Nosotros los Salinas

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Por Martín Moreno

* ¡¡¡Qué es esto, hija de la chingada…!!! * Los Salinas y el elefante

Corrían los tiempos del esplendor salinista.

Dinero. Bonanza. Bienestar. Gracias, señor Presidente.

María Elena Vázquez Nava había sido nombrada Secretaria de la Contraloría General de la Federación. Era la fiscal del gobierno. Los ojos, oídos y la buena conciencia de una administración que entonces el mundo admiraba y que ponía al castigado México –después de las brutales crisis económicas de los ochenta de José López Portillo y Miguel de la Madrid– en el camino, según decía el capitán de la nave, “del primer mundo”.

Hasta su escritorio llegó un archivo incómodo, riesgoso, pero bien sustentado con montos, lugares, fechas, personajes.

¿Mostrárselo al Presidente?

Quizá.

¿Ocultárselo?

Tal vez sería lo políticamente correcto. Guardarlo en la gaveta del olvido y que fuera parte del archivo enterrado de la corrupción priista. Esconderlo bajo siete llaves y olvidar que algún día existió.

Sin embargo, Vázquez Nava conservaba una dosis de ética. Y por eso pidió cita en Los Pinos.

La recibió sonriente el Presidente Carlos Salinas de Gortari. Reformador de México, le agradaba escuchar, sobre todo, por parte de la prensa extranjera. Algo llamó su atención: un expediente grueso que la Secretaria llevaba bajo el brazo.

Salinas de Gortari comenzó a leerlo, y conforme recorría las líneas, el entrecejo se le volvió severo, inflada la vena de la ira. Hizo aquel peculiar gesto, frunciendo las comisuras de los labios cuando algo no le gustaba.

Frente a él tenía el expediente de su hermano Raúl, en el que se detallaban montos, fechas y operaciones de la extensa red de corrupción que, dentro de su gobierno, encabezaba y operaba quien públicamente sería conocido, con el tiempo, como el hermano incómodo.

El Presidente recibió, en silencio, las pruebas de la corrupción de su hermano –hermano de sangre, hermano de aventuras–, tan comprometedoras como contundentes. Dio media vuelta y se marchó. No se despidió de la contralora.

Horas después, Vázquez Nava fue llamada a la oficina de Raúl Salinas. Al verla de frente sacó el mismo expediente que la Contralora le había entregado al Presidente de la República, lo azotó sobre el escritorio y furioso le gritó:

– ¡¡¡Qué es esto, hija de la chingada…!!!

Poco tiempo después, a Vázquez Nava le fue solicitada su renuncia.

Y Raúl siguió haciendo negocios.

*****

1994

Luis Téllez Kuenzler fue uno de los economistas más cercanos a Carlos Salinas de Gortari. Hombre allegado a Los Pinos como Subsecretario de Agricultura durante el salinismo, era mucho más que el cargo: conocía perfectamente las entrañas del manejo político-financiero del gobierno salinista. Sus fortalezas y debilidades. Sus avances y retrocesos.

Téllez –actualmente presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), y también cercano a la administración de Felipe Calderón quien lo designó Secretario de Comunicaciones y Transportes de 2006 al 2009–, siempre conoció de cerca a Salinas de Gortari, quien le dispensaba absoluta confianza no sólo en su trato personal, sino en su capacidad y conocimientos económicos en torno al manejo y rumbo de las finanzas públicas.

Salinas de Gortari reconocía en Téllez Kuenzler a un economista preparado, eficaz y conocedor de los entretelones financieros del país.

Por eso casi nadie duda de que lo dicho públicamente por Luis Téllez sobre el origen de la catástrofe económica de finales de 1994 se debió, fundamentalmente, a la irresponsabilidad financiera del gobierno saliente de Salinas de Gortari.

– El problema fue que al final del sexenio de Salinas, se presentaba el vencimiento próximo de los tesobonos (documentos cobrables) por 50 mil millones de dólares, y Salinas no lo previno.

Las reservas apenas llegaban a siete mil millones de dólares.

Téllez suele decir que Salinas dejó un país sobreendeudado, sin posibilidades financieras para cubrir esos pagarés.

Allí radica el punto central del detonante de una de las crisis financieras más dolorosas –o tal vez la más dolorosa–, que hayan vivido los mexicanos: alrededor de un millón perdió casas, negocios, empresas o bienes, ante la debacle del imperio económico salinista y el sueño esfumado de convertir a México en un país de primer mundo.

Lo demás fueron consecuencias.

El economista Jorge Calderón lo detalla de manera precisa:

“A comienzos de 1994, para evitar la fuga de capitales –que finalmente se dio en proporciones dramáticas–, el gobierno salinista, sin consultar al Poder legislativo, creó los tesobonos, deuda a corto plazo indexada al dólar. Técnicamente equivalían a deuda externa. Al estallar la crisis, un porcentaje mayoritario se vencía en 1995 y eran impagables, dada la gigantesca reducción de las reservas internacionales”.

María Eugenia Correa y Ricardo Calvo, investigadores de la Facultad de Economía de la UNAM, detallan:

“En 1995 se vencían 26 mil millones de dólares en tesobonos; 18 mil millones en certificados de depósito y líneas interbancarias de bancos privados mexicanos; ocho mil millones de papel privado; seis mil millones en créditos bilaterales del gobierno. En suma: se trataba de vencimientos por 58 mil millones de dólares”.

Allí está el gatillo que disparó la crisis del 94.

“Salinas dejó un país sobreendeudado, sin posibilidades de cubrir esos pagarés”, asegura Téllez Kuenzler.

