“Un cambio en el Gobierno es deseable. El PRI merece perder las elecciones por haber nuevamente cometido y adoptado actos de corrupción que todos asociamos con el comportamiento habitual del partido durante el Siglo XX. Nosotros, que fuimos parte de la lucha por la democracia durante las últimas décadas del siglo pasado, conocemos bien la historia”, plantea el escritor mexicano.
¿Adiós a la democracia mexicana? Por Enrique Kraze
El historiador Enrique Krauze afirma en un editorial publicado en el New York Times que el PRI merece perder las elecciones por haber cometido y adoptado actos de corrupción. Krauze relata que en 1928, el Presidente Plutarco Elías Calles declaró que la era de los caudillos revolucionarios había terminado y que México ya no era el “País de un sólo hombre”, sino que comenzaba una “era de instituciones”, con lo que el PRI nació.
Todos los aspirantes al poder debían renunciar a cualquier llamado a las armas a cambio de la posibilidad de obtener la Presidencia simplemente por elección del Mandatario saliente. Para el historiador, era una monarquía absoluta con indumentaria republicana, con un nuevo rey cada seis años.
“El límite del término fue el único límite”, dice Krauze.
De acuerdo con el escritor mexicano, esta transferencia ordenada de poder prevaleció en México durante 70 años y hubo otros partidos, pero fue el Gobierno el que organizó las elecciones, contó los votos y distribuyó miles de nombramientos federales y locales. “No hubo división de poder y sí poca libertad de expresión”.
Aunque, señala, hasta finales de los años 60, algunos de los resultados económicos y sociales del régimen eran aceptables, la corrupción era una mancha constante: cada período presidencial producía una camada de políticos multimillonarios.
Para Krauze, las últimas décadas del Siglo XX se vieron marcadas por crisis económicas y políticas. La liberalización en ambas áreas no podía ser pospuesta, y ocurrió. En 2000, la victoria de Vicente Fox, candidato del PAN, puso fin al largo reinado de la República. Y, el experimento democrático que vivimos en este momento, comenzó.
“Ha habido alternancia en el poder. Acción Nacional volvió a ganar con Felipe Calderón en 2006, y en 2012, el poder presidencial regresó al PRI con Enrique Peña Nieto. En el México de hoy, el Presidente no es un monarca absoluto ni designa a su sucesor. En el Congreso, varias partes están representadas y son influyentes, no sólo eI PRI. Y el Tribunal Supremo es independiente. Las entidades autónomas clave, entre ellas el Banco Central y el Instituto Nacional Electoral, operan profesionalmente”, escribe.
Aunque todavía es algo limitada, para el historiador, la libertad de expresión ha revelado casos de corrupción que habrían permanecido ocultos en el Siglo XX.
Krauze señala que México ahora es una democracia, pero hay un profundo descontento con sus resultados. La mayoría de los mexicanos resienten, y con razón, el escaso crecimiento económico de las últimas décadas y la persistencia de la pobreza y la desigualdad. Según él, cuatro terribles problemas complican esta situación: violencia, inseguridad, impunidad y corrupción. Frente a este balance desolador, la reacción natural en cualquier democracia es castigar al Gobierno en el poder.
Por lo tanto, afirma, José Antonio Meade, candidato del PRI, ha sufrido las consecuencias, quedando muy rezagado en las encuestas. Si las perspectivas actuales no cambian, Krauze pronostica que la lucha por la Presidencia probablemente se resuelva entre Andrés Manuel López Obrador, candidato de Morena, que lidera con 11 puntos en las urnas, y Ricardo Anaya, candidato del PAN, en alianza con el PRD y Movimiento Ciudadano.
Para el también ensayista, los electores aún no pueden juzgar a Anaya pues no ha planteado un programa. Además, indica que el Gobierno ha creado una campaña contra el panista, y que si éste “sobrevive” al ataque podrá ser un candidato competitivo.
“Los votantes hasta ahora no tienen forma de juzgar a Anaya porque no ha presentado un programa detallado. El actual Gobierno priista ha respondido a la disminución de la popularidad de su candidato al usar la oficina del Fiscal General para fines políticos, creando una campaña mediática contra Anaya por un presunto caso de corrupción. Si sobrevive a ese ataque y llega al inicio formal de la campaña el 30 de marzo, el panista habrá mostrado determinación y podrá convertirse en un candidato competitivo”, afirma.
Agrega que otros candidatos independientes también aparecerán en la boleta, pero no tienen posibilidades reales de victoria, sin embargo, comparten un respeto por la democracia.
Sobre López Obrador, Krauze indica que los votantes deben considerar cuidadosamente lo que quiere decir cuando plantea un “cambio de régimen”.
Afirma que el candidato de Morena sigue mostrando desdén por las instituciones de la democracia liberal.
“‘Al diablo con sus instituciones’, dijo en 2006 y no ha negado su afirmación. Además, recientemente acusó a la Corte Suprema de ser un instrumento de la oligarquía utilizada para dominar a la gente”, escribe Krauze.
Para el intelectual, existe un vínculo genuino de fervor religioso (que parece ser mesiánico) entre López Obrador y sus seguidores. Por ello, plantea el historiador, López Obrador ha mostrado una intolerancia inflexible hacia las críticas de los medios e intelectuales.
“Tiene un adjetivo descalificador para cada grupo que lo pone en duda o se le opone: ‘falsos’, ‘conservadores’, ‘vendidos’. Ha llamado a la prensa ‘fifí’ (burguesa). Ha demostrado ser incapaz de recibir la autocrítica y muestra una tendencia significativa a dividir el País entre las personas que lo apoyan a él y todos los demás, que apoyan a ‘la mafia en el poder’”, opina.
Cuestiona que el aspirante de izquierda se ha rodeado de políticos y líderes sindicales que anteriormente pertenecían al PRI, quienes estuvieron directamente involucrados en “tremendos” actos de corrupción.
Dice Krauze que su principal preocupación es la actitud de López Obrador hacia la aún frágil democracia.
“Si López Obrador eligiera incitar a movilizaciones populares y plebiscitos, su Gobierno podría convocar a una Asamblea Constituyente y avanzar hacia la anulación de la división de poderes y la subordinación de la Corte Suprema y otras instituciones autónomas, después de restringir la libertad de los medios y silenciar voces disidentes”, indica.
“En tales circunstancias, México podría convertirse una vez más en una monarquía, aunque mesiánica y en el estilo de un caudillo sin vestimenta republicana: ‘el país de un sólo hombre’.
Fuente: Reforma/ Palabras Claras