expropiador del petróleo no se oponía en 1940 al concurso de los particulares mexicanos (ni tampoco a la modernización de Pemex) sí alertaba ante quienes pretendían vigorizar los intereses privados que es de presumirse que llegaran a ser, si no antagónicos, a lo menos distintos de los intereses generales. Sabía que las fuerzas interesadas en ello no pararían hasta destruir la obra de la nacionalización. Memorables son, en este sentido, las polémicas libradas por el cardenista Natalio Vázquez Pallares, siendo diputado, contra los contratos de riesgo autorizados por Miguel Alemán y otros saqueadores del patrimonio nacional, los cuales no hubieran cesado de no haberse aplicado las reformas que hoy Peña Nieto quiere eliminar (aunque el contratismo halló su propias vías).

Decía al comienzo que la privatización se quiere justificar en la situación de la empresa. Pero aquí también hay un doble lenguaje, pues, ¡oh sorpresa!, hacia afuera el gobierno ofrece una visión soñada del estado actual de Pemex en el contexto mundial y mexicano, así como en la rentabilidad de las finanzas en Pemex. Como sería imposible resumir en este breve artículo las gráficas y las cifras contenidas en las 24 páginas originales, me limitaré a mencionar algunas de ellas.

Por ejemplo, allí se nos hace saber que Pemex ocupa el lugar número 13 entre las principales compañías de América y la posición 34 a escala mundial. Que es, además, el cuarto productor mundial de crudo desde 2008; el tercer exportador de crudo a Estados Unidos y el número 13 en reservas de crudo, una posición fuerte considerando el crecimiento orgánico de la empresa y, ojo, Pemex ocupa el lugar 14 en ingresos, con más de 100 mil millones de dólares por ventas. Más aún, se indica en el texto, “los ingresos de Pemex son equiparables a las cinco empresas con más ingresos en el IPC… mostrando un buena estructura de costos y eficiencia operativa”.

Como si se tratara de dar un mentís a quienes se solazan con la crisis de Petróleos Mexicanos, los autores del texto multicitado prefirieron dar una visión contundente sobre su fortaleza al recordar que hoy Pemex invierte más del doble de lo que invierte la empresa mexicana más grande en la Bolsa Mexicana de Valores, adicionalmente Pemex invierte más de lo que invierten todas las empresas mexicanas juntas, listadas en el IPC. Y más adelante: En 2011 los ingresos totales fueron los mayores en la historia de Pemex, producto de la estabilidad de nuestra plataforma de producción, así como por los precios internacionales de los hidrocarburos.

Los autores citan a favor, cómo no, a las inefables agencias calificadoras que parecen más entusiasmadas por el futuro de Pemex, entre ellas Standard & Poor’s, cuando recuerda que La calidad de crédito de Pemex se beneficia de las extensas reservas probadas, desarrolladas y no desarrolladas de México, las cuales equivalen a 13.8 miles de millones de barriles de crudo equivalente en reservas 1P, lo cual permite aproximadamente diez años de producción. Como resultado de las intensivas inversiones de capital realizadas por la empresa, la tasa de restitución de reservas probadas alcanzó 101.1 por ciento al 1º de enero de 2012. ¿Entonces? ¿Por qué no darle la oportunidad a Pemex de modernizarse sin el yugo fiscal, eliminando la corrupción y sujetándolo a un régimen de transparencia y rendición de cuentas real? ¿Por qué no insertar las reformas estructurales en una transformación del Estado capaz de actualizar los grandes objetivos nacionales y sociales?

Queda claro que la intención del gobierno, al igual que la del PAN, es ofrecer un botín sustancioso para estimular los negocios privados. Esa es la visión dominante, el paradigma de la economía política que está en curso. Si para ello deben parapetarse en la imagen de Lázaro Cárdenas, lo harán sin dudarlo. El gobierno cuenta para ello con el PAN, que quiere poner en la subasta todo lo que sea vendible. Como en su tiempo los brillantes abogados de la derecha ilustrada sirvieron a las compañías extranjeras en sus afanes revanchistas, así hoy, reciclados como modernos neoliberales, combaten al Estado aliados al gobierno y rinden culto a la propiedad privada. ¡Qué falta de grandeza!

Fuente: La Jornada

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