Por: Pineda Jaimes
¿Gritar ¡putoooooo! en un estadio de futbol es discriminatorio y homofóbico? Para la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), sí lo es.
La FIFA ha anunciado que realiza una investigación en contra de los aficionados de México y también de Brasil por lo que consideró gritos homofóbicos en el partido que ambas escuadras disputaron recientemente allá en tierras amazónicas. Tras una serie de escarceos, la amenaza finalmente concluyó en una multa económica para la Federación Mexicana de Futbol, que, cosa rara en ella, ante la amenaza del máximo organismo mundial, respondió que nada podía hacer en contra del peculiar “festejo” que realiza la afición mexicana porque a su juicio, corresponde al ámbito de su libertad de expresión y porque simple y llanamente el aficionado paga por un boleto para disfrutar de un espectáculo de la mejor manera que considere conveniente.
Lejos de la guasa o el desmadre que pueda generar una polémica de esta naturaleza, evidentemente estamos ante un serio dilema. Gritarle ¡putoooo! al portero enemigo cada vez que despeja de su área, ¿es homofóbico?, ¿es un acto discriminatorio?, se plantean unos; mientras que otros ponderan por sobre todo su derecho a la libertad de expresión. Dos derechos en conflicto, ¿qué hacer entonces?
A nivel mundial, la FIFA enfrenta un serio problema respecto al comportamiento de los aficionados al futbol en los diferentes estadios, principalmente por motivos racistas. Son cada vez más frecuentes los actos en los que los aficionados insultan a jugadores por su origen. Los eventos que más repercusión han tenido, son aquellos que van dirigidos a los jugadores negros que militan en las diferentes ligas del mundo, principalmente, pero no las únicas, y son las consideradas tres grandes: la Premier inglesa, la española y la italiana. A ellos se les agravia tratándolos de comparar con chimpancés o simios. Imitan sus gestos y sus sonidos guturales desde la tribuna, como una forma de insultarlos. La situación ha llegado a tal nivel, que en algunas ligas como la italiana, se han tenido que suspender algunos encuentros.
La respuesta de los futbolistas casi siempre ha sido ignorar a los aficionados, hasta aquel emblemático gesto de Dani Alves, el defensor brasileño del Barcelona, a quien en un partido le lanzaron una banana como para insultarlo cuando se disponía a lanzar un tiro de esquina. La reacción de Alves impresionó a medio mundo. Lejos amedrentarse por la acción de un aficionado del Villarreal en la Liga de España, el defensor tomó el plátano, lo peló, le dio una mordida y lo tiró. Fue una inteligente respuesta, a un evidente acto de racismo hacia su persona. Su gesto le valió el apoyo de innumerables futbolistas, empezando por el propio Neymar, quien se tomó una selfie con su hijo, comiéndose un plátano como apoyo a su compañero y creó el hashtag #somostodosmacaco. La publicó en su cuenta de Instagram y que aunque a Dani Alves no le gustó, rápidamente se volvió trending topic en ésta y otras populares redes sociales.
Ante esto, la FIFA ha intentado todo, pero nada o muy poco le ha funcionado, pues no sólo se insulta a los jugadores negros en los estadios europeos principalmente, sino que se ha extendido a jugadores de origen judío también. La FIFA sanciona, amaga, amenaza, pero nada parece detener este preocupante fenómeno social.
Ahora enfrenta un nuevo problema. A la tradicional alegría que le ponen los miles de aficionados mexicanos que viajan a cada Mundial de Futbol, se enfrentan en esta ocasión a un acto que ellos consideran discriminatorio y homofóbico. El hecho ha llamado la atención ya en el mundo, debido al escaparate que significa un torneo de esta naturaleza, que observan millones de espectadores a lo largo y ancho del planeta.
Hasta el momento, la FIFA no había tenido mayores problemas con los aficionados mexicanos que de una u otra manera nos las ingeniamos para pasar a la historia de los mundiales, y no exactamente por las buenas actuaciones de nuestra selección en las canchas. En 1986 fuimos quienes impusimos y popularizamos la ya famosa “Ola” que recorre de manera majestuosa los estadios de futbol. Y aunque no somos precisamente sus creadores, sí se popularizó en el mundo a partir de lo que sucedió en las diferentes canchas donde se jugó este mundial de futbol, particularmente en la inauguración y la final del recordado México-86. Hasta aquí, ningún problema. Luego popularizamos el “¡oleee!, ¡oleeeee!” que se grita cada vez que la selección tiene el dominio del balón sobre su rival y literalmente lo pasea de un lado a otro, y tampoco pasó nada. Más tarde, Cuauhtémoc Blanco popularizó su peculiar festejo de gol, hincándose y alzando los brazos como si tuviera un arco con su flecha.
