PRD, el riesgo de la intrascendencia

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Por Salvador Camarena

Días después de la elección del año pasado, al interior de la corriente de “Los Chuchos” se analizaba la posibilidad de refundar el partido de la Revolución Democrática. Cantado como estaba que el PRD y Andrés Manuel López Obrador tomarían distintos caminos, en la cúpula de Nueva Izquierda revisaban la necesidad de una reforma de fondo en el Sol Azteca. El Pacto por México interrumpió ese proceso, porque de los perredistas surgió la idea del acuerdo, pero la necesidad de que la principal organización de izquierda encuentre un nuevo, y atractivo, discurso y rumbo en su vida post AMLO sigue ahí.

Divorciados ya de López Obrador, ¿cuál es elemento que amalgama a los perredistas? Dicho en otras palabras, ¿en qué se parecen el acusado de corrupción Mauricio Toledo y el protagonista de un video sexual Rubén Escamilla al líder perredista del DF Raúl Flores y al asambleísta Vidal Llerenas? ¿Qué tienen en común Jesús Zambrano y su secretario general, Alejandro Sánchez Camacho, que casi siempre dan declaraciones completamente contradictorias? ¿Qué agenda comparten Alejandro Encinas y Graco Ramírez? ¿Qué ideología une a la delegada Maricela Contreras, quien organizó un homenaje en vida a Arnoldo Martínez, con su colega Víctor Romo, que declara llevarse “excelente” con el Presidente Enrique Peña Nieto? ¿Qué discurso internacional podrían firmar juntos Dolores Padierna y Marcelo Ebrard? Etcétera.

El futuro del PRD como lo conocemos está amenazado por sus contradicciones internas. La profundidad de esa variopinta confusión ideológica queda evidenciada claramente en el Distrito Federal. ¿De verdad es el perredismo el que gobierna la capital? La negativa de Miguel Ángel Mancera a afiliarse al PRD desnuda la debilidad del partido. El Jefe de Gobierno ha ido ganando espacios, pero son suyos, no necesariamente de la organización fundada por Cuauhtémoc Cárdenas, a quien Mancera tiene en su gabinete en una astuta maniobra para que nadie pueda cuestionarle sus credenciales de izquierda.

Todo esa babel que es el PRD entrará en ebullición con el debate energético. Según una fuente perredista, todos irán con lo que diga Cárdenas en esta materia. Incluso Marcelo Ebrard se habría cuadrado ya ante el michoacano, que en la reunión que tuvieron las figuras del PRD con el ingeniero hace un mes dejó bien claro que nadie tenía que adelantarse, que esperarían a que el gobierno federal hiciera pública su iniciativa, y que sólo entonces los perredistas podrían formular una ofensiva, no antes, como quiso Marcelo días antes de ese encuentro.

“El ingeniero es nuestro escudo político”, así me definió un alto dirigente a Cárdenas la semana pasada. ¿Y si el “escudo” tiene una visión que pudo haber sido funcional en el siglo XX pero ya no en este nuevo siglo?, le cuestioné a ese perredista. “Tiene posturas mucho más modernas de lo que muchos creen”. La duda es si comenzado el debate energético en el PRD habrá espacio para la herejía, para rebatir al ingeniero. “No iremos más allá de lo que él defina”, insistió la fuente.

La pregunta es si el PRD será capaz de presentar una contrapropuesta que convenza más allá de su feligresía, algo que sea tan específico que llame la atención de los mercados; una propuesta tan innovadora que sorprenda a recalcitrantes críticos del Sol Azteca, tan consistente que hable por sí misma de un proyecto energético de izquierda, y tan original que zanje cualquier duda de que tienen una idea con méritos propios no sólo argumentos nacionalistas para decir no a cualquier apertura.

Cuesta trabajo pensar que todo ello surgirá de la disparidad de un partido fragmentado, difuso, peleado internamente, que ahora se aglutina en torno a Cárdenas cuando en otras ocasiones no ha hecho el mínimo caso a las severas críticas del tres veces candidato presidencial.

La reforma energética será una dura prueba para el PRD. En la calle, la estrella opositora será López Obrador. En la mesa, el protagonismo se lo quiere quitar el partido Acción Nacional. Ante ello, quizá es momento de que algunos perredistas retomen su reflexión de hace un año, cuando decían que no les importaba quedarse pocos pero congruentes con un discurso y un actuar modernos.

En este debate la principal organización de la izquierda mexicana tiene que demostrar con ideas que es imprescindible para trazar el mapa hacia el futuro, o quedar rezagada, perdida en ese marasmo interno que la llevará, sin duda, a la intrascendencia.

Fuente: Sin Embargo

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