¿Protege el gobierno a El Chapo?

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Por Raymundo Riva Palacio

Dentro del gobierno de Estados Unidos están convencidos de que Joaquín El Chapo Guzmán, no era un criminal que realmente querían atrapar, ni un preso que realmente querían mantener en la cárcel. Los motivos por los que lo sugieren en algunos sectores en Washington, son sus presuntas redes de complicidad y protección institucional en los tres niveles de gobierno. Los más altos funcionarios en la administración de Enrique Peña Nieto rechazan tajantemente cualquier insinuación en ese sentido, pero en el norte, ni les creen hoy, ni les creían antes. El Chapo Guzmán, en la lógica de algunos de los sectores de inteligencia estadounidenses, es que le es funcional al gobierno: guardador de secretos, ayuda a estabilizar con su poderosa marca criminal, la violencia de los cárteles.

La ebullición que se vivió el viernes por la información que trascendió en fuentes estadounidenses de que en dos ocasiones comandos de la Marina mexicana, apoyados por unidades de inteligencia de ese país con información y tecnología, estuvieron a punto de capturarlo en la sierra de Durango, expuso por segunda ocasión –igual, por El Chapo–, la tirantez en las relaciones bilaterales en el campo de la seguridad, paradójicamente, 72 horas después de que el presidente Peña Nieto recibió en Los Pinos a Jeh Johnson, secretario de Seguridad Territorial de Estados Unidos. No se sabe si el enviado del presidente Barack Obama discutió algunos pormenores de la cacería del criminal, pero ese mismo día, al estilo clásico de su gobierno, Washington había enviado la primera señal a México de su molestia.

A las seis de la mañana con 50 minutos, hora en Washington, el popular programa matutino Today Show de la cadena de televisión NBC, transmitió un reporte de los corresponsales Mark Potter y Jonathan Dienst donde revelaban que agentes de la DEA había interceptado señales de teléfono celular que sugerían que El Chapo Guzmán estaba escondido en un rancho de la Sierra de Durango, pero que cuando llegaron los comandos mexicanos de la Marina, todo lo que encontraron fueron más teléfonos celulares y ropa que creen pertenecían al prófugo. Según la NBC, a una semana de esa operación, se veía lejana una captura inminente del criminal. Esa información coincidió con los primeros reportes en la prensa de Sinaloa de los operativos de la Marina en la Sierra de Durango, que nunca fueron confirmados, en su objetivo, por el gobierno federal. Ante la negación, vino la segunda llamada de atención.

A las 9:30 de la mañana del viernes, hora de Washington, vino un segundo reporte de Potter, en donde añadía que El Chapo había sufrido heridas en la cara y una pierna, mientras seguía eludiendo a sus cazadores, que en algún momento lo tenían cercado. Huyó en un vehículo ligero todo terreno, similar a los que publicó quemados la prensa de Sinaloa tras los operativos. El gobierno mexicano estaba enmudecido. Nadie confirmaba y, peor aún, algunos altos funcionarios que por su responsabilidad tenían la obligación de saber, no sabían nada de lo que señalaba la NBC. El propio comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, hizo un anuncio a las 6 de la tarde para dar a conocer la captura de un criminal tamaulipeco. Más de 12 horas después, la Secretaría de Gobernación emitió un boletín de 173 palabras donde confirmaba lo sustancial de la información de la NBC. Por segunda ocasión, un tema de El Chapo no salió del gobierno mexicano, sino del estadounidense. La primera fue su captura el 22 de febrero del año pasado, cuando la DEA lo reveló en Washington. La segunda ahora. El gobierno del presidente Peña Nieto, una vez más, quedó ridiculizado.

La captura de Guzmán no fue un logro del gobierno de Peña Nieto, sino resultado de una investigación de siete años donde participaron la DEA, la CIA y el FBI por la parte estadounidense, y la Marina y la Policía Federal por la mexicana. Tres años antes de su detención la DEA intervino el teléfono de su esposa y le dio seguimiento. Cuando finalmente en febrero un descuido de El Chapo en sus comunicaciones reveló su ubicación, se puso en marcha el operativo. Pero en esta ocasión sólo participó la Marina en el campo táctico –es la única que actualmente tiene la doble certificación estadounidense que le permite acceder a información altamente sensitiva–, con apoyo de un dron de la CIA y de la Oficina de Alguaciles, que son quieres decodifican la información de los drones.

En la cacería de El Chapo en la sierra de Durango, la CIA aportó otro dron para monitorear las comunicaciones, y los comandos de la Marina trabajaron con la información de la DEA. La información que tiene el gobierno mexicano sobre la fuga de El Chapo los llevó hasta una pista clandestina en Tamazula, en la sierra, como resultado de la captura de los tres pilotos que ayudaron a trasladarlo, que no le ha aportado a la PGR mayor información hasta ahora. El gobierno del presidente Peña Nieto no tiene la inteligencia suficiente para capturar mediante el proceso de investigación a El Chapo, por el desmantelamiento que hizo el primer comisionado nacional de Seguridad, Manuel Mondragón, de todo el trabajo de años, y el haberse priorizado en el CISEN la inteligencia política sobre la inteligencia criminal. Sólo un golpe de suerte le daría al gobierno de Peña Nieto la iniciativa en la captura de El Chapo, con lo que demostraría que sí lo quieren preso y no libre como piensan los estadounidenses que, con sus últimas acciones de la semana pasada, ratificaron que sus sospechas de complicidad institucional con Guzmán, siguen siendo elevadas.

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