La Real Academia Sueca de las Ciencias ha otorgado el premio Nobel de Química a Frances H. Arnold y George P. Smith y Sir Gregory P. Winter por usar los principios de la evolución para desarrollar proteínas y anticuerpos para curar enfermedades y desarrollar sustancias químicas, como biocombustibles o fármacos, de una forma más limpia y eficiente.
El motor de la Evolución funciona de una forma muy simple: se produce un cambio genético que se transforma en la modificación de un rasgo o una función biológica y la selección natural decide si es beneficioso o no para ese individuo. Si resulta positivo, se perpetúa a través de la reproducción. Y si no supone una ventaja, se elimina. Este principio es el que usaron en los años 80 y 90 los recién galardonados por la Academia Sueca para mejorar los procesos de la industria farmacéutica o de los combustibles limpios entre otros.
Frances Arnold (Pittsburgh, EEUU, 1956), la quinta mujer de la historia que recogerá el galardón de Química cuando se entreguen el mes de diciembre en la capital sueca, logró en el año 1993 la primera ‘evolución’ directa de una enzima en el laboratorio. Estas proteínas son las encargadas de acelerar las reacciones químicas que se producen en todo tipo de funciones biológicas de los seres vivos, como la transformación del alimento en energía para moverse, hacer la digestión o pensar, en el caso del ser humano. Desde entonces, esta profesora de la Universidad de California en Berkeley y del Instituto Tecnológico de California (Caltech) ha depurado esta técnica hasta hacerla parte imprescindible de buena parte de los procesos industriales de fabricación de medicamentos o de combustibles limpios que no proceden de fuentes fósiles.
La otra mitad del galardón la comparten George P. Smith (Norwalk, EEUU, 1941), de la Universidad de Harvard; y Sir Gregory P. Winter (Leicester, Reino Unido, 1951), de la Universidad de Cambridge. Smith desarrolló en el año 1985 una técnica que utiliza fagos, unos virus que infectan bacterias, para añadir cambios genéticos en estos microorganismos y fabricar así nuevas proteínas. Winter fue el primero que consiguió producir un anticuerpo monoclonal 100% humano humanizando anticuerpos de ratón gracias a la técnica desarrollada por Smith. Esta técnica, que le valió el Premio Príncipe de Asturias en 2012, ha abierto una ventana completamente nueva para la fabricación de medicamentos basados en proteínas humanas y que ha cambiado la vida a miles de personas con enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide o la psoriasis.
Miguel Ángel Calleja, presidente de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) y jefe de servicio en el hospital Virgen Macarena de Sevilla, valora de forma muy positiva el galardón, especialmente por el reconocimiento al “avance espectacular” que ha supuesto la incorporación de los anticuerpos monoclonales a la medicina.
“Es una forma de dirigir las terapias directamente hacia donde está el problema, minimizando los efectos adversos y maximizando los beneficios”, señala Calleja, quien subraya que este tipo de fármacos han supuesto un antes y un después tanto en la vida de miles de pacientes aquejados de enfermedades autoinmunes como en el funcionamiento de los hospitales.
“Hace 15 años, la calidad de vida de un paciente con artritris reumatoide, por ejemplo, era mucho peor, con continuos ingresos hospitalarios para recibir bolos de corticoides, fármacos que pueden provocar efectos secundarios importantes”. Hoy en día, continúa, esos pacientes “no tienen que ingresar, con lo que eso supone para su vida y para la gestión hospitalaria”.
Por otro lado, Calleja también aplaude la concesión del Nobel a la impulsora de la síntesis de enzymas, medicamentos que son muy útiles en enfermedades raras como el Síndrome de Hunter, en las que los pacientes no fabrican sustancias necesarias para determinados procesos metabólicos en el organismo.
El año pasado el premio Nobel de Química premió a Jacques Dubochet (Universidad de Lausana, Suiza), Joachim Frank (Universidad de Columbia, EEUU) y el Richard Henderson (Laboratorio de Biología Molecular MRC, Cambridge, Reino Unido) por desarrollar técnicas para observar biomoléculas en solución mediante microscopía crioelectrónica.
El de Química es el tercero de los galardones que la institución comunica esta semana, tras dar a conocer el lunes el de Medicina, que recayó en los investigadores James P. Allison y Tasuku Honjo, por sus descubrimientos para incorporar la inmunoterapia en la batería de armas contra el cáncer, y el martes el de Física, que reconoció el trabajo de Arthur Ashkin (Nueva York, 1922), el francés Gérard Mourou (Albertville, 1944) y la canadiense Donna Strickland (Guelph, 1959) por sus trabajos para desarrollar herramientas basadas en la luz.
En 117 años, sólo cuatro mujeres han recibido el premio Nobel de Química.
Fuente: El Mundo