Pero lo que si ya no aguantó la FIFA, es ese singular grito de los aficionados tricolores que desde hace mucho tiempo se escucha en los estadios mexicanos y que hoy lo exportamos a las canchas brasileñas. Son muchas las historias que se tejen en torno al origen de esta singular forma de vivir el futbol en nuestro país. Hoy, ante la polémica, todo mundo se arroga la paternidad del “festejo”. Los regiomontanos dicen que fue la afición de los Tigres quienes lo popularizaron; los veracruzanos sostienen que fueron ellos cuando vivieron la famosa Tiburomanía; los jaliscienses afirman que el grito surgió en un partido entre Chivas y Atlas. Unos más dicen que no, que fue en un partido México-Estados Unidos en el estadio Jalisco y hay quien argumenta que ni siquiera es algo original del soccer, sino que ya se pronunciaba en los juegos de futbol americano de los llamados auténticos Tigres de la ONEFA.
Sea como sea, para nosotros aquí en Juárez, era muy común escucharlo en los partidos de los añorados Indios, de fugaz paso por la primera división, pero de muy grato recuerdo por la alegría que trajo a la gente. Llamaba a la curiosidad, por decirlo de alguna forma, estar en un partido y al principio no saber realmente lo que gritaba la gente. Los más recatados ante la pregunta de sus hijos, esposas o novias sobre: “¿qué gritan”?, simplemente sonreían y contestaban: “Pluto, hijo, dicen Pluto” y todos contentos a seguir la fiesta.
Hoy, esto ha dejado de ser una broma o festejo para convertirse en un debate de carácter mundial. La FIFA anuncia una investigación y adelanta sanciones económicas a México. ESPN Internacional, la poderosa cadena de televisión especializada en deportes, dio a conocer que censurará (bloqueará, es el término que empleó) en sus transmisiones en vivo los gritos que los aficionados mexicanos le lanzan al portero rival en cada partido. En un comunicado, la televisora dio a conocer que “estaremos vigilando para prevenir que el uso de dicho lenguaje sea transmitido al aire. También nos hemos puesto en contacto con la FIFA”.
Ya antes, esto mismo lo había hecho Univisión, la cadena hispana de televisión de los Estados Unidos que transmite los partidos de futbol de la Liga Mexicana. También lo hace Telemundo, que ahora se encarga de televisar los partidos de León y pronto lo hará también con el Pachuca. En ambas, si uno observa un partido de futbol de la liga mexicana, cada vez que un portero realiza un saque desde su portería, es común que le bajen el volumen al sonido que tienen en el estadio y luego lo vuelvan a subir para que los televidentes no escuchen nada.
En nuestro país, desde hace varios años, desde 2012 para ser más precisos, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) mantiene una disputa contra la Federación Mexicana de Futbol por el famoso grito. Este organismo ha lanzado desde hace varios meses una campaña en contra de lo que considera discriminación en el futbol con carteles que anuncian la frase: “Métele un gol a la discriminación. Apoya a tu equipo con respeto” y la más reciente para este mundial: “Jugando sin discriminación. Copa Mundial de Futbol Brasil 2014”. La CONAPRED se lamenta de que pese a sus quejas, la Federación Mexicana de Futbol no hace nada al respecto. Para su presidente, Ricardo Bucio, el grito hacia los porteros “es una expresión de homofobia porque lo que representa es un desprecio al portero a través de decirle que lo despreciable es ser puto”.
A la vista de los hechos, me parece que debemos analizar, en primer lugar, los derechos que están en juego en esta disputa: el derecho a la libertad de expresión, al de información y el derecho a una vida sin discriminación, ni violencia, el derecho a la sexualidad. En todos los casos y lados, se violan unos y otros.
Veamos, cuando las televisoras censuran lo que sucede en un estadio, violan el derecho a la información de los aficionados, quienes, en el caso de las televisoras de cable, pagan por un servicio, que en este caso les es conculcado. Cuando la FIFA u otro organismo pretende callar a los aficionados en un estadio, evidentemente que viola su libertad de expresión; pero cuando estos mismos aficionados lanzan su popular ¡putooo!, es claro que también lastiman a quien pudiera sentirse aludido por este gesto. ¿Qué hacer entonces?, ¿es o no discriminatorio?, ¿es o no homofóbico? Independientemente de la respuesta que cada uno de nosotros tenga, el hecho, me parece, se debe analizar en su contexto. Antes que sancionarnos, la FIFA debería saber que puto, en México y en muchas partes del mundo, principalmente en países latinoamericanos, es un término polisémico, esto es, con muchos significados, dependiendo del contexto en que se pronuncie.
