Académicos que han trabajado con él en distintas etapas consideran a Andrés Manuel López Obrador un “tomador de riesgos” que no trabaja por consenso y siempre asume la responsabilidad de sus actos. Tanto, dicen, que convence por su biografía. Pese a los innumerables obstáculos, dice el historiador Lorenzo Meyer, nunca se rinde, incluso percibe que el tabasqueño va más rápido de lo que se propuso, siempre con su estilo personal: terco, empeñoso, desafiante…
Por Álvaro Delgado/ Proceso
En el primer año de su sexenio, con la economía estancada, la violencia que no cesa y la oposición cada vez más beligerante, Andrés Manuel López Obrador ha desplegado su muy peculiar estilo personal de hacer política y de ejercer el poder: terco, empeñoso, desafiante, proclive a los riesgos y confiado en su instinto para conseguir los objetivos que se propone.
Con este perfil ha empezado a derrumbar el régimen político vigente durante décadas, pero lo conseguido está lejos todavía de sentar las bases de uno nuevo, pese al énfasis de los programas sociales, la austeridad, la reorganización de la administración pública y la nueva relación del gobierno con la sociedad.
“En un sexenio uno no cambia a México. Mi objetivo es dejar las bases para que el que venga lo pueda cambiar”, le confesó López Obrador, aún como jefe de gobierno, al historiador Lorenzo Meyer, quien revela a Proceso que el objetivo del tabasqueño es que los mexicanos vean al gobierno como suyo. “Esa es la meta principal”, le confesó.
A la distancia, y al cumplir el primer año de López Obrador en la Presidencia de la República, Meyer advierte que son tantos los intereses que existen y una historia de antidemocracia que, en efecto, sería un éxito que la mayoría de los mexicanos vean a un gobierno como suyo, porque ellos lo pusieron.
“Los 30 millones de votos sí es una contribución, desde abajo, a ese ideal del gobierno como propio”, subraya el historiador, en entrevista, quien asegura que, pese a todo, sí ha avanzado en su proyecto contra la corrupción, recomponer el tejido social y rehacer la institucionalidad.
“Yo estoy viendo que va más rápido de lo que él mismo ha de haber supuesto en aquel entonces, a pesar de los obstáculos. ¡Y vaya que hay obstáculos enormes!”, exclama el historiador ante los intereses que se le oponen.
Enorme capacidad de trabajo
Como Meyer, José Agustín Ortiz Pinchetti también conoce muy bien a López Obrador, a quien apoyó desde que era dirigente en Tabasco y de quien fue secretario de gobierno en la Ciudad de México, y recuerda que ante las adversidades como las que están en curso suele crecerse.
“Tiene una capacidad enorme para manejar la adversidad. Hemos visto la campaña terrible que ha sufrido y él confía en que la gente lo va a respaldar. Y en las últimas encuestas, en contra de lo que se esperaba, sigue estando en una muy buena posición.”
López Obrador, afirma el fiscal federal para delitos electorales de la Fiscalía General de la República, ha llevado al gobierno federal el mismo estilo como jefe de Gobierno capitalino: Una enorme capacidad de trabajo, no consulta sus decisiones y confía sobre todo en su instinto político.
—¿Confía en su instinto político?
—Sí, confía en su instinto político. Prácticamente nunca lo vi, antes de tomar una decisión, solicitar consejo o acuerdo de sus colaboradores.
Ignacio Marván Laborde, quien fue asesor de López Obrador también en su periodo como jefe de Gobierno, observa que el presidente de la República es consecuente con impulsar programas sociales y una reorganización administrativa fincada en la austeridad, como lo hizo en la capital.
Sin embargo, hasta ahora los resultados de gobierno son modestos ante la promesa de ofrecer un cambio de régimen profundo definido como la Cuarta Transformación.
“Ahí sí veo mucha tensión, porque la transformación y el nuevo régimen tienen aspectos muy modestos que fundamentalmente se reducen a una reorganización de la administración pública y una nueva relación del gobierno con la gente”.
Investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Marván define a López Obrador como un político de ideas claras, con capacidad de corrección de acuerdo con las circunstancias y con una característica ajena a la política en México: Es un tomador de riesgos.
Caudillo, no ‘mesías tropical’
En su más reciente libro, El poder vacío, el agotamiento de un régimen sin legitimidad, editado por Debate, Meyer documenta la decadencia del sistema político mexicano, incluida la alternancia del 2000, y en ese contexto conceptualiza y describe la personalidad del presidente de México, muy distinta a las caricaturizaciones de sus adversarios.
“Que su liderazgo tiene características de caudillo es tan innegable como natural”, escribe Meyer, quien afirma que este carácter es resultado de sus “circunstancias” asociadas a los fraudes desde 1988 y 1994 en Tabasco.
“Haber sobrevivido en la lucha contra el autoritarismo en su estado forjó el estilo de hacer política de López Obrador”, subraya, y éste se moldeó con el veto de la élite en su contra desde 2006.
“Y ese veto ilegal e ilegítimo fue la circunstancia que moldeó el yo del tabasqueño. Hoy en el poder no niega su circunstancia y sí se mantiene en pos de salvarla.”
Sin mencionarlo por su nombre, Meyer alude al historiador Enrique Krauze, autor del ensayo “El mesías tropical” que publicó en el proceso electoral de 2006, y desnuda sus propósitos y los de quienes compraron su idea:
“Quienes dieron forma, contenido y uso al concepto de ‘mesías tropical’ en 2006 —que no obstante le reconocían instinto popular (encomiable si es ‘bien usado’), fogosidad, inteligencia, capacidad de persuasión y, sobre todo, posibilidades de triunfo– clamaron al cielo, o al fraude, para que se le impidiera el triunfo al personaje así caricaturizado.”
NAIM: fin de régimen
A partir de la victoria del 1 de julio de 2018, escribe Meyer en El vacío de poder, la tarea de López Obrador es llevar a cabo el cambio del régimen, que es la tarea más difícil y peligrosa del arte de la política, según Maquiavelo.
“Y es que en esa fase se tiene en contra a los perjudicados por el cambio, pero también a los que queden insatisfechos por razón de que no recibieron cuanto esperaban. Enemigos del nuevo régimen son lo que va a sobrar”.
La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México y la construcción en la base militar de Santa Lucía fue una decisión para, además de vencer a la base partidocrática del viejo régimen, también a la plutocrática.
“Esta vez López Obrador eligió el momento, el terreno y las condiciones del choque con esa parte de la élite del poder que durante decenios confutó con el viejo régimen”, subraya Meyer, y resalta que el resultado final de la confrontación de alguna manera determinó la naturaleza del proyecto de gobierno que se inició en diciembre de 2018.
Ortiz Pinchetti coincide: La decisión de cancelar el NAIM ejemplifica también el estilo de ejercer el poder de López Obrador:
“Él estaba preocupado por el exceso de influencia que tenían estos hombres de negocios y de políticos metidos a los negocios. Es uno de los elementos, pero el más importante es que él consideraba que era una pésima inversión y no era una obra que pudiera ameritar mantenerla”.
Según su exasesor Marván Laborde, López Obrador es también un político que reacciona bien a cuestiones inesperadas, como la crisis de migración derivada de la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles y la posibilidad de éste de denominar terroristas a los cárteles mexicanos.
Ni el estancamiento económico ni los hechos más violentos de seguridad, como Culiacán, y las matanzas, como la de la familia LeBarón, estaban previstos.
“Una cosa es que vas a administrar la inercia y a ver cómo bajas la violencia, y otra cosa es que tengas cuatro o cinco eventos que te ponen enfrente la guerra cuando decías que ya no hay guerra y tu propósito era parar la guerra”.
Fuente: Proceso