*****

Pero Téllez no solamente puso la mano en la herida que más le duele a Salinas: su responsabilidad mayor en la crisis financiera de 1994-1996.

En febrero de 2009, la periodista Carmen Aristegui entrevistó a Diana Pando –amiga cercana a Luis Téllez–, para su noticiero radiofónico en MVS, en el que presentó una grabación donde Téllez acusa: Salinas se robó la mitad de la cuenta secreta…

(Téllez se refería a la partida extraordinaria que, sin rendirle cuentas a nadie ni ser auditada por ningún poder u organismo público o legislativo, Salinas de Gortari manejó a su antojo durante su sexenio).

Y más de Téllez para Salinas: “Tanto Carlos Salinas como su esposa, Ana Paula Gerard, al igual que el ex Presidente López Portillo, creen que el país no les agradece lo que hicieron por México”.

Días después, Téllez se retractó públicamente de sus acusaciones contra Salinas. “Nunca tuve ni he tenido evidencia alguna de acciones ilícitas del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari”, señaló, aunque reconoció sí haberlo dicho “en una reunión informal entre amigos”.

Sin embargo, en ningún momento Téllez ha desmentido que la responsabilidad de la crisis del 94 fue, efectivamente, por los tesobonos salinistas. Eso ha quedado imborrable, indeleble no sólo en la historia, sino en la memoria de millones de mexicanos arruinados.

*****

El periodista Jorge Ramos le pregunta a Carlos Salinas en su libro Los Presidenciables:

– ¿Cómo puede un funcionario público ser multimillonario y vivir cinco años en Europa sin tener que trabajar?

CSG: En primer lugar, seguí trabajando después de terminar la responsabilidad de la Presidencia de la República. Usted sabe que fui miembro del consejo de una empresa muy importante como es Dow Jones. Además, durante el ejercicio de mi responsabilidad formé mi patrimonio.

– Pero usted entiende: siempre ha sido funcionario público. Los salarios de los funcionarios públicos son muy bajos y usted es multimillonario.

CSG: Quiero decirle una cosa, Jorge. Mi vida en el extranjero durante estos años fue en una casa rentada, viajaba yo en los medios comerciales normales y tenía una vida discreta. Sí, formé un patrimonio a lo largo de mi vida y el trabajo que he seguido desarrollando me permitió sostener la vida que he llevado fuera.

– Pero, entonces, ¿usted no es multimillonario? CSG: Usted lo que quiere que le diga es… – Si tiene más de un millón de dólares o si tiene más de 100 millones de dólares.

CSG: Formé el patrimonio que me ha permitido tener una vida con mi familia, como le repito, en el exterior, en la casa que he rentado y utilizando medios comerciales de movimiento.

– Usted, en su sexenio, tuvo 854 millones de dólares de una partida secreta del presupuesto. ¿Cómo se gastó ese dinero? CSG: En todos los gobiernos, en todo el mundo, existen fondos confidenciales que se utilizan para tareas responsabilidad del Estado. En México están establecidos por la propia Constitución y reconocidos por el Congreso.

– Pero eso es motivo de abuso, por qué usted se pudo gastar 854 millones de dólares como se le pegó la gana.

CSG: Usted repite la cifra y yo lo entiendo…

– Es fuerte la cifra. Yo la repito pero usted se la gastó.

CSG: Perdóneme, pero esos son gastos del Estado en tareas responsabilidad del Estado. Como en todo el mundo. Y en México vienen desde 1824.

Hasta aquí extractos de esa entrevista.

Salinas responde sin responder, al estilo priista. Salinas no ha aclarado, hasta hoy, a qué destinó los 854 millones de dólares de la partida secreta del gobierno, ni enfrentó públicamente la acusación sobre el manejo de los siete mil millones de dólares por la venta de empresas paraestatales. “Está comprobado que cada peso que se obtuvo de las privatizaciones se utilizó para pagar deuda pública”, es su argumento. “Gastos del Estado”, insiste Salinas. Sí, pero durante su gobierno, el Estado era él. El Estado era el Presidente omnipotente. El Estado era Carlos Salinas de Gortari.

*****

Eran las últimas horas del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el abismo financiero a la vista, la debacle que se avecina.

– ¿Cómo quiere ser recordado? ¿A qué aspira como ex Presidente?-, le pregunté al mandatario que se iba.

– Quiero caminar por las calles de Coyoacán y que la gente me salude y me reconozca…

Hoy, a 19 años de aquel anhelo, Salinas de Gortari no puede cumplir su sueño de andar por los queridos barrios de infancia coyoacanenses y ser reconocido. Más aún: es aborrecido, despreciado.

¿Por qué un estadista inteligente –sin duda–, y brillante –demostrado–, se convirtió en uno de los mexicanos más detestados y políticamente apestados cuando tenía todas las ventajas históricas para ser considerado como uno de los mejores presidentes de México?

La respuesta bien puede concentrarse en una sola frase: abuso de poder.

*****

– En política, debemos ser como los elefantes: la piel muy dura, la cola muy corta y muy buena memoria…-, solía aconsejar Carlos Salinas de Gortari a sus colaboradores.

Pero este consejo, seguramente, no lo escuchó Raúl Salinas… o lo malentendieron, creyendo que rezaba. “La piel muy dura, muy buena memoria…y la cola muy larga”.

* Extractos del capítulo “Ellos, los priistas”, subcapítulo “Salinas: las pesadillas del reformador”, del libro Abuso del poder en México (Editorial Santillana/Aguilar) de Martín Moreno.

Twitter: @_martinmoreno

Fuente: Sin Embargo

 

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