Por Sanjuana Martínez
En México, el Presidente es como la Virgen de Guadalupe: intocable y puro. Desde que se sentó en “la Silla del Águila”, por obra y gracia de Dios, Enrique Peña Nieto se convirtió en inmune. Está por encima de la ley.
Y para ello, la Cámara de Diputados aprobó la reforma en materia de fuero constitucional. El PRI decidió que al Presidente se le tratará como jefe de Estado y sólo podrá ser juzgado por “traición a la patria”.
El señor Peña Nieto es distinto ante la ley que el resto de los ciudadanos, servidores públicos y representantes del Poder Legislativo y Judicial.
Dice el PRI para defender el fuero del nuevo inquilino de Los Pinos: “La Presidencia de la República es una institución que representa a la unidad nacional, la protección de interés supremo del País, es el representante del País frente a otras naciones y esta institución no puede ser vulnerada o expuesta por procedimientos judiciales dolosos o frívolos”.
El PRI nos ha regresado a los tiempos más oscuros del presidencialismo. A Peña Nieto no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Y para ello, tiene a su disposición a una buena parte de la prensa. La línea es clara: contra el Presidente nada. Desde hace algunos meses no vemos noticias críticas en el duopolio televisivo, ni en la mayoría de los periódicos.
El gobierno federal está entregando dinero a manos llenas a los medios de comunicación en concepto de publicidad, promoción y propaganda. Es la única explicación para entender la falta de periodismo crítico contra el Ejecutivo.
Tal vez sea esa la razón por la cual resulta más fácil para algunos periodistas criticar a un ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como Góngora Pimentel por infringir la ley y no al Presidente de la República.
Sólo así se explica que haya periodistas que midan con distinto rasero casos tan emblemáticos de padres infractores de la ley, como el de Góngora Pimentel, Enrique Peña Nieto o Arturo Montiel. Los tres son un claro ejemplo de paternidad irresponsable, abuso de poder y corrupción.
¿Por qué entonces la prensa en general no los trata igual? ¿Por qué no se ha promovido un documento titulado #BastaDePeñasNietos o #BastaDeMontieles?
Seguramente la respuesta es muy sencilla: porque Góngora Pimentel está identificado con la izquierda, concretamente con Andrés Manuel López Obrador, y eso es razón suficiente para que el duopolio televisivo, sus aliados y el resto de la prensa silenciada por dinero, prefieran criticarlo con dureza, pero ignorar a los otros dos padres infractores de la ley: Peña Nieto y Montiel, ambos del PRI.
Resulta vergonzoso cómo en México todo se politiza. Critiqué a Góngora Pimentel el 27 de mayo en este mismo espacio. Y lo hice con dureza porque pienso que no hay coherencia entre sus dichos y su actuar; entre lo que pregona y hace.
Pero también he criticado al primer padre infractor de la ley de este país: el Presidente de la República. El señor Peña Nieto ha violado la Constitución al ignorar una sentencia judicial que le obliga a otorgarle escolta oficial a su hijo Diego Peña Díaz, de 10 años; escolta que según la Constitución debe ser del Estado Mayor Presidencial.
El primer padre infractor de la ley de México se llama Enrique Peña Nieto, un hombre que demandó a su ex pareja sentimental, Maritza Díaz Hernández, para bajarle la pensión a su hijo a quien no ve desde hace 18 meses; un hombre que nunca se ha presentado ante el juzgado donde fue demandado y cuyo juez favorece de manera descarada para manipular la ley a su antojo y salir beneficiado de los dos procesos que ambos siguen en el Estado de México a pesar de que la ley dice que los juicios deberían llevarse en el Distrito Federal.
¿Quién es peor: Góngora Pimentel o Peña Nieto? Ambos son igualmente infractores de la ley. ¿Por qué medirlos con distinto rasero? ¿Por ideología? ¿Porque es más fácil criticar a un ex ministro de la SCJN que a un Presidente?
Esta etapa del poder presidencialista me recuerda a los peores años del PRI, a los años de la autocensura de los medios de comunicación, del chayote descarado; a los años de la peor prensa vendida que sirve como órgano oficial del Estado para promover sus “logros” y ocultar sus fechorías; a los años del silencio donde los periodistas preferían callar para conservar su puesto de trabajo, su pequeño coto de poder, su espacio acotado en una libertad de mentiras.
Con la vuelta del PRI al poder, México vive una involución de sus libertades. Y lo vemos todos los días. Ninguna estación de radio se atrevió a difundir los audios de Enrique Peña Nieto y Maritza Díaz Hernández. Mucho menos el duopolio televisivo. Ya sabemos que Televisa y TV Azteca están a las órdenes del señor Presidente, o al revés.
En la era digital, hay islas de libertad en las redes sociales que luchan contra las barreras de ese silencio cómplice del establishment de los medios de comunicación beneficiados económicamente por el poder.
Si el señor Peña Nieto es un mal padre infractor de la ley, lo sabrá la gente tarde o temprano. Los mexicanos están despertando, ya no dependen sólo de la televisión o de un noticiero de radio para informarse debidamente. Saben que el gobierno del PRI tiene infinidad de instrumentos y recursos para controlar a una parte de la prensa.
La libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de información son derechos que todos tenemos que defender diariamente. Difundamos lo que los medios autocensuran.
Fuente: Sin Embargo