Los casos de abusos sexuales a menores por clérigos que removieron las estructuras de la Iglesia en varios países y el escándalo del robo y filtración de documentos reservados del papa, el “Vatileaks”, sacudieron el Pontificado de Benedicto XVI, que declaró “tolerancia cero” ante la pederastia.
Los escándalos de curas pederastas hicieron de 2010 un “annus horribilis” para Benedicto XVI, que se vio salpicado por los mismos al ser acusado por asociaciones de víctimas de haber encubierto algunos de esos casos, lo que el Vaticano desmintió tajantemente.
Ese año, el quinto del Pontificado, fue considerado uno de los más delicados y difícil del Papado, ya que los casos de curas pederastas pusieron en la picota a las iglesias de Irlanda, EEUU, Alemania, Austria y Bélgica, entre otras, y salpicaron al mismo Papa.
El Vaticano denunció una campaña para atacar al Papa a cualquier precio y subrayó que Joseph Ratzinger ha sido el Pontífice que más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia.
Tras las decenas de casos en EEUU que dejaron en bancarrota a varias diócesis por las indemnizaciones millonarias que tuvieron que pagar, los escándalos desvelados en Irlanda cayeron como un mazazo al conocerse los informes “Ryan” y “Murphy”, que desvelaron abusos sexuales durante décadas a cientos de niños irlandeses por parte de sacerdotes, sobre todo en la archidiócesis de Dublín de 1975 a 2004.
Ante la situación creada, Benedicto XVI llamó al Vaticano a los obispos irlandeses, les exigió que afrontaran el problema con determinación y ordenó una inspección de las diócesis implicadas, tras calificar los abusos de “crimen atroz” y, en una carta enviada a los católicos irlandeses, pidió perdón a las víctimas.
Benedicto XVI pidió perdón en varias ocasiones y se reunió con víctimas de esos abusos durante sus viajes a EEUU, Malta, Reino Unido y Australia. En Londres admitió por primera vez que la Iglesia no fue suficientemente “vigilante, veloz y decisiva” a la hora de afrontar los abusos sexuales a menores.
También durante su viaje a Portugal dijo que el “perdón no sustituye a la justicia”. Para afrontar esos casos, el Vaticano puso al día el Código de Derecho Canónico e introdujo el delito de posesión de pornografía infantil por el clero.
En medio de esos escándalos, el Papa castigó al sacerdote mexicano Marcial Maciel (1920-2008), fundador de la poderosa congregación Legionarios de Cristo, por abusar sexualmente de seminaristas menores y “otros graves comportamientos”, como consumo de drogas y tener hijos con varias mujeres. Benedicto XVI le definió como un “falso profeta” y reconoció que el caso fue afrontado “con mucha lentitud”, debido a que “estaba muy bien cubierto”.
Cuando las aguas parecían calmarse, el escándalo “Vatileaks” sacudió en 2012 al Vaticano y puso en la picota a la Curia Romana, al desvelar intrigas en el pequeño Estado.
Todo comenzó cuando una cadena de televisión italiana publicó unas cartas enviadas por el actual nuncio en EEUU, Carlo María Viganó, a Benedicto XVI, en las que denunciaba la “corrupción, prevaricación y mala gestión” en la administración vaticana.
El 19 de mayo el escándalo estalló en toda su plenitud: salió a las librerías el libro “Sua Santita”, del periodista italiano Gianugi Nuzzi, que recoge más de un centenar de documentos reservados enviados al papa y a su secretario, George Ganswein, y de la Santa Sede.
El 23 de mayo, el mayordomo del Papa Paolo Gabriele fue detenido, tras encontrarse en su domicilio miles de documentos fotocopiados y muchos originales enviados al Pontífice.
También le fue hallado un cheque por valor de 100.000 euros donado por la Universidad Católica de Murcia (España) al Papa. “Paoletto”, como es conocido, dijo que el Pontífice era una persona “manipulable”, que estaba mal informado y que “tenía que saber” lo que ocurría en el Vaticano.
Fue condenado a 18 meses de cárcel y perdonado por Benedicto XVI la Navidad pasada.
Fuente: EFE