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Las incursiones de Norberto Rivera en diversos negocios y la manera en que ha procedido son suficientes para que el FBI encuentre sospechas fundadas de vínculos y comportamientos poco sacros del cardenal.
Abordar el tema de las finanzas y los negocios de Norberto Rivera es entrar en terrenos espinosos. Las incursiones de Norberto Rivera en diversos negocios y la manera en que ha procedido son suficientes para que el FBI encuentre sospechas fundadas de vínculos y comportamientos poco sacros del cardenal.
Norberto Rivera, de 80 años, tuvo la escuela en sus tres principales mentores. En sus inicios sacerdotales fue consentido del recio obispo de Durango, Antonio López Aviña, con gran ascendencia entre las familias ricas y en la política. No es casual el apodo que recibió en sus días de gloria: López Rapiña. La segunda influencia la encontramos en Marcial Maciel, a quien protegió a capa y espada, despreciando las sólidas acusaciones que había en su contra. Maciel fue un perverso empresario de la fe que construyó un imperio financiero con muy dudosos negocios, muchos de ellos con base en el lucro de los sectores más pobres de la sociedad. De su tercer gran mentor, Girolamo Prigione, aprendió a vincularse con las más altas esferas del poder político, social y económico. También aprendió a relacionarse con actores cuyos proyectos bordaban en canales subrepticios con los que podría beneficiarse.
Muchos se preguntan a cuánto asciende la fortuna del cardenal Rivera, sus bienes inmobiliarios y su participación accionaria en diversas empresas. Y cuántos prestanombres utiliza, como una de sus sobrinas a la que el FBI le sigue la pista.
Desde que en 1985 fue nombrado obispo en Tehuacán disputó lucrativos negocios avícolas, manejados por el sacerdote agustino de origen ecuatoriano, el padre Hallo. De Igual manera, al llegar a la arquidiócesis primada de México, en 1996, Rivera Carrera concentró sus esfuerzos para socavar al abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, para que el arzobispo asumiese el control económico de la Basílica, cuyos ingresos anuales, se especula, rondaban los 60 millones de dólares.
Permítaseme hacer un paréntesis. El comportamiento del cardenal no es un hecho aislado. La Iglesia al más alto nivel –es decir los miembros de la curia romana– se ha involucrado en escándalos financieros relacionados con el lavado de dinero y con vínculos con organismos del crimen organizado. Bajo el pontificado de Juan Pablo II destacaron las lucrativas inversiones en negocios poco éticos. El caso de la quiebra del Banco Ambrosiano en 1982; la misteriosa muerte del banquero ligado al Vaticano, Roberto Calvi, en 1981; la emergencia del arzobispo estadunidense Paul Casimir Marcinkus, un oscuro personaje al que llamaban “el banquero de Dios”, que presidía el IOR (el banco del Vaticano), y los vínculos con la mafia italiana a través de la organización P2. Todos ellos provocaron escándalos mayúsculos que cimbraron el prestigio de la Iglesia. Los escándalos no han parado. Desde entonces se han sucedido una serie de estruendosas crisis financieras en las que aparecen involucrados altos miembros de la curia. Actualmente está en los medios italianos el caso del cardenal Ángelo Becciu, corruptor inmobiliario en Inglaterra. Fue uno de los hombres de confianza del Papa Francisco. Enfrenta acusaciones de abuso de poder y soborno.
En México estalló en 2005 el escándalo de las narcolimosnas. Sobre todo cuando Ramón Godínez Flores, exsecretario de la CEM y entonces obispo de Aguascalientes, afirmó que el dinero donado por los narcotraficantes se bendecía por apoyar obras pías de la Iglesia.
El 21 de abril de 2008 Proceso registró la postura del actual cardenal Carlos Aguiar Retes, quien, ante los obispos en la octogésima quinta Asamblea Plenaria, exaltó la generosidad de algunos narcotraficantes y manifestó que en México debería aprobarse una ley que permita a los delincuentes arrepentirse de sus actos y reintegrarse a la sociedad. El entonces presidente de la CEM abundó: “Los narcotraficantes hacen obras muy significativas para la comunidad: meten luz y se encargan de financiar la construcción de caminos. También construyen iglesias y capillas. Eso ocurre en algunos pueblos muy remotos de la sierra, donde el gobierno no tiene recursos para actuar”.
Regresando al cardenal Rivera, cuyos orígenes son muy humildes, contrasta durante su mandato como arzobispo de la Ciudad de México con gustos sofisticados y amistades de alcurnia. El cardenal Rivera vendió indebidamente en 12.5 millones de dólares el copyright de la imagen guadalupana a la empresa estadunidense Viotran, mediante un contrato suscrito en marzo de 2002. Durante la cuarta visita del Papa a México se le criticó por la excesiva comercialización que hicieron él y los Legionarios: “Las papas del Papa”. Y sobre todo la disputa con el nuncio Justo Mullor por el destino de los excedentes económicos de dicha visita. Mullor quería donarlos a asilos y orfanatorios. Norberto quería quedárselos.
Hay muchas otras historias, como una agencia de viajes, pero destaca la Fundación Plaza Mariana, que comercializó locales comerciales, timando a antiguos locatarios. En un predio regalado por el entonces jefe de gobierno Andrés Manuel López Obrador en 2003 hizo millonarios negocios. En este ejercicio hay varios empresarios que invirtieron en desarrollos inmobiliarios, destacan Carlos Slim y Mario Vázquez Raña, amigos cercanos del cardenal Rivera (Proceso 2093).
Si la corrupción en México ha permeado a la clase política, las estructuras empresariales, financieras, mediáticas, partidarias y policiales, sería lógico suponer que también ha permeado las estructuras eclesiásticas. Se pone en cuestión la autoridad moral y los principios doctrinales de un actor central en la historia de nuestro país, como es la Iglesia católica. En efecto, Norberto Rivera y sus familiares están bajo la mirada de sospecha del FBI.
Fuente: Proceso