Por Jesús Cantú
Como todos los “fenómenos emergentes”, una vez que logran insertarse en el imaginario colectivo crecen como la espuma; así sucedió con la candidatura independiente de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, quien duplicó el porcentaje de su preferencia electoral en apenas dos meses de campaña, lo cual eventualmente se potenciará con el apoyo que le dio Fernando Elizondo Barragán, excandidato a la gubernatura de Nuevo León por el Movimiento Ciudadano.
Hace unas semanas un colega comentó que si Elizondo se unía a la candidatura del Bronco, le sumaría un porcentaje de preferencia electoral mayor al registrado en las encuestas. Abundaba en dos sentidos: Elizondo aparece subvalorado en las encuestas porque muchos de sus simpatizantes aparecen en el rubro de indecisos pues no le ven posibilidades de ganar y no quieren desperdiciar su voto; y dos, Elizondo tiene mayores simpatías en segmentos de votantes que todavía están indecisos y en principio no se inclinarían por El Bronco, pues le temen a un cambio radical.
Para simplificar el análisis revisaré las encuestas de El Norte, las cuales tienen una función interactiva que permite identificar segmentos específicos de votantes.
En cuanto al sentido del voto, al inicio del proceso electoral, Rodríguez aparecía en tercer lugar con 15% de las preferencias, mientras Ivonne Álvarez, candidata de la Alianza por tu Seguridad, encabezada por el PRI, contaba con 34%; en ese momento Felipe de Jesús Cantú, candidato del PAN, estaba en segundo lugar con 26%, tras haber derrotado en la contienda interna a Margarita Arellanes.
Para la encuesta de abril, Álvarez se mantuvo prácticamente en el mismo porcentaje: 33%. Rodríguez Calderón subió a 22% –siete puntos– y Cantú perdió dos puntos porcentuales, que bien pueden considerarse dentro del margen de error.
Pero para mayo El Bronco creció otros siete puntos, para llegar a 29%, prácticamente el doble del 15% en la primera encuesta; la abanderada tricolor perdió seis puntos para ubicarse en 27% y el blanquiazul perdió otros dos que, ahora sí, estaban fuera del margen de error.
Las tendencias son claras: Rodríguez creció 14 puntos, 11 de los cuales se los puede haber arrebatado a los otros dos candidatos y el resto a los indecisos; pero además marca una clara diferencia en las tendencias, pues mientras El Bronco tiene una clara tendencia al alza, los otros dos la tenían a la baja.
En cuanto a los indecisos –elemento central para prever los escenarios posibles– en la encuesta de mayo eran 16%, índice todavía muy alto y cuya definición será decisiva en el resultado final y fundamental para la evaluar la decisión de Elizondo, la cual impactará tanto en sus simpatizantes como en los que no se han decidido e, incluso, en algunos panistas que todavía lo añoran.
Algunos de los que aparecían como sus posibles votantes seguramente preferirán abstenerse, anular su voto o dárselo al PAN; pero también puede atraer el voto de indecisos y a un porcentaje de panistas que no se inclinaban por Elizondo por sus bajas probabilidades de ganar.
Cuando la revisión de los indecisos se hace por segmentos poblacionales es muy interesante observar que donde está el mayor porcentaje es en el de mayores de 50 años –23.8%– y la suma de las preferencias por Elizondo y el PAN es de 26.4%, superior al de cualquier otro corte por edades.
Cuando se empiezan a colocar otras variantes, como el que tengan educación media, el porcentaje de indecisos se incrementa a 27.5%, donde Elizondo logra 4% de los votos que se manifestaron; el PAN, 26%; Rodríguez, 21.8% y la alianza que encabeza el PRI, 16.9%.
No es sorprendente que el mayor porcentaje de indecisos se concentre en dicho segmento de edad, pues es donde tradicionalmente el PRI tenía su fortaleza; un candidato independiente que antes fue priista los puso a dudar. Si a eso se agregan las fracturas del PAN por la llegada de la llamada neocúpula, el porcentaje se incrementa.
En este caso la suma de un expriista y un expanista puede ser muy útil en dicho segmento.
Pero más allá de los análisis numéricos, las personalidades de Elizondo y El Bronco parecen complementarse y la recomendación del primero y su eventual incorporación al equipo de gobierno, pesará en el ánimo de quienes todavía se resistían a votar por el independiente por el temor a su personalidad arrebatada e irreflexiva.
Por otra parte, el anuncio de que se compromete a someterse al refrendo de la voluntad ciudadana a la mitad del periodo, en las elecciones de 2018 –al margen de que se hagan o no los cambios constitucionales y legales correspondientes– es una buena noticia, pues una de las demandas ciudadanas es precisamente la posibilidad de remover a los malos gobernantes y ratificar a los buenos.
Como todas las alianzas, ésta también suma y resta votantes, pero los diversos análisis permiten inferir que el resultado será positivo para sus integrantes. Y abre la posibilidad para que, por primera vez en la historia de las gubernaturas en México, llegue al poder un candidato no partidista, lo cual sería un cambio histórico y abriría muchas posibilidades a la democracia.
Rodríguez y Elizondo apelan al hartazgo con los partidos y a convencer de que su propuesta de integrar “un gobierno ciudadano”, a partir de la revisión de los mejores perfiles para cada uno de los cargos, puede ser una realidad.
Finalmente se concretó en Nuevo León una posibilidad que se empezó a trabajar hace más de dos años: lograr una candidatura ciudadana unificada para poner fin al bipartidismo, es decir enfrentar una oferta ciudadana al cártel de partidos.
Según el tándem Rodríguez-Elizondo se trata de elegir entre una sugerente (y eventualmente riesgosa) promesa ciudadana (aunque ambos hayan militado en los partidos políticos a los cuales hoy dicen querer echar) y una triste realidad partidista.
Fuente: Proceso