Por Antonio Gershenson
Ante las matanzas, la privatización de los energéticos, la baja del petróleo y de la producción de un Pemex al que cada vez quieren entregar más, se habla de un nuevo pacto. ¿Se puede tolerar que dos o tres líderes se pongan a discutir y lleguen a sus acuerdos como la vez pasada? La realidad aplastó a la palabrería.
La producción de crudo ha caído de 3 millones 383 mil barriles diarios en 2004 a 2 millones 452 mil en 2014 (promedio hasta septiembre), una baja sostenida de 27 por ciento. Más la disminución de precios, en los que el barril mexicano pasó de más de 100 dólares a 74.
Si comparamos con las importaciones de hidrocarburos, resulta que éstas ya son más caras que las exportaciones: nuestro balance del ramo ya es negativo. Nos quieren decir que hay que entregar todo a trasnacionales, pero hemos dado ejemplos en contra de eso:
Hemos dicho que, en Burgos, siete empresas extranjeras, con contratos de 15 y 20 años y ganando un dineral, han dejado caer la producción de 1,515 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) de gas en 2009, a l,105 mmpcd en 2014 (hasta agosto), reduciendo la producción en 27 por ciento.
También hemos señalado que las empresas privadas contratadas en Veracruz han dejado caer la producción de gas de 956 mmpcd en 2008 a 444 mmpcd en 2014 (también hasta agosto), una caída a menos de la mitad, a 46 por ciento.
También hemos dicho que, en cambio, con la dirección de Pemex, sus ingenieros, técnicos y equipos, Literal de Tabasco ha aumentado, de 2003 a 2014, la producción de gas en 9.43 veces, casi 10 veces más, y ahora quieren que las trasnacionales ocupen el lugar de Pemex.
Hemos recordado que en Chicontepec, de la que habían presumido, y que se ha entregado a trasnacionales, la producción de crudo de 75 mil barriles diarios en enero de 2013 (que ya era la miseria de producción más cara) pasó a 47 mil barriles diarios en septiembre de 2014, baja de 37 por ciento en menos de dos años, y pagándoles un dineral.
Y aún así, insisten en su política entreguista, aunque hasta la mordida sea más barata. Y no sólo eso, las nuevas leyes y las concesiones a trasnacionales, de hecho, desde antes de las leyes, les permiten perforar y cometer fractura hidráulica ( fracking) para extraer minerales y de ahí gas y en ocasiones petróleo. Se usa, contamina y desperdicia mucha agua, aunque sea a costa del riego, y de los usos personales del líquido.
Pueden, con el pretexto del petróleo, del gas o de la minería, apoderarse y arrasar con las tierras de personas, comunidades o ejidos.
Bajan los salarios reales y los empleos, y los empleos nuevos son peor pagados que los anteriores.
Quiebran empresas, sobre todo de mexicanos.
No se detienen los procesos de entrega de Pemex y CFE –sobre todo a las trasnacionales–, ya hemos visto casos en los que hay un solo concursante, como los que hacían los funcionarios de dichas empresas mexicanas.
La violencia oficial es cada vez más la respuesta a los movimientos en defensa de intereses de sectores del pueblo. No sólo los asesinatos, incluso colectivos, sino encarcelamientos el estilo de la vieja Rusia, en una pequeña Siberia, mandando a los perseguidos lo más lejos posible para dificultar las visitas, a cárceles de alta seguridad con las luces prendidas toda la noche para dificultar el sueño y muchas otras medidas no sólo represivas, sino de daño permanente a los cautivos.
La educación tiene que hacerse, o bien conforme a dogmas de arriba, o con el peligro de que suceda lo que ha pasado en Ayotzinapa y en otros lados.
Por si fuera poco, se descarta oficialmente la participación masiva en una opinión sobre la llamada reforma energética, por parte de la Suprema Corte de Justicia.
Entonces, ¿procede una nueva edición de una discusión entre dos o tres líderes sobre el asunto, mientras todo lo mencionado sigue ocurriendo?
Lo necesario es cambiar esta situación, y a fondo, lo cual es posible, como demuestra lo ocurrido en otros países, y en otras épocas en México.
Fuente: La Jornada