La sombría y compleja guerra civil en Siria se acaba de volver todavía más complicada
La implicación rusa en el conflicto en Siria no es precisamente nueva: desde su inicio, en la primavera de 2011, Moscú ha sido un leal aliado del gobierno de Bashar al Asad, al que ha apoyado tanto militar como diplomáticamente.
Pero, para preocupación de Occidente, todo indica que Moscú ha decidido asumir un rol cada vez más protagónico.
O eso es, al menos, lo que teme el Pentágono, que recientemente alertó sobre un aumento de la presencia militar rusa en el país, así como sobre supuestos planes para instalar una base aérea en la región noroccidental de Latakia.
La principal razón de ese temor: aunque Moscú y Washington tienen un enemigo común en el autodenominado Estado Islámico, los gobiernos occidentales también ven a al Asad –quien ha sido acusado de haber empleado armas químicas en contra de su pueblo– como parte del problema.
Y Estados Unidos cree que un mayor apoyo ruso a las tropas gubernamentales, justo cuando estas parecen estar perdiendo la batalla en el terreno, puede hacer más difícil la solución política pretendida por ellos y sus aliados.
Aliado histórico
La solución occidental, sin embargo, pasa por la salida de Bashar al Asad en favor de los opositores más moderados que también lo combaten.
Pero el líder sirio es desde hace tiempo el principal aliado de Moscú en el Medio Oriente.
Y el presidente ruso, Vladimir Putin, ya dejó claro que no está dispuesto a dejarlo sólo en lo que insiste en caracterizar como una batalla por mantener la institucionalidad de Siria y en contra del fundamentalismo islámico.
“Nosotros continuaremos apoyando al gobierno sirio en su lucha contra la agresión terrorista“, dijo Putin este martes en referencia a EI.
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“Le hemos proporcionado y le vamos a seguir proporcionándole la ayuda técnica militar que sea necesaria”, reconoció Putin.
“Llamamos a otros países a sumarse a esta iniciativa”, agregó además el mandatario, quien parece creer que el temor por el avance de EI puede usarse para conseguir un respiro para el gobierno de Damasco.
Presencia creciente
La evidencia, sin embargo, indica queRusia está haciendo mucho más que continuar el apoyo que ya le venía proporcionando a las fuerzas de Al Assad.
Como hace notar el corresponsal para asuntos diplomáticos de la BBC, Jonathan Marcus, en los últimos días varios aviones de transporte militar han llegado al aeropuerto de Latakia, en el noroeste del país, e imágenes satelitales muestran claramente trabajos de ampliación en la pequeña base.
Y al mismo tiempo dos barcos cargados de vehículos y otros equipos también atracaron recientemente en la pequeña base naval que desde hace cuatro décadas Rusia mantiene en la vecina Tartus.
Imágenes publicadas en YouTube muestran también vehículos blindados, de un tipo que los rusos nunca antes le habían vendido al gobierno de al Assad, “en acción” dentro del territorio sirio.
“Y más extraño aún, en términos de seguridad operacional, son los ‘selfies’ de militares rusos en Siria, que confirman no sólo su presencia en el país, sino que dan una indicación de las unidades a las que pertenecen”, cuenta Marcus.
“No hay duda de que los rusos se están haciendo sentir cada vez más: Rusia ciertamente está aumentando sus capacidades en Siria“, asegura el analista de la BBC.
Pero, ¿con qué propósito?
En términos prácticos, Marcus considera que Rusia se está preparando para establecer un “puente aéreo”, estableciendo una base que le permitiría reforzar rápidamente al gobierno de al Assad en caso de necesidad, pero también complementar a su base en Tartus.
Pero, sobre todo, el analista cree que Moscú está invirtiendo para conservar su influencia en un país que considera clave.
Futuro complicado
“El mayor despliegue militar ruso da a entender que Putin no va a dejar caer al gobierno de Asad. Pero eso no significa que Asad va a estar ahí para siempre“, explica Marcus.
“La diplomacia rusa está trabajando en tándem con su política militar explorando todos los caminos para llegar a un acuerdo transitorio que le permita a Assad mantenerse en el poder, al menos por el momento”, reconoce el analista.
“Pero el horizonte de Rusia en Siria probablemente se extiende mucho más allá de la presencia activa de Assad, lo que es un reflejo de las preocupaciones de Moscú por los militantes islámicos y de su convicción de que los remedios occidentales para la región han sido un verdadero desastre“.
Efectivamente, como recuerda Marcus, Rusia no reaccionó a los levantamientos de la llamada “Primavera Árabe” con el mismo entusiasmo de los gobiernos occidentales. Y el estado actual de la región parece reivindicar su análisis.
Lo que no significa que su despliegue militar no plantee una serie de problemas prácticos para Occidente y en particular para EE.UU., que ya tiene aviones operando en territorio sirio.
¿Qué pasará, por ejemplo, si Rusia decide jugar un rol militar directo? ¿Contra quién luchará: contra el autodenominado Estado Islámico o contra todos los enemigos de al Assad, incluyendo aquellos que cuentan con el apoyo de Washington y sus aliados?
“La sombría y compleja guerra civil en Siria se acaba de volver todavía más complicada”, es la conclusión de Marcus.
Fuente: BBC Mundo