Peña-Calderón: Mediocridad y corrupción los unen

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Por Álvaro Delgado

En medio de una crisis política semejante a la del fin del sexenio de Vicente Fox, incluidas la rebelión magisterial y las acciones represivas, este sábado 2 de julio se cumplió una década de la fraudulenta elección de 2006 y del amasiato que iniciaron Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, un pacto de complicidades e impunidad que está vigente hacia el 2018.

Llama la atención que sobre la efeméride se unieron en el silencio Calderón y Andrés Manuel López Obrador, rivales desde entonces, pero lo relevante es que a diez años de esa elección, en la que Peña le transfirió al menos 200 mil votos al panista –un favor que éste le pagó seis años después–, se ha consolidado ese amasiato del que forman parte también Margarita Zavala y su primo político Luis Videgaray.

Más allá de si se materializa en el Partido Acción Nacional (PAN) la candidatura presidencial de Zavala, enfurecida porque ya fue rebasada por Ricardo Anaya –colocado como puntero hasta en la encuesta de GEA-ISA, de los amigos y contratistas de Calderón–, y aun si se concreta el apoyo a su favor de Peña y Videgaray, es preciso examinar qué resultados ha tenido, para los mexicanos, el amasiato de estos personajes en una década.

Aunque el cogobierno PRI-PAN inició con Carlos Salinas, en 1988, fue en el sexenio de Calderón y en los casi cuatro años del de Peña –una década– cuando se materializaron las reformas energética, laboral, educativa, fiscal y de telecomunicaciones que supuestamente llevarían a los mexicanos al paraíso.

Lo que hoy vemos en el país es, en buena medida, obra de Calderón y Peña.

Calderón encabezó una administración mediocre en economía, seguridad y combate a la pobreza, los tres principales ejes de su oferta de campaña –“Para que vivamos mejor”–, pero Peña, quien se presentó como un gobernante eficaz –“Peña sí cumple”–, ha sido igual de inepto que el panista.

En economía, según las cifras oficiales, la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en el sexenio de Calderón fue de 1.91% anual, la más baja en un cuarto de siglo, peor que el gobierno de Fox (2.43%), Ernesto Zedillo (2.94%) y Carlos Salinas (3.17%).

En los tres primeros años del sexenio de Peña, el crecimiento del PIB fue de 5.7%, un promedio de 1.9% anual, exactamente la misma cifra que en el sexenio de Calderón. Es una mediocridad idéntica.

En cuanto a la violencia y la inseguridad, Calderón apostó a una estrategia de militarización de la seguridad pública y, sin un diagnóstico, ensangrentó el país: Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) establecen que, en su sexenio, acumuló 121 mil 683 muertes violentas, un crecimiento de más del doble con respecto al de Fox.

Con Peña, aunque bajó la fascinación por ufanarse de la sangre, las cosas no cambiaron sustancialmente. Las propias cifras oficiales indican que, en los tres primeros años del sexenio, se acumularon poco más de 50 mil homicidios dolosos.

En 2016 se reactivó la tendencia a la alza de los homicidios violentos, a tal punto que este año podrían acumularse más de 20 mil, como en 2012, y hacia el final del sexenio podría alcanzarse la cifra de Calderón. Otra vez, como en la economía, Peña y Calderón son iguales.

Hay un tercer aspecto en el que Peña y Calderón son también un fiasco: El combate a la pobreza o, si se quiere, eficaces en la fabricación de pobres.

Calderón incrementó la pobreza en casi diez millones de personas, según cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y como lo reconoció la propia Josefina Vázquez Mota, excandidata presidencial del PAN.

Con Peña, las cosas han sido semejantes: En los dos primeros años de su gobierno, según el propio Coneval, cayeron en situación de pobreza dos millones de personas y, ante la crisis en curso, lo que se prevé es que el número crezca.

¿Cuáles son, entonces, los saldos de los gobiernos de Calderón y Peña, en connivencia durante una década? Lo que aquí se ha descrito con cifra oficiales y pese a contar con todos los instrumentos para diseñar e instrumentar políticas públicas –incluida la mayoría en el Congreso–: La mediocridad que resultad de la ineptitud.

No sólo eso: Peña y Calderón están unidos, también, por la corrupción. ¿O alguien ha escuchado a Calderón –y a su mujer– reprobar al menos verbalmente la Casa Blanca de Las Lomas de Peña o la de Videgaray en Malinalco, o Peña ha procedido contra las raterías de Calderón y sus cómplices, como en el presupuesto del Bicentenario de la Independencia?

Son diez años de la elección de 2006, una década de complicidades Peña y Calderón, de Margarita Zavala y de su primo Videgaray, como se documenta ampliamente en “El Amasiato. El pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas”…

Apuntes. “Se ha agotado el tiempo”, advirtió, el viernes 1, el presidenciable secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a los rebeldes maestros, ya no sólo de Oaxaca, y amagó que, ante los bloqueos, el gobierno de Peña no tiene opción: tomará acciones para devolver la normalidad de millones de personas. Al amago siguió el silencio o el solaz. El gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, parafraseó a Gustavo Díaz Ordaz. Son las pulsaciones autoritarias. También la lucha por el poder en el propio grupo de Peña. Por eso José Antonio Meade, secretario de Sedesol, ya normalizó el abasto en Oaxaca. A este tecnócrata, secretario de Hacienda y Energía con Calderón, y de Relaciones Exteriores y de Sedesol con Peña, no hay que perderlo de vista.

Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado

Fuente: Proceso

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