Pese a la mediocridad de nuestra economía –que ya es crónica–, se sigue creyendo que es impulsando el crédito, haciendo que la gente, las empresas y el gobierno gasten de más y se endeuden como lograremos progresar. ¡Falso!
Por Guillermo Barab
La economía es tan sencilla que por eso hay tantos supuestos intelectuales y expertos que insisten en sofisticarla y complicarla al máximo. De hecho, es tan simple que por eso es que en una economía de libre mercado, donde se respete la propiedad privada, cualquier persona que sepa hacer sumas y restas puede volverse muy rica. Claro, siempre si es capaz de satisfacer las necesidades de los clientes y, por tanto, ganar sus favores para que le compren masivamente sus productos y servicios. Ejemplos, sobran.
Las leyes de la economía son iguales para todas las personas, hogares, empresas o países enteros.
Es así que usted, su empresa o país van a progresar si primero que nada tiene control sobre sus finanzas. Nadie puede gastar más de lo que gana, y si lo hace, sólo es posible mediante la deuda, es decir, haciendo que alguien más le ponga la diferencia.
El problema es que si ese comportamiento no cambia, las deudas, intereses y sus pagos crecen tanto, que se cae tarde o temprano en la quiebra, es decir, se llega a un punto en el que todos pierden: el que prestó no recupera su dinero, y el deudor pierde lo que tiene y está más pobre que al principio.
Gastar más de lo que se gana es el primero de los malos hábitos a controlar para salir adelante. Si usted está en esta condición, hay una luz amarilla que se prende y hay que solucionar antes de que sea alerta roja. El consumismo, como ve, no puede ser la salida a nuestra crisis personal o de país.
Ayer mismo, la Secretaría de Hacienda recortó su pronóstico de crecimiento para México, siguiendo los pasos del Banco de México, que ya lo había hecho antes. Pese a la mediocridad de nuestra economía –que ya es crónica–, se sigue creyendo que es impulsando el crédito, haciendo que la gente, las empresas y el gobierno gasten de más y se endeuden como lograremos progresar. ¡Falso!
Para poder crecer todos tenemos primero que disciplinar nuestro presupuesto, para después comenzar a ahorrar.
Todas las grandes fortunas y el progreso nacionales provienen de los ahorros, tanto propios como de inversionistas que se arriesgan a poner dinero a proyectos de los emprendedores. Es entonces cuando se convierte el ahorro en capital, la verdadera base del crecimiento y desarrollo sostenidos.
De modo que tantos estudios para encontrar las causas de la pobreza no tienen sentido. La pobreza es, en sí misma, la condición natural del ser humano, pues así comenzamos el andar en este mundo como especie. La riqueza es la que sí tiene explicaciones y causas, y todas pasan por la acumulación de ahorro/capital.
El recolector que haya tenido la idea de diseñar una herramienta para recolectar más y más rápido comenzó a su manera una cierta acumulación de “capital”. Lo mismo el cazador, el agricultor, etc. El punto es que la acumulación del capital es la que permite el progreso, y al derivar del ahorro, éste sólo puede existir sacrificando nuestro consumo presente. No hay más ciencia.
Visto así, se entiende la gravedad de las políticas oficiales de presionar que haya más demanda, pues, al final, el resultado es que no sólo no se acumula más capital, sino que se consume el que ya existe. La consecuencia, claro está, es más pobreza y miseria que la que se quería evitar.
Por eso México no crece, ni podrá crecer mientras no tenga una economía abierta, donde el libre mercado, la acción empresarial y la garantía de propiedad privada imperen. Para eso hace falta vigencia del Estado de derecho con un gobierno mínimo. El ánimo de apropiarse una ganancia fruto de su empresarialidad –y conservarla–, es el único incentivo real para estimular el crecimiento, y de manera natural induce al ahorro para acumular más capital.
Así de fácil y de difícil la tenemos. Por eso, como hemos insistido, no tenemos que esperar a que el gobierno lo haga. Comencemos por disciplinar nuestros gastos, ahorrar y a incentivar nuestro espíritu empresarial. La suerte de nuestro país no tiene por qué ser la nuestra en lo individual.
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Fuente: Forbes