Por Eduardo Ibarra Aguirre
Reporta la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, en voz de Manlio Fabio Beltrones, que tiene todo listo para que a Enrique Peña se le coloque la banda presidencial de manos de Jesús Murillo, a renglón seguido de que el presidente de la Mesa Directiva la reciba de Felipe Calderón.
Mientras tal acontecimiento se produce, muy probablemente sin que se materialice la exigencia de Beltrones Rivera –que “todos los diputados participen en la sesión solemne, con altitud de miras, dignidad y compromiso, así como con un comportamiento cívico y responsable”–, Calderón Hinojosa reproduce el papel de bufón de los gobernados que tanto agravió hasta auspiciar la muerte de más de 100 mil de sus compatriotas, al ponerse a cantar con más pena que gloria, sólo para dar rienda suelta a la añoranza por el poder político que para ejercerlo en medio de la generalizada impugnación ciudadana introdujo al país, en alianza con George W. Bush, a una pesadilla de sangre, dolor y muerte, que ya le reclaman los dueños de México, destacadamente los que más le aplaudieron: Televisa (“Nosotros lo pusimos en la Presidencia”, presumían) y Televisión Azteca.
La pesadilla a punto de terminar fue reconfirmada por el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ante la comisión respectiva de la Cámara de Senadores:
La CNDH recibió –del 1 de enero de 2005 al 31 de julio del 2012–, 5 mil 568 quejas por cateos ilegales (en un país donde el uso de la denuncia ministerial o ante órganos autónomos es minoritaria). Sólo la institución que preside Raúl Plascencia investiga 2 mil 126 casos de desapariciones forzadas. También tiene registro de 24 mil 91 personas “reportadas como extraviadas o no localizables”. De 2005 a la fecha, la CNDH recibió “más de 9 mil quejas” por detenciones arbitrarias. Cuenta con “un registro de 46 mil 15 ejecutados; 15 mil 921 cuerpos no identificados y mil 421 inhumados en fosas clandestinas”. Además tiene “34 mil 385 quejas contra servidores públicos adscritos a las áreas de seguridad en el ámbito federal” por cateos ilegales, “desaparición forzada de personas, detenciones arbitrarias, ejecuciones y tortura”. 500 por ciento aumentaron los casos de tortura.
Y sigue la lista del terror sembrado tanto por las bandas del crimen organizado como por la Policía Federal –del súper consentido Genero García Luna–, como del Ejército y la Marina, comandados por el general de cinco estrellas que está a punto de largarse para defender sus dogmas religiosos contra las drogas ilícitas en su casa y con sus familiares, si éstos se lo permiten.
El acuerdo parlamentario para que la ceremonia de toma de posesión de Peña Nieto transcurra en los ilusorios términos que anuncia Beltrones, fue suscrito por las bancadas de cinco partidos, excepto el del Trabajo y el Movimiento Ciudadano.
Contempla, como en los viejos tiempos, que los representantes de los grupos parlamentarios fijen su posicionamiento en un discurso de 10 minutos y sin que los escuchen ni el michoacano de Morelia ni el mexiquense de Atlacomulco.
Mas lo importante es que Peña Nieto no pronunciará ningún discurso, excepto el juramento de cumplir y hacer cumplir “la Constitución y las leyes que de ella emanen”, aunque en no pocos casos las segundas niegan a la primera.
De juramentos está sembrado el camino de la política hecha poder. De lo contrario el sobrino de Arturo Montiel Rojas no hubiera llegado hasta la cúspide institucional de aquél.
Falta que la dirigencia del Partido de la Revolución defina su conducta, cuando ya su grupo parlamentario en San Lázaro estableció el camino que está por verse si todos respetarán.
Utopía 1187
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