Familiares de desaparecidos del estado de Guerrero, así como algunos miembros de la jerarquía católica en esa entidad empiezan a realizar gestiones a fin de que el Papa Francisco visite la ciudad de Iguala y ahí tenga un encuentro con estas víctimas de la violencia –entre ellas los padres de los normalistas de Ayotzinapa– durante la visita del pontífice a México programada para principios del año próximo.
Por Rodrigo Vera
Por sus altos índices de violencia, consideran que Guerrero es el estado más representativo para que Bergoglio lance desde ahí un mensaje de paz y reconciliación, tomando también en cuenta que la “construcción de la paz” es una de las prioridades de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
El religioso franciscano Salvador Rangel, obispo de Chilpancingo-Chilapa, diócesis a la que pertenece Ayotzinapa, comenta esperanzado:
“Tengo un deseo muy personal de que el Papa vaya a Iguala para darnos ahí un mensaje de paz y reconciliación. Sería muy bueno para las víctimas de la violencia de todo el país. La tierra de Guerrero –bronca y violenta– en estos momentos está sufriendo mucho. Podría ser una visita muy breve, una especie de escala en sus trayectos.
“Me han dicho que el itinerario del Papa ya está marcado, pero de cualquier manera yo voy a consultar y ver qué posibilidades hay de una visita a Guerrero. Hay que realizar gestiones. Como obispo, daría de brincos porque el santo padre nos visitara.”
–¿Usted ya se reunió con el Papa para hablar sobre el tema?
–Sí, estuve con él el pasado 7 de octubre. Fue un encuentro muy breve. Le recordé que él me acaba de enviar como obispo a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, donde apenas tengo tres meses. Y él se sonrío. Lo que me dijo es estrictamente privado. Sólo puedo decir que está bien consciente de lo que sucede en Guerrero.
–Resulta extraño que el Papa haya cambiado al titular de la diócesis en una etapa tan conflictiva, ¿por qué lo enviaría a usted a Guerrero?
–Estos cambios siempre son bien pensados. Y posiblemente el Papa me escogió por mi trayectoria. Yo estuve trabajando durante siete años en Israel, donde realicé mi labor pastoral entre muertes, bombardeos, explosiones de minas personales, ataques aéreos y todas las demás atrocidades que una guerra implica.
–¿Y qué me dice de Guerrero?
–Por lo pronto ya me he reunido con algunos familiares de desaparecidos. Veo en ellos mucho dolor, mucha tristeza y mucha pobreza. Pero también he percibido el miedo que se apoderó de la gente. Miedo hasta de salir a la calle. Creo que el Papa, quien siempre ha estado a favor de las causas imposibles, estaría dispuesto a tener un encuentro con esas víctimas.
El obispo franciscano es entrevistado en un jardín de la sede del episcopado mexicano, durante un receso de la asamblea plenaria de obispos que ahí se efectuó del lunes 9 al viernes 13. Lo acompaña el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias, quien igual abriga la esperanza de una visita papal a Guerrero.
Comenta: “Sería muy significativa y de mucha trascendencia una visita del Papa a Guerrero, sobre todo porque las cuatro diócesis del estado –que conformamos la Provincia Eclesiástica de Acapulco– realizamos una intensa labor para alcanzar la paz, justo cuando toda la Iglesia en México le está dando prioridad a la construcción de la paz, un tema central para el episcopado y que tal vez nosotros los obispos lo retomemos en nuestra preparación para recibir al Papa”.
Petición a la diócesis
El llamado Grupo de Los Otros Desaparecidos, de Iguala, ya solicitó formalmente una audiencia con el pontífice a través de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa y de la nunciatura apostólica en México, que son los conductos oficiales.
Mayra Vergara, integrante de este grupo y encargada de las gestiones, relata: “Nosotros ya entregamos nuestra petición formal y tuvimos contacto con el obispo de Chilpancingo-Chilapa, monseñor Rangel, quien se mostró dispuesto a ayudarnos”.
–¿Cuál es el propósito de tener un encuentro con el Papa?
–Nos daría mucho consuelo y aliento esa reunión, pues muchos de los familiares de los desaparecidos somos católicos. Además, una audiencia con el Papa nos ayudaría a visibilizar nuestro problema y a que las autoridades mexicanas agilicen el trabajo de búsqueda de nuestros desaparecidos.
“No pretendemos que el Papa nos reciba sólo a nosotros, sino también a los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa y de los desaparecidos de todo el país. Quizá pueda formarse una comisión por cada grupo, pues de otra manera seríamos miles y eso sería imposible.”
Con un hermano desaparecido hace tres años, Mayra Vergara señala que su agrupación intenta encontrar a más de 400 desaparecidos de los municipios guerrerenses de Iguala, Huitzuco, Teloloapan y Taxco.
Agrega: “En el municipio de Iguala hemos encontrado tres fosas clandestinas con 104 cadáveres, de los cuales solo se han identificado a 10. Las autoridades tardan muchísimo tiempo en identificar los cuerpos”.
–¿Reciben algún apoyo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa?
–Sí. Nos abrió las puertas del templo de San Gerardo, en Iguala. Ahí realizamos nuestras reuniones y recibimos acompañamiento espiritual por parte de su párroco, Óscar Prudenciano, quien incluso instaló un comedor parroquial para darnos mayor apoyo.
Por su lado, los padres de los normalistas de Ayotzinapa señalan que harán gestiones directas en el Vaticano para conseguir una audiencia con el Papa.
