Con el retiro del obispo de Saltillo, Raúl Vera, se termina la generación de prelados identificados con la Teología de la Liberación. Los obispos Sergio Méndez Arceo, José Alberto Llaguno, Bartolomé Carrasco, Samuel Ruiz y Arturo Lona rompieron con la ortodoxia social y moral de la Iglesia Católica y –a costa de presiones del gobierno y de Roma, de campañas de desprestigio e incluso de atentados– encabezaron luchas por la democracia y la justicia social que marcaron al país.
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Desde los sesenta, los obispos influidos por el pensamiento social, e inclusive marxista, generado a partir del Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín de 1968, se convirtieron en actores clave de casi cada movimiento social en México.
Fueron objeto de atentados, intrigas políticas dentro de la jerarquía católica, padecieron campañas de desprestigio, resistieron las presiones desde Roma y, a su paso por sus respectivas curias, protagonizaron polémicas intensas con grupos de poder caciquil, así como con el ala más conservadora de la Iglesia de cada región.
Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca fallecido en 1992; José Alberto Llaguno, obispo de la Tarahumara, fallecido el mismo año; Bartolomé Carrasco, arzobispo de Oaxaca, muerto en 1999; Samuel Ruiz García, obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, muerto en 2011; y, entre otros identificados también con la llamada Teología de la Liberación, Arturo Lona, obispo de Tehuantepec, quien falleció apenas el pasado 31 de octubre.
Considerado heredero de ellos, destacado por su activismo a favor de los derechos humanos, el obispo de Saltillo, Raúl Vera López, se convirtió en emérito el 21 de noviembre, con lo que la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) perdió la última representación de la corriente que gustaba identificarse en la línea doctrinal de “la opción preferencial por los pobres”.
Bernardo Barranco, uno de los estudiosos del proceso que siguieron los curas de la liberación, autor de una biografía sobre el obispo Raúl Vera, sostiene: “Una generación se ha ido. Fueron generaciones de obispos extraordinarios que rompieron con la Iglesia del absolutismo político-religioso cristiano y se abrieron a las grandes corrientes de pensamiento y actuación de la modernidad. Su tema fue la justicia social, con profunda sensibilidad hacia los pobres; la hicieron una bandera que marcó a la Iglesia de México y de América Latina”.