Por Álvaro Delgado
Termine o no en tribunales, haya o no desbandada y gane quien gane, Gustavo Madero o Ernesto Cordero, la del Partido Acción Nacional (PAN) es ya una elección manchada.
Y si Madero es el triunfador, porque así se diseñó la contienda desde el poder, con el cúmulo de impugnaciones –las reales y las inventadas– no tendrá legitimidad. Será un presidente espurio.
¡Qué paradoja vive el PAN en su 75 aniversario!: Antes, durante la campaña y seguramente después del domingo 18 –día de la elección– los panistas de la cúpula han reeditado todo contra lo que nació ese partido.
El caso de Madero es ilustrativo: Usó su cargo de presidente, hasta lo último, para tomar ventaja ante sus potenciales rivales, diseñó las reglas de competencia a su medida –incluido un debate que nadie viera– e integró un órgano electoral con lógica de facción.
Con el uso de los recursos económicos y la estructura del PAN, Madero persuadió, compró y forzó las voluntades de presidentes estatales para actuar a su favor, mientras que dispone de dinero –más allá de los 15 millones autorizados– para el “convencimiento” y la movilización de votantes.
Pero algo más grave: Por lo menos tres gobernadores panistas –Rafael Moreno Valle, Guillermo Padrés y Francisco Vega de La Madrid– han presuntamente usado el poder gubernamental para forzar votos a favor de Madero.
Se sabe que Guillermo Padrés ofreció financiar con más de 30 millones de pesos la campaña del exgobernador Juan Manuel Oliva con la condición de no aliarse con Cordero. Moreno Valle ofreció lo mismo, sólo que no puso límite al dinero.
Naturalmente esos recursos no salen del bolsillo de los gobernadores, sino del presupuesto público. Es dinero sucio. O más bien, se trata de dinero limpio que ellos ensucian. A eso ha descendido el PAN.
Y en esta degradación nada de raro tiene que Moreno Valle, como acusan desde el ámbito de Cordero, coordine también a gobernadores priistas para que metan las manos en el PAN en sus respectivos estados para hacer ganar a Madero.
En lo que ha sido un concurso de cinismo, en el que ni uno ni otro tiene autoridad moral ni política, Cordero y los suyos tampoco son blancas palomas. El mismo hizo todo lo que critica a Madero desde el gobierno, como parte del grupo compacto de Felipe Calderón, el titiritero desde Harvard.
Más que en el sexenio de Vicente Fox, el PAN fue corrompido en el de Calderón, quien usó todo el poder gubernamental para quitar de la presidencia a Manuel Espino e imponer a Germán Martínez y César Nava –y aun a Madero–, que de burócratas pasaron a millonarios.
Cordero es, como secretario de Hacienda y de Desarrollo Social de Calderón, uno de los principales fabricantes de pobres en México, porque en el sexenio se generaron más de 12 millones nuevos.
Tampoco Oliva, el compañero de fórmula de Cordero, puede ofrecer un partido de principios y valores: Como presidente del PAN en Guanajuato reprodujo los esquemas corporativos y clientelares del PRI, creando agrupaciones obreras, campesinas, populares y hasta magisteriales.
Con él se crearon hasta sitios de taxis y de transportistas que tienen nombres de próceres del PAN, como “Manuel Gómez Morín”, “Manuel Clouthier” y “Carlos Castillo Peraza”…
Y como gobernador fue un fiasco, con escándalos de corrupción y de vasallaje al sector más reaccionario de la Iglesia católica.
Y es que el PAN no sólo es cada vez más sucio, sino un partido cada vez más de derecha, según la medición que ha hecho el diario Reforma entre consejeros nacionales desde hace una década.
En 2004, en el sexenio de Vicente Fox, sólo 19% de los panistas se consideraba de derecha, pero para 2007, ya en el sexenio de Calderón, el derechismo en el PAN se duplicó a 40%.
Y apenas el año pasado, en ocasión de la Asamblea Nacional, el número de panistas que se consideran de derecha se elevó a 43%, mientras que quienes se dicen de centro tuvo una involución a la inversa: 41% en 2004, 22% en 2007 y 15% en 2013.
Ese es el PAN actual, gane quien gane…
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Fuente: Apro