Si atendemos a su significado, el Diccionario de la lengua española (DRAE) que publica la Real Academia Española, define la palabra puto, ta de cuatro maneras:
1. Como una clasificación denigratoria. Me quedé en la puta calle.
2. Por antífrasis (el empleo de una palabra o expresión en el sentido contrario a su significado) puede resultar encarecedor. Ha vuelto a ganar. ¡Qué puta suerte!
3. Como necio o tonto y por último,
4. Como un hombre que tiene concúbito con persona de su mismo sexo.
Pero la Real Academia de la Lengua, también la define como una expresión coloquial “que denota el esfuerzo que se hace para no ser el último o postrero en algo”. Bajo estos términos, es claro que la palabra sí puede tener una connotación homofóbica, denigratoria y ofensiva, si aceptamos su cuarta acepción, pero no lo es si nos atenemos a su antífrasis, ya que puede resultar una palabra positiva: ¡qué puto golazo!, ¡el puto de Memo Ochoa es un porterazo! O como tituló a ocho columnas hace tiempo el diario deportivo español Sport.es, ante el 2-0 que le recetó el Barcelona al Real Madrid en la Champions Ligue: ¡Messi es el puto amo!
El problema es que en el caso de los mexicanos, para entender más este fenómeno social tendríamos también que analizar su idiosincrasia, su historia, donde el significado de las palabras cobra otra forma a través del albur, del doble sentido, del típico desmadre mexicano. Gritarle puto a alguien, definitivamente es con la firme intención de insultar, pero en gran parte del territorio mexicano se puede considerar un coloquialismo aceptado por muchos, una vulgaridad si usted quiere, aunque no por ello deja de ser ofensivo.
No obstante, la FIFA, a través de la FARE, su oficina antidiscriminación, está decidida a poner fin a esta práctica. Y qué bueno. Pero entonces, si aceptamos como homofóbico el ahora mexicanísimo ¡puto!, entonces la FIFA también tendría que actuar contra las aficiones de Argentina o España, para cuyos habitantes son de uso común expresiones como, ¡puta madre! o ¡hijo ´e puta!, que lanzan a la menor provocación.
La cosa no parece sencilla, pues sea cual sea la interpretación que se le dé, nos llevará a un callejón sin salida. Parecería que más que una real política, lo que la FIFA pretende vendernos esta vez, es que, es sólo cambiando el lenguaje como se puede modificar la realidad y no al revés, para que nos olvidemos de cosas de las cuales tendría que darnos bastantes explicaciones.
Qué bien que la FIFA actúe de este manera para tratar de acabar con la discriminación y la homofobia en las canchas de futbol en el mundo, aunque a veces no quiera diferenciar entre el típico desmadre que se arma en un espectáculo deportivo de esta naturaleza y las verdaderas agresiones, pero antes, nos debe explicar cómo le va hacer ahora que ha entregado el Mundial de 2018 a Rusia, donde su presidente, Vladimir Putin, es un declarado homofóbico y donde hay un real hostigamiento a los homosexuales. Y ni qué decir de Qatar, sede el Mundial de 2022, donde los homosexuales no tienen ningún derecho, al grado tal que bajo la ley islámica, a los gays y lesbianas qataríes se les puede castigar hasta con siete años de prisión, o condenar a muerte si se les comprueba que tuvieron relaciones homosexuales. ¿Cuál es la posición de la FIFA ante esta barbaridad?, ¿pretenderá que con sólo nombrar a esta salvajada de otra manera, se invisibilizará el problema?
Ante esta y otras atrocidades, parecería que languidece el mexicanísimo ¡putooo! que se grita en las canchas nacionales a los porteros rivales.
Quizá todo sería diferente, si la FIFA hubiera sancionado desde un principio a España en la década de los ochenta, cuando sus aficionados le gritaban: ¡Indio!, ¡indio, regrésate a tu país!, a Hugo Sánchez, en claro insulto racista a su origen mexicano, no obstante de que luego se convertiría en una rutilante estrella del futbol español, donde llegó a conquistar cinco Pichichis (y no es albur, así se llama el trofeo que entregan al máximo goleador de la Liga de España) y brillara intensamente primero con el Atlético y luego con el Real Madrid.
Mientras tanto, el debate apenas comienza.
Hasta mañana. Buen día y buena suerte.