Nuestra estancada democracia

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Por Julio Faesler

Antes sólo queríamos que los votos se contaran y que, además, contaran. Después de tercas batallas cívicas libradas en las últimas dos décadas del siglo pasado, la meta en buena medida se logró montando el sistema electoral más completo del mundo. Hoy en día expertos extranjeros llegan a aprender de su estructura.

La integración de un padrón confiable, la transformación de la comisión federal electoral en instituto con participación ciudadana, la creación de un tribunal independiente para juzgar reclamaciones, todo ello articulado en un prolijo código electoral para atajar fraudes y fechorías bien conocidas fueron los frutos de grupos ciudadanos como ADESE, el Consejo para la Democracia, con su Primer Foro para Instituciones Democráticas, Alianza Cívica y muchos más.

Así armada, la ciudadanía votó valientemente en los comicios de 1988 y 1994 para vencer al septuagenario sistema que ahogaba el derecho a elegir gobernantes. El punto de flexión se dio en 1997 cuando, ya sin el PRI, los partidos de oposición instalaron la LVII Legislatura. El quiebre se había dado. Lo que seguía correría a cargo de la propia ciudadanía para hacer que los aparatos creados funcionaran en libertad atendiendo los mandatos populares y no a los de grupos de poder. El escabroso tránsito hacia la democracia aún continúa.

Este 7 de julio, más de 30 millones de votantes, casi la mitad del padrón total, depositarán sus boletas aún de papel en las casillas de 14 estados para elegir al gobernador de Baja California Norte y a mil 348 funcionarios municipales en los demás.

El clima que envuelve a los comicios es preocupante. Diariamente desayunamos con noticias de asesinatos y secuestros de candidatos y líderes políticos. El negocio organizado del narcotráfico y otros oscuros oficios intercepta y rompe la calma que la democracia requiere. En los cuatro meses de la administración de Enrique Peña Nieto se han registrado cinco mil 286 muertes. El PRI intenta disminuir la importancia de este ominoso ambiente negando evidencias, como el caso del secuestro sufrido por el candidato veracruzano Carlos Valenzuela. El presidente de la Comisión Especial del Senado previene que estamos viviendo las elecciones más violentas de nuestra historia.

A estas terribles cuentas hay que añadir las mañas del PRI, denunciadas por el PAN y el PRD que siguen contaminando programas sociales para manipularlos e inducir el voto popular. El famoso addendum al Pacto por México para prevenir prácticas antidemocráticas fue violado consistentemente. A estas fechas la Fiscalía Especializada para la Prevención de Delitos Electorales (Fepade) registra no menos de mil 500 casos, muchos de ellos culpando a Sedesol. Seguirán las denuncias postelectorales y los partidos políticos han reclutado miles de abogados para acusar o refutar.

Atrás de la bambalina de la estabilidad política de la que nos ufanamos internacionalmente hierve la realidad de nuestros penosos episodios de barandilla.

Entendemos que ningún país, ninguno, ha instalado la cultura democrática de un momento a otro. Como cualquiera virtud social, es producto de la evolución. Pero este tardado proceso, que puede tomar generaciones, se retrasa una y otra vez en repetidos episodios de atracos que exigen reforzados rondines militares de protección. México tiene que superar la etapa en que aun se encuentra para abrir sus caminos al desarrollo social y económico que su población reclama.

Nuestro gobierno de hoy, no el de mañana, tiene la doble tarea, que parece no poder cumplir, de asegurar el tranquilo ejercicio del voto deteniendo la violencia criminal de las mafias y extirpando las prácticas antidemocráticas de las autoridades locales.

Ante nuestra democracia estancada, los ciudadanos que este domingo acudirán a las urnas, tendrán que hacer un valiente caso omiso a los entornos negativos que los rodean y votar con firme energía cívica por los candidatos que decidan como si estuvieran en una plena democracia. No hacerlo así es admitir que no podemos conquistarla.

* Julio Faesler. Consultor

juliofelipefaesler@yahoo.com

Fuente: Excélsior

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