Por Darío Ramírez
Tenemos un sistema de medios que no es lo que se requiere, en un país que busca desesperadamente afianzar su democracia. Hay demasiadas historias que dictan cómo los medios de información (en su gran mayoría) hacen su trabajo tomando como primer indicador sus intereses económicos, políticos y comerciales. Desde aquellas leyendas de “perro no come perro”, hasta el “no pago para que me pegues”, nuestra cultura mediática se ha basado en falsas premisas asentadas en una nociva relación entre la prensa y el poder. El sistema de medios de comunicación en México, se asienta en una tergiversada y corrupta noción del valor social del periodismo.
Los medios de comunicación gozan de un poder prácticamente absoluto cuando de libertad de contenido se refiere. Esto hay que celebrarlo sin duda. Sin embargo, el contrapeso de dicha libertad debe de ser un férreo sistema de autoregulación y de transparencia, que rinda cuentas sobre el contenido editorial. La impunidad con la que se vierte contenido inexacto, tendencioso o mentiroso en medios de comunicación, es prácticamente total. Mientras esto no cambie, nuestra democracia no avanzará. En nuestro país es poca la eficacia de las instituciones que velan por los derechos humanos. Los malos actos de gobierno pocas veces son perseguidos por las instituciones correspondientes. Por ello, el papel que deberían tener los medios, según dictan sus principios básicos, sería el de ejercer su papel de vigilante de las acciones de las autoridades. Son los medios los que deberían ser un claro contrapeso del ejercicio del poder en una democracia. Hoy no lo son y, aún peor, no lo intentan ser.
Hace unas semanas el exeditor del New York Times, Bill Keller, invitó a un intercambio epistolar al periodista Glenn Greenwald –hoy de moda por publicar las filtraciones del whistleblower Edward Snowden-. Ambos periodistas subrayaron diferencias sustanciales sobre el presente y futuro del periodismo, que deben de guiar y promover las discusiones sobre nuestros medios.
La principal crítica de Keller es que el periodismo de Greenwald es demasiado “activista”. La misma crítica he escuchado hacerla a buenos amigos periodistas contra periodistas que investigan y defienden ciertos temas. En México está gravemente penado dentro del gremio, el asociar el periodismo al activismo. Para muchos periodistas nacionales, el periodismo debe de perseguir la objetividad de los hechos informativos sin tomar ninguna postura ni opinión. Para Greenwald ese periodismo es “cobarde y ayuda en poco” a la información de interés público. Lo cierto es que las autoridades muchas veces se recargan en la objetividad e imparcialidad de la información, que emiten sabiendo que los periodistas se limitarán a reproducir el mensaje sin tomar posición. En otras palabras, según Greenwald, el trabajo periodístico se reduce a decir “x dijo z” en vez de decir “x dijo z, y es falso”.
Al mismo tiempo, ambos periodistas afirmaron que el periodismo que fortalece a la democracia es aquel que se basa en hechos, evidencia y datos verificables. Ahora bien, regresando al debate original, el punto central está en: ¿Qué se entiende por activismo? y ¡cuál es su punto de conexión con el periodismo? Si entendemos por activismo el vociferar de manera estridente, sin ningún tipo de rigor en el trabajo ni en lo que se comunica, entonces tenemos ideas diferentes. Sin por el contrario, entendemos el activismo como la defensa de una causa, entonces estamos en el mismo renglón.
La evidencia apunta a que el “hecho periodístico”, (esto quiere decir que el tratamiento informativo de un hecho lo realiza, inclusive, alguien que no se reconoce como periodista), se ejerce cada vez más desde el activismo cuando se trata de la defensa de libertades civiles y políticas. Es falso pensar que una historia no se puede contar con rigor periodístico, si se exponen opiniones dentro de ella. En otras palabras, defender una causa con rigor, parece extraño para muchos puristas del periodismo. Según Greenwald, todo periodista y medio de comunicación tiene opinión que apuntan a sus intereses, desterrando todo dejo de objetividad real. Lo que afirma Greenwald, contrario a Keller, es que al exponer una opinión clara sobre un tema en específico, se es más honesto con la audiencia y con la información.
El pulpito informativo desde dónde muchos periodistas buscan comunicar desde la objetividad, está siendo severamente cuestionado, si es que alguna vez existió en México. Lo real es que la gran mayoría de medios mexicanos son subjetivos y ejercen un activismo real, simplemente éste último no es a favor de la ciudadanía, sino que su activismo está en la defensa de sus opacos contratos millonarios con el gobierno, con los intereses comerciales con autoridades o bien a favor de un partido político. Por ejemplo, cuando un periódico de circulación nacional decide que una nota sobre el alcantarillado es la portada al día siguiente de la primera manifestación de #YoSoy132, está haciendo activismo. Cuando una afamada reportera decide cubrir la montaña de Guerrero en busca de víctimas de los huracanes, está haciendo activismo. La diferencia es que los intereses del primero son ocultos, mientras los de la segunda son evidentes, porque así nos lo ha hecho saber. Ambos hacen activismo.
Un elemento que debe de preocuparnos es que en México no tenemos ninguna institución que vigile a los vigilantes (dígase los medios de comunicación). La impunidad con la que trabajan se debe, en gran medida, a que no hay datos sobre los medios, análisis consistentes, ni información pública sobre el estado que guardan nuestros medios de comunicación. Hay secretos a voces, cotilleo en los pasillos, pero al final el miedo a criticar y señalar las contradicciones informativas de un medio de comunicación es tal, que se opta por el silencio permisivo. Es fundamental crear una plataforma que vigile el actuar de los medios de comunicación con datos claros y corroborables, para que genere la credibilidad necesaria en la sociedad.
Si desempolvamos la razón de ser del periodismo, nos daremos cuenta que su defensa por la libertad de información de la sociedad y su papel de vigilante de la democracia, pasa por el activismo. Es necesario que los periodistas dejen de sentirse amenazados por reconocer que son activos para defender sus intereses.
Hoy en México necesitamos cada vez más un periodismo-activismo, que haga frente a los ataques del poder y se vuelva una herramienta para la defensa de las libertades.
Fuente: Sin Embargo