“Hay una compañera que está por salir a Europa y allá gestionará todo. Al Papa le plantearemos nuestros problemas y le pediremos que nos ayude”, adelanta Melitón Ortega, vocero del grupo.
Mientras que Emiliano Navarrete, quien organizó a los familiares de Ayotzinapa que recientemente intentaron reunirse con el Papa en Estados Unidos, comenta: “Ojalá y ahora sí podamos tener en México un encuentro con el Papa. En Estados Unidos no lo logramos porque no hicimos ningún trámite solicitando audiencia. Todo lo hicimos a la carrera y con el tiempo encima, apoyados por compañeros que viven allá”.
En efecto, en septiembre pasado, durante el viaje de Bergoglio a Estados Unidos, los familiares de Ayotzinapa sólo pudieron manifestarse en las calles de Nueva York durante los recorridos papales.
Por lo que respecta a Bergoglio, ha externado su preocupación por el caso Ayotzinapa en dos actos públicos realizados en el Vaticano a finales del año pasado.
El mensaje papal
El 19 de octubre, durante una audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, a la que asistieron unos 30 mil fieles, el Papa les dijo: “Quisiera hoy elevar una oración y traer cerca de nuestro corazón al pueblo mexicano que sufre por la desaparición de sus estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos”.
Después, el 12 de noviembre, en otra audiencia general a la que asistieron sobre todo peregrinos de lengua española, Bergoglio volvió a manifestar su dolor “por lo que legalmente es una desaparición, pero saben que es el asesinato de los estudiantes”. Estas muertes atroces –recalcó– “hacen visible la realidad criminal que existe detrás del tráfico y comercio de las drogas”.
Y al mes siguiente, el 22 de diciembre, el representante papal en México, el nuncio Christophe Pierre, fue hasta la Normal de Ayotzinapa para dar ahí una misa con motivo de la Navidad. Con él concelebraron el arzobispo Garfias y el entonces obispo de Chilpancingo-Chilapa, Alejo Zavala.
En esa misa –donde había 43 sillas vacías, con las fotos de cada uno de los estudiantes– el nuncio les comunicó a los familiares que Francisco está muy al tanto de lo que sucede en Ayotzinapa y Guerrero.
Al terminar la celebración se reunió con los padres de familia, quienes le entregaron varias cartas para que se las hiciera llegar al Papa. La petición más constante fue que éste interviniera para que el gobierno mexicano agilice las investigaciones.
Estos antecedentes animan a monseñor Salvador Rangel en su empeño para que el Papa vaya a Iguala. Aunque sostiene que, de concretarse la visita, lo ideal sería un encuentro con familiares de desaparecidos de todo el país.
“La idea es que se ponga énfasis en el grave problema de todos los desaparecidos, no sólo los de Ayotzinapa. Así podrían asistir también familiares de las cuatro diócesis de Guerrero: Chilpancingo-Chilapa, Acapulco, Tlapa y Ciudad Altamirano”, comenta el fraile franciscano.
A nivel nacional se calculan alrededor de 26 mil personas desaparecidas, por lo que ya hay intentos de la sociedad civil de aglutinar a sus familiares a través del Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos en México, conformado por 35 colectivos.
Pero Guerrero, por el trágico caso Ayotzinapa, sigue siendo el estado más representativo de esa problemática. Incluso el episcopado mexicano escogió a la entidad para implementar un amplio proyecto piloto de atención a víctimas de la violencia.
Concretamente en la arquidiócesis de Acapulco –encabezada por Garfias– empezaron a abrirse los llamados Centros de Escucha, donde se les da atención espiritual, psicológica y jurídica a las víctimas, a través de equipos de sacerdotes, psicólogos, abogados y laicos que hacen esa labor social (Proceso 1951).
Garfias explica: “Estos Centros de Escucha son una primera instancia de acompañamiento y atención a víctimas. Ahora ya estamos dando el segundo paso; la apertura de las Escuelas del Perdón, donde empezamos a trabajar precisamente el tema del perdón, paso previo para la reconciliación”.
Refiere que están siguiendo la experiencia implementada por el episcopado de Colombia, donde en estos momentos la Iglesia ya está reuniendo a las víctimas con sus victimarios para que lleguen a la reconciliación. “Allá en Colombia hasta se dio el caso de una víctima que contrajo matrimonio con su victimario”, dice Garfias, esperanzado en que este trabajo pastoral en Guerrero sea un motivo más para que el Papa se anime a visitar la entidad.
Sin embargo, Garfias y Rangel también sopesan los “riesgos” de una visita del Papa a una región tan convulsionada. “La visita podría ser utilizada políticamente por grupos que nada tienen que ver con los familiares de los desaparecidos. Los ánimos están muy exaltados. Podría provocar violentas manifestaciones de protesta que a nosotros como obispos nos llenarían de vergüenza”, comentan.
A principios de noviembre vino a México el encargado de organizar los viajes del Papa, Alberto Gasbarri, quien recogió propuestas sobre los distintos lugares que el Papa podría visitar probablemente para febrero próximo. Se mencionaron sobre todo el Distrito Federal, Chiapas, Chihuahua y Michoacán. El estado de Guerrero no figuró en la lista.
Sin embargo, el jueves 12, en el marco de su asamblea plenaria, el episcopado mexicano pidió no barajar nombres de lugares para no crear “falsas expectativas”. Ningún sitio está asegurado –advirtió tajante– y será el propio Papa quien finalmente decida.
Así, la moneda está en el aire.
Fuente: Proceso