En su intento por huir de sus problemas financieros, los israelíes buscan una vida mejor en el extranjero. Pese a las acusaciones de cobardía del Gobierno hebreo en su contra, demuestran que pueden ser realmente exitosos.
En noviembre pasado Israel sorprendió al mundo con la intención de pagar a los inmigrantes africanos hasta 3.500 dólares para que abandonaran el país. Una medida que contrasta con la realidad de sus propios ciudadanos, que emigran de su patria, muchos de ellos porque entienden que vivir en la nación hebrea es una cruzada económica eterna.
“En Israel, al menos para mí, la vida era una guerra cada día. Es una lucha diaria con los clientes. Yo tenía mi propio negocio y siempre estaba en problemas. Aquí todo es más calmado. Uno puede sentarse, relajarse. Incluso puede dormir tranquilo”, dice el israelí Barry Baruj, residente de Berlín. Barry es un ingeniero informático que se marchó y montó su propio negocio en la capital alemana.
Muchos nativos ya no ven a Israel como la tierra prometida, y van en busca de fortuna a otras latitudes. Una de las principales causas del éxodo, según la diáspora hebrea, es que en el país los salarios son muy bajos, mientras el costo de la vida es elevado.
Itzik se fue de su nación años atrás con su esposa ecuatoriana y decidió quedarse en la tierra latinoamericana para encontrar una situación favorable a sus bolsillos. “Si Israel no fuera un lugar tan complicado económicamente para vivir, no me hubiese ido tan fácil”, explica Itzik Pazuelo.
Algo que molesta bastante a estos buscadores de mejor suerte, es la forma en que son vistos por muchos de sus compatriotas: como inadaptados que no pudieron encontrar su lugar en la sociedad. El ex primer ministro Isaac Rabin dijo una vez que los israelíes que abandonaban su país eran unos cobardes. Sin embargo los israelíes que salen, han demostrado que son personas exitosas y con talento.
Un ejemplo de esto lo tenemos en Alona: una estudiante hebrea de altas calificaciones que ganó una beca en la Universidad Americana de Washington, y que no ve en su origen una razón de peso para permanecer en su tierra. “El hecho de que Israel sea el único país judío juega cierto rol, pero no es algo determinante que nos obligue a quedarnos en él”, opina la estudiante Alona Volinsky.
Pero la gota que derramó el vaso fue el hecho de que dos de los premios Nobel de Química de este año fueran israelíes que abandonaron el país y viven en EE UU. Un triste ejemplo del talento que deja las fronteras judías.
Las arcas de Tel Aviv parece que no están a disposición de todos sus ciudadanos. Y el funesto éxodo de la patria de los padres fundadores parece cada día más una opción para quienes, menos preocupados en políticas y hegemonías, quieren ganarse el pan de cada día, a pesar de que se les vea como desertores o no merecedores de haber nacido en la tierra prometida.
Fuente: Rusia Today