Por Eleen Truax
La semana pasada estuve de visita en la redacción de El Diario de Juárez, en la ciudad mexicana del mismo nombre ubicada en la frontera con El Paso, Texas. Juárez ha tenido la desgracia de convertirse en la ciudad más peligrosa del mundo, de acuerdo con declaraciones recientes de William Brownfield, subsecretario de Estado para el narcotráfico internacional de Estados Unidos.
En los últimos años, debido a su ubicación geográfica que la convierte en un territorio clave para el comercio de drogas y armas, y con la guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón, la muerte se ha ensañado con la sociedad juarense; durante el 2011 la cifra de muertos llegó a un promedio de ocho diarios.
Esta violencia también ha golpeado al gremio periodístico. Tan pronto llega uno al edificio que alberga a las instalaciones de El Diario de Juárez, un par de letreros saltan a la vista cubriendo buena parte de la fachada. En uno de ellos, con la leyenda “sin periodistas no hay democracia”, se exige justicia en el caso del asesinato de Armando Rodríguez “El Choco”, reportero que fue baleado en 2008 en el garaje de su casa y frente a su hija. El otro letrero cuestiona: “¿A quién pedir justicia?” y hace alusión a la muerte de Luis Carlos Santiago, el fotógrafo de esta publicación asesinado en un estacionamiento en 2010.
-¿Qué respuesta dan las autoridades, qué les ha dicho el presidente? -pregunté a Rocío Gallegos, reportera de ese medio y cofundadora de la Red de Periodistas de Juárez.
-Ninguna -me respondió. -No nos dicen nada.
Rocío saca entonces un expediente; me sorprende que lo tenga tan a la mano. En él aparecen reportes de las investigaciones de los casos de sus colegas, artículos publicados por los propios reporteros de El Diario, evidencia. Nada concreto; indagaciones, el trabajo intuitivo de periodistas que reman contracorriente para encontrar la verdad y al mismo tiempo deben cuidarse las espaldas. De las autoridades, ni una palabra, ni un acercamiento, ni una muestra de solidaridad. El presidente Calderón no habla de los periodistas que han muerto en su sexenio.
Rocío compartió conmigo algunos detalles sobre la forma en la que cambió la vida de los reporteros a partir de 2008. Decidieron establecer alianzas con periodistas de otros medios para hacer coberturas seguras. La lucha por la primicia se convirtió en la lucha por la supervivencia: más vale llegar todos juntos a un sitio, y salir todos vivos, que ganar uno la nota y tal vez nunca regresar. Bajo la iniciativa de ella y de algunas de sus compañeras en El Diario se creo la Red de Periodistas de Juárez, en donde se da capacitación a los miembros del gremio para saber cómo obtener información reduciendo el riesgo, cómo manejar datos sin comprometer la seguridad, qué ajustes hacer en el vocabulario para reducir los niveles de vulnerabilidad de quienes escriben la nota. En esas sesiones han aparecido las anécdotas de quienes a diario están en la calle. Un reportero compartió la forma en que maneja su preocupación por su familia: cuando salen juntos, su esposa viaja en un auto con sus hijos y él viaja por separado en otro auto. Si alguien lo ataca, su familia está segura. La esposa tiene instrucciones precisas de no detenerse en caso de que algo ocurra.
-Vas encontrando la manera de sobrevivir, tienes que seguir viviendo tu vida -me dice Rocío, quien a pesar de este principio, reconoce que a partir de la muerte de “El Choco” su vida nocturna desapareció por completo.
Desde el año 2000 han sido asesinados 82 periodistas y hay al menos diez cuyo paradero se desconoce. En algunos casos los muertos han sido baleados y dejados a media calle, o en dentro de un vehículo. En otros, al asesinato ha precedido un secuestro y los restos aparecen embolsados, apuñalados, amordazados y en un caso incluso con una nota de escarmiento acompañando al cadáver. El cuerpo de Regina Martínez, reportera de la revista Proceso en el estado de Veracruz, apareció en el baño de su casa golpeado y estrangulado. Y como en el caso de “El Choco”, de Luis Carlos Santiago, de todos los demás, las autoridades no reaccionan. Hasta este fin de semana.
Justamente en Veracruz, el sábado pasado la conductora de uno de los noticieros estelares de la empresa Televisa, Adela Micha, participaba en una ceremonia donde le fue entregado un doctorado honoris causa por parte de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, cuando un par de jóvenes presuntamente integrantes del movimiento #YoSoy132 le aventaron un par de huevos. Los agresores acusaron a Micha de ser parte del equipo que dentro de la televisora se encuentra coludido con el poder, y que manipuló y tergiversó información para favorecer la candidatura a del hoy presidente electo Enrique Peña Nieto. Tras la agresión, Micha bromeó sobre el precio del huevo, y cerró con una frase: “Para estar aquí hay que tener muchos huevos”.
Apenas unas horas después, las reacciones que no se vieron tras los asesinatos de “El Choco” y de Santiago en Ciudad Juárez, con los periodistas muertos en años recientes entre la ola de violencia del gobierno de Calderón, o tras la tortura y asesinato de Regina Martínez en ese mismo estado, aparecieron vía redes sociales por parte del presidente saliente y del que está por entrar. Felipe Calderón reprobó “la intolerancia y el odio que han sido sembrados desde hace tiempo en política”, y manifestó su solidaridad con Micha. Peña Nieto, por su parte, habló de la necesidad de respeto y tolerancia y envió “un abrazo solidario” a la presentadora.
El mensaje es claro para los periodistas mexicanos: un par de huevos bien acomodados en horario estelar puede tener más impacto que las balas, la tortura y la sangre. Aunque no siempre “huevos” sea sinónimo de valor.
Fuente: www.voces.HuffingtonPost.com