Ya se hizo costumbre: cada dos por tres se documenta alguna nueva “Casa Blanca” en el entorno íntimo del presidente Enrique Peña Nieto. La última la dio a conocer The Guardian hace una semana. Se trata de un departamento de Angélica Rivera en Miami. Los casos han sido tantos que el gobierno federal ya perfeccionó una técnica para “responder” a las pruebas, documentos y testimonios que evidencian los recurrentes conflictos de interés. Esa técnica se llama verborrea: palabrería insustancial que descalifica, insulta, confunde y distrae, pero que rehúye informar, aclarar o dilucidar las cuestiones de fondo.
Según el gobierno federal, los medios internacionales que investigan las propiedades inmobiliarias del primer círculo presidencial “faltan a la verdad”, especulan “de manera dolosa” y hasta “orientan a sus reporteros a predecir el futuro”, como en el caso reciente de The Guardian, o “carecen de rigor” al hacer la conversión de “viejos” a “nuevos pesos”, como sucedió con la agencia Reuters, o ignoran que al primer mandatario mexicano “no le corresponde participar en los procesos de asignación de contratos”, en respuesta a The Wall Street Journal.
Esas son las expresiones utilizadas por el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, quien desacredita de forma automática, pero no aclara las dudas y menos aporta información. El regaño, los reproches, el silencio o la descalificación han sido el “recurso del método” de Sánchez para enfrentar los crecientes escándalos en torno a las propiedades inmobiliarias de la primera dama, Angélica Rivera; del presidente, Enrique Peña Nieto, y hasta del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, exhibido por The Wall Street Journal y la agencia Bloomberg.
El caso más reciente ocurrió con el periódico británico The Guardian, a raíz de la publicación de un reportaje firmado por los reporteros José Luis Montenegro y Julio C. Roa. El texto revela que el empresario mexicano Ricardo Pierdant, amigo de Peña Nieto desde sus tiempos de estudiantes en la Universidad Panamericana, pagó 29 mil dólares de impuestos correspondientes al departamento que aparece como propiedad de Angélica Rivera.
Según el reportaje, Rivera ocupa no sólo el departamento 304 (que adquirió desde 2005 por 1.8 millones de dólares), sino también el 404, adquirido en 2009 por Pierdant y registrado a nombre de la empresa Biscayne Ocean Holdings. Ambos están en la misma torre de condominios en Key Biscayne, una de las zonas más exclusivas de Miami.
Pierdant es señalado en el texto como un “potencial contratista” del gobierno federal porque “hay reportes de que una de las compañías del empresario, Grupo Pierdant, está en la contienda para ganar contratos gubernamentales que le permitan desarrollar puertos marítimos en México”.
En Estados Unidos, Pierdant es cofundador de la empresa DecoBikes, un programa para compartir bicicletas en Miami y San Diego. “El aparente conflicto de interés entre su otra compañía, Grupo Pierdant, y la primera dama, hace eco del ocurrido con la Casa Blanca”, anotó The Guardian.
Antes de la publicación de este reportaje, el área de investigación de la cadena televisiva Univisión reveló que Angélica Rivera liquidó los 1.3 millones de dólares que le restaban a su adeudo inmobiliario por 35 años en 2011, “dos meses después de haber contraído matrimonio con Peña Nieto”.
Pierdant no respondió ni a The Guardian ni a Univisión cuando le solicitaron aclarar por qué la compañía Biscayne Ocean Holdings, de su propiedad, pagó los impuestos del departamento 304 en el condominio Ocean Tower One.
“Después de ese pago de marzo de 2014, en que la compañía de Pierdant liquidó los impuestos de ambos departamentos, los años siguientes la empresa de la primera dama ha cubierto los suyos. Pierdant, por su parte, adeuda actualmente al condado de Miami 86 mil dólares de los impuestos del apartamento a nombre de una compañía de él, por los años fiscales 2014 y 2015, según registros públicos de Miami-Dade”, abundó la nota de Univisión, firmada por Gerardo Reyes, Peniley Ramírez y David Adams.
Fragmento de la entrevista que se publica en la edición 2076 de la revista Proceso, ya en circulación.