Por Silvia Ribeiro*
Afines de 2013, el doctor David Schubert, entregó una carta al presidente Peña Nieto y a los secretarios de Ambiente y Agricultura, resumiendo impactos serios sobre la salud asociados con la siembra y consumo de maíz transgénico. Es de gran relevancia por los datos que exhibe y las calificaciones del autor.
Schubert tiene un doctorado en inmunología y es profesor del Instituto Salk para Estudios Biológicos en San Diego, California, considerado uno de los mejores institutos de investigación médica en el mundo. Tiene conocimiento de primera mano sobre genética molecular, toxicología y ensayos de seguridad respecto a nuevas entidades químicas y biológicas. Ha publicado varios textos en revistas científicas sobre los efectos de las plantas transgénicas en la salud humana.
Todas las plantas transgénicas comercializadas en el mundo –así como las que empresas pretenden plantar en México– se enfocan en dos características: resistencia a herbicidas y plantas insecticidas que expresan la toxina de una bacteria, Bacillus Thuringiensis (Bt).
Schubert comienza aclarando que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos recomendó ensayos exhaustivos de seguridad de los cultivos Bt, pero debido a la carencia de leyes que requieren pruebas de seguridad rigurosas para los alimentos transgénicos en Estados Unidos, esto nunca se hizo. Estados Unidos no requiere la demostración de que un alimento transgénico sea seguro para consumo humano. Es un dato importante, porque salvo en Europa, ninguna agencia regulatoria de transgénicos exige o hace pruebas propias, sino que la mayoría se basan en lo aprobado en Estados Unidos, como si fuera suficiente.
Sobre la exposición a toxinas Bt, documenta que se han comprobado alergias y otras enfermedades en agricultores que plantan esos transgénicos. Agrega que en México el riesgo se multiplicaría exponencialmente si se aprobara la siembra de maíz transgénico, porque entraría directamente al consumo de la población (a diferencia del maíz que se importa actualmente, que va mayormente para forraje y procesamiento industrial). Por ello, la concentración y cantidad de toxinas Bt activas que la gente estaría consumiendo con el maíz Bt es mucho más alta que los niveles de exposición a los que se someten los agricultores. Existen pruebas de alimentación con maíz Bt a ratas y cerdos, que muestran que provoca inflamación de estómago e intestino, y otros experimentos que muestran daño a tejidos, sangre, hígado y riñones.
La industria, afirma Schubert, propaga el mito de que no existen enfermedades asociadas al maíz Bt en Estados Unidos y por tanto debe ser sano. Pero esto realmente no se ha evaluado y por otro, la mayoría del maíz en Estados Unidos no va al consumo directo, sino que es usado como alimento para el ganado y para elaborar aceite, jarabe y etanol, todos productos que no contienen la proteína Bt. La pequeña fracción que va al consumo humano es usado para frituras y botanas, altamente procesadas, que no son componentes mayoritarios de la dieta, una enorme diferencia con México donde el maíz se consume con poco procesamiento y en cientos de formas culinarias, de las que no se sabe cómo interactúan con la toxina, pero que conducirán a potenciales cambios químicos de la proteína Bt, con toxicidad e inmunogenicidad desconocidas.
Esto empeora con la contaminación transgénica, un hecho inevitable e irreversible derivado de la siembra, porque la toxina Bt estará presente en muchas variedades de maíz no transgénico, aumentando los riesgos sanitarios.
Adicionalmente, señala que se conoce que el glifosato, el herbicida más usado con los transgénicos, muchas veces junto al Bt, es tóxico, pero además en el compuesto se usan elementos surfactantes (para que penetre más rápidamente en la planta), que no se someten a evaluaciones de inocuidad, pese a ser más abundantes en la fórmula que el propio herbicida. Es un cóctel químico que se absorbe y no se lava, queda en las plantas que van al consumo, lo cual ha sido relacionado con diversas enfermedades, incluyendo el surgimiento de tumores.
En países de siembras extensas de transgénicos, como Argentina, se ha comprobado el aumento exponencial de casos de leucemia, abortos y deformaciones en fetos y bebés en zonas cercanas a campos fumigados. Estas deformaciones se han comprobado también en anfibios con la presencia de glifosato en niveles mucho más bajos, por contaminación del agua, misma que en muchos casos va al consumo. Schubert explica que como el glifosato es cada vez menos efectivo porque con los transgénicos las malezas se vuelven resistentes, por lo que el siguiente herbicida en línea es el 2.4-D, un reconocido carcinógeno.
En su carta, sustentada con abundantes referencias, concluye que el maíz transgénico no representa ningún beneficio para su país, sino más bien un enorme peligro para la salud de los mexicanos. (http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_52b7e 67083000)
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad presentó este documento, junto a otros 23 trabajos científicos con evidencias de los riesgos a la salud, biodiversidad, economía, cultura y soberanía, que representan el maíz y otros transgénicos, en las audiencias temáticas del Tribunal Permanente de los Pueblos realizadas en México en noviembre de 2013, cuyo jurado internacional recomendó la prohibición de maíz transgénico en México debido a los múltiples riesgos y violaciones de derechos que significan.
* Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC
Fuente: La